Evangelio según san Marcos 2, 1317


En aquel tiempo, Jesús volvió a la orilla del lago, y toda la gente acudía a él para recibir sus enseñanzas.

Al pasar, vio a Leví, el hijo de Alfeo, que estaba sentado en su despacho de recaudación de impuestos, y le dijo:

—Sígueme.

Leví se levantó y lo siguió. Más tarde, estando Jesús sentado a la mesa en casa de Leví, muchos recaudadores de impuestos y gente de mala reputación se sentaron también con él y sus discípulos, porque eran muchos los que seguían a Jesús.

Pero algunos maestros de la ley pertenecientes al partido de los fariseos, al ver que comía con recaudadores de impuestos y gente de mala reputación, preguntaron a los discípulos:

—¿Por qué se sienta a comer con esa clase de gente?

Jesús lo oyó y les dijo:

—No necesitan médico los que están sanos, sino los que están enfermos. Yo no he venido a llamar a los buenos, sino a los pecadores.



Gracias, Señor Jesús, médico divino que deseas ardientemente sanar todas las enfermedades de nuestra alma, pues bien claro nos dices que para eso has venido.

Manda tu Espíritu, para que con su luz podamos ver nuestras miserias y reconocer tu misericordia, sabiéndonos pecadores y necesitados de tu sanación.

Muévete entre nosotros, visítanos, Jesús, en nuestros lugares y puestos de trabajo, y haznos seguidores tuyos con la prontitud de Levi. Ayúdanos a realizar con dignidad nuestras tareas.

Y que imitándote a ti, abramos el corazón a todos, en especial a los más alejados y podamos presentártelos como trofeos ganados por tu misericordia.