Evangelio según san Lucas  10, 21-24

En aquel tiempo, lleno de la alegría del Espíritu Santo, exclamó Jesús:

«Te doy gracias, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y a los entendidos, y las has revelado a la gente sencilla.

Sí, Padre, porque así te ha parecido bien. Todo me lo ha entregado mi Padre, y nadie conoce quién es el Hijo, sino el Padre; ni quién es el Padre, sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo se lo quiere revelar.»

Y volviéndose a sus discípulos, les dijo aparte:

«¡Dichosos los ojos que ven lo que vosotros veis! Porque os digo que muchos profetas y reyes desearon ver lo que veis vosotros, y no lo vieron; y oír lo que oís, y no lo oyeron.»


Concédenos Padre Eterno un corazón  humilde y sencillo, para vivir en plenitud la doctrina de la Infancia espiritual, que es la Ley Nueva, Ley de la  Nueva Alianza, Ley de Cristo, Ley de  libertad... infundida por el Espíritu Santo en nuestros corazones, para gozar del Amor Trinitario que nos  ha venido a revelar a los más pequeños; que podamos sacar de allí luz y fuerzas siempre nuevas, ya que Dios es fuente inexhausta de Ser, de Verdad, de Bondad, de Belleza, de Vida y de Amor. Te lo pedimos por Jesucristo Nuestro Señor. Amén.