Evangelio según san Mateo 18, 2119, 1

En aquel tiempo, se adelantó Pedro y preguntó a Jesús:
-«Señor, si mi hermano me ofende, ¿cuántas veces le tengo que perdonar? ¿Hasta siete veces?»

Jesús le contesta:
-«No te digo hasta siete veces, sino hasta setenta veces siete.

Y a propósito de esto, el reino de los cielos se parece a un rey que quiso ajustar las cuentas con sus empleados. Al empezar a ajustarlas, le presentaron uno que debía diez mil talentos. Como no tenía con qué pagar, el señor mandó que lo vendieran a él con su mujer y sus hijos y todas sus posesiones, y que pagara así.

El empleado, arrojándose a sus pies, le suplicaba diciendo:
"Ten paciencia conmigo, y te lo pagaré todo."

El señor tuvo lástima de aquel empleado y lo dejó marchar, perdonándole la deuda.

Pero, al salir, el empleado aquel encontró a uno de sus compañeros que le debía cien denarios y, agarrándolo, lo estrangulaba, diciendo: "Págame lo que me debes."

El compañero, arrojándose a sus pies, le rogaba, diciendo:
"Ten paciencia conmigo, y te lo pagaré."

Pero él se negó y fue y lo metió en la cárcel hasta que pagara lo que debía.

Sus compañeros, al ver lo ocurrido, quedaron consternados y fueron a contarle a su señor todo lo sucedido.

Entonces el señor lo llamó y le dijo:
"¡Siervo malvado! Toda aquella deuda te la perdoné porque me lo pediste. ¿No debías tú también tener compasión de tu compañero, como yo tuve compasión de ti?"

Y el señor, indignado, lo entregó a los verdugos hasta que pagara toda la deuda.

Lo mismo hará con vosotros mi Padre del cielo, si cada cual no perdona de corazón a su hermano.»

Cuando acabó Jesús estas palabras, partió de Galilea y vino a la región de Judea, al otro lado del Jordán.


Señor Jesús, tú nos has dado la más excelente lección y el mayor ejemplo de perdón. Y ya ves como nos cuesta a nosotros perdonar. Con frecuencia nos consideramos víctimas del mal ajeno y casi nunca autores del daño causado al prójimo. Qué lástima que andemos tan equivocados.
Y nos fijamos tanto en nuestras simples heridas, que dejamos de poner la mirada en tí, Señor Crucificado. Si de veras te miro a ti con el corazón, comprenderé que tus heridas son causadas por mi, y si tú me has perdonado, ¿qué debo hacer yo al sentirme ofendido?
Jesús misericordioso, ayúdame a no tener en cuenta el mal recibido y que ponga más atención en hacer el mayor bien al hermano.