Ez 24,15-24

Me vino esta palabra del Señor:
-Hijo de Adán, voy a arrebatarte repentinamente
el encanto de tus ojos;
no llores ni hagas duelo
ni derrames lágrimas;
aflígete en silencio como un muerto,
sin hacer duelo;
líate el turbante
y cálzate las sandalias;
no te emboces la cara
ni comas el pan del duelo.
Por la mañana yo hablaba a la gente,
por la tarde se murió mi mujer,
y a la mañana siguiente
hice lo que se me había mandado.
Entonces me dijo la gente:
¿quieres explicarnos
qué nos anuncia lo que estás haciendo?
Les respondí: Me vino esta palabra del Señor:
Dile a la Casa de Israel: Esto dice el Señor:
-Mira, voy a profanar mi santuario,
vuestro soberbio baluarte,
el encanto de vuestros ojos,
el tesoro de vuestras almas.
Los hijos e hijas que dejasteis
caerán a espada.
Entonces haréis lo que yo he hecho:
no os embozaréis la cara
ni comeréis el pan del duelo;
seguiréis con el turbante en la cabeza
y las sandalias en los pies,
no lloraréis ni haréis luto;
os consumiréis por vuestra culpa
y os lamentaréis unos con otros.
Ezequiel os servirá de señal:
haréis lo mismo que él ha hecho.
Y, cuando suceda,
sabréis que yo soy el Señor.

Lectura sálmica: Dt 32,18-19.20.21

Despreciaste a la roca que te engendró.

¡Despreciaste a la Roca que te engendró,
y olvidaste al Dios que te dio a luz!
Lo vio el Señor, e irritado
rechazó a sus hijos e hijas.

Pensando: Les esconderé mi rostro
y veré en qué acaban,
porque son una generación depravada,
unos hijos desleales.

Ellos me han dado celos con un dios ilusorio,
me han irritado con ídolos vacíos:
pues yo les daré celos con un pueblo ilusorio,
los irritaré con una nación, fatua.

 Mt 19,16-22

En aquel tiempo, se acercó uno a Jesús y le preguntó:
–Maestro, ¿qué tengo que hacer de bueno, para obtener la
vida eterna ?

Jesús le contestó:
–¿Por qué me preguntas qué es bueno? Uno solo es Bueno.

Mira, si quieres entrar en la vida, guarda los mandamientos.

El le preguntó:
–¿Cuáles?

Jesús le contestó:
–«No matarás, no cometerás adulterio, no robarás, no darás falso testimonio, honra a tu padre y a tu madre, y ama a tu prójimo como a ti mismo».

El muchacho le dijo:
–Todo eso lo he cumplido. ¿Qué me falta?

Jesús le contestó:
Si quieres llegar hasta el final, vende lo que tienes, da el dinero a los pobres –así tendrás un tesoro en el cielo– y luego vente conmigo.

Al oír esto, el joven se fue triste, porque era rico.