Los católicos saben que la Virgen María no abandona nunca a sus hijos. Como una prueba entre muchas, el hecho extraordinario sucedido hace casi 70 años que recoge Cari Filii News:

La pasada semana los obispos de Kazajistán, Kirguistán, Uzbekistán y Turkmenistán, todas ellas repúblicas exsoviéticas de Asia Central, se reunieron con el Papa Francisco en el marco de la visita ad limina apostolurm, un encuentro que se produce cada ciertos años con las iglesias locales para conocer su situación.

Al frente de la Iglesia en Kazajistán está el español José Luis Mumbiela Sierra, arzobispo de Almaty y presidente de la Conferencia Episcopal del que es en extensión el noveno país más grande del mundo pero que tan sólo cuenta con 18 millones de habitantes, menos de la mitad que España.

La bella historia tras el regalo mariano al Papa

Monseñor Mumbiela explicó al Papa la realidad de una iglesia prácticamente naciente, con apenas 200.000 fieles repartidos por todo el territorio, pero con un empuje potente y ganas de evangelizar.

En este proceso evangelizador tiene un papel elemental para el pueblo kazajo la figura de la Virgen. Precisamente, el arzobispo español regaló al Papa Francisco la imagen de una Virgen que tiene tras de sí un enorme simbolismo para esta minoría católica, pues consideran que durante la época soviética les mantuvo con vida.

El arzobispo Mumbiela, presidente de la Conferencia Episcopal de Kazajistán, con el cuadro de la Virgen que regaló a Francisco.

En una entrevista con Vatican News, el arzobispo explica la vibrante historia que se esconde tras esta imagen mariana. “Este es un cuadro que recuerda un momento especial en la historia de algunos católicos en Kazajistán, en un pueblo del norte del país, de deportados polacos que fueron llevados ahí en el año 1935-1936”, contextualiza Mumbiela.

El gran hecho extraordinario se produjo en 1941 cuando una hambruna arreció en este pequeño pueblo de deportados y encima con “40/50 grados bajo cero, con dos metros de nieve… ahí ¡búscate la vida!”.

El milagro del lago

“Los polacos como buena gente rezaron a la Virgen –agrega el arzobispo de Almaty- pidiendo el milagro de su intercesión. He aquí que en torno al 25 de marzo de 1941 se derrite la nieve, y se genera un lago, y en ese lago ¡surgieron peces! Y con esos peces se salvaron ellos y otros pueblos de alrededor”.

Este lago todavía existe y estos católicos deportados vieron claramente la mano de la Virgen en todo esto. De hecho, monseñor Mumbiela asegura que en el centenario de la Virgen de Fátima se produjo “más o menos la misma situación”.

La construcción de una iglesia dedicada a la Virgen

“Evidentemente es un hecho sobre el que nosotros no decimos que es un milagro de la Virgen, pero en fin, en el corazón del pueblo del creyente se ve la maternidad de la Virgen que está allí intercediendo por sus hijos”, agrega.

Este pueblo quiso durante los años ochenta del pasado siglo construir en este lugar una iglesia dedicada a la Virgen de Fátima. Estaban solos y no tenían sacerdote, pero esto no fue un impedimento. Así, cuando en 1989 llegó el que ahora es obispo de Astaná se concluyó este templo gracias a la ayuda de un benefactor que pidió que se llamase “María Reina de la Paz”.



La consagración de Kazajistán a la Reina de la Paz

Entonces, en 1995 el entonces obispo para Kazajistán y Asia Central consagró el país y toda la región a María Reina de la Paz, que de hecho es actualmente la patrona de Kazajistán, en una “época de mucha pobreza y de una situación social muy peligrosa”.

Curiosamente, explica este obispo, “a partir de entonces Kazajistán levanta cabeza”.

Cuando San Juan Pablo II visitó Kazajistán en 2001 habló del santuario nacional en Oziorno –así se llama este pueblecito, que significa “del lago”. Y así fue como nació y se nombró el que es el Santuario Nacional María Reina de la Paz.



“No había allí una imagen así especial, que recuerde este acontecimiento histórico, y en la curia de mi diócesis mandé a hacer un cuadro que recordara este momento: no dando ella peces de sí misma, sino como veis en el cuadro, es el niño Jesús en los brazos de la Virgen que va dando peces a su Madre, y la Madre los echa a las redes, que son nuestras oraciones, redes echadas en el lago de la misericordia.  Jesús dijo a Faustina Kowalska: di a todo el mundo que mi misericordia es como un océano sin orillas. Un momento de ese océano es ese instante en la historia, es ese lago: es un recuerdo de que la misericordia de Dios continúa en cada momento.  Jesús a través de su Madre nos concede, todas las gracias, todos los peces: en el cuadro hay siete peces que son signo de la totalidad. Podría ser una catequesis muy bonita sobre el cuadro pero lo dejamos para otra vez”, concluye.