El santuario de Nuestra Señora de Rocamadour es el lugar de peregrinación mariana más importante de Francia, después de Lourdes. Allí tuvo lugar la conversión de un célebre compositor, que relata Cari Filii News:

Una vez que recobró la fe ante la Virgen Negra de Rocamadour, el compositor y pianista Francis Poulenc (1899-1963) nunca volvió a vacilar en ella, y buena parte de su producción musical mantuvo una sólida y sincera inspiración religiosa. Contribuyó incluso a inmortalizar a las religiosas de Compiègne, mártires de la Revolución Francesa, con su versión de Diálogo de Carmelitas, una de las óperas del siglo XX que se representan con mayor frecuencia.


Francis Poulenc, con la soprano Virginia Zeani en una representación de "Diálogo de carmelitas".

Nunca tuvo problemas económicos, ese gran problema de los artistas. Era hijo de un importante industrial católico, Émile Poulanc, cuya sociedad se fusionó en 1928 con la gran empresa química del Ródano para crear el consorcio Rhône-Poulanc, el mayor fabricante de productos farmacéuticos de Francia.

Las dotes de Francis habían destacado desde muy pequeño. Su madre, de gran formación musical, le puso en clases de piano desde los 5 años. Pudo formarse con un gran virtuoso como el español Ricardo Viñes, quien le puso en contacto con compositores de la talla de Claude Debussy –una de las grandes influencias sobre su estilo– y Maurice Ravel. A los 18 años logró su primer gran éxito con un concierto en el Liceo Condorcet, y compuso su primera gran obra, Rapsodia negra.

La fe perdida

Pero ese 1917 fue justo el año en el que perdió la fe, a raíz de la muerte de su padre, que no logró superar. Dos años antes había fallecido su madre, así que Francis y su única hermana  afrontaban solos su recién estrenada juventud.


Francis Poulenc en 1920, en un cuadro de Jacques-Émile Blanche.

Él se aferró a su carrera musical y en aquel su París natal de los “locos años 20” se convirtió en un imprescindible de las reuniones de artistas. Trató a Jean Cocteau y a Pablo Picasso, y supo cultivar todo tipo de relaciones sociales, no solo las propias de su oficio: también escritores, periodistas, críticos… Mientras continuaba formándose, en buena medida como autodidacta, componía sus primeras obras, desde melodías para los poemas de Guillaume Apollinaire a ballets, además de numerosas canciones.

En 1926 conoció al barítono Pierre Bernac, quien se convirtió en su intérprete-fetiche: compuso para él 90 de sus 145 melodías. ¿Fue esa su primera relación homosexual? Wilfrid Mellers, en su biografía, dice que, “a pesar de las proclividades homosexuales de Francis, Bernac y él no fueron amantes”.


Bernac canta, con Poulenc al piano, algunas de sus canciones sobre poemas de Apollinaire.

De hecho, en 1928 el compositor sufrió su segunda gran desgracia en la vida cuando le rechazó la mujer a la que amaba, Raymonde Linossier, quien moriría dos años después. Se acentuaron sus tendencias depresivas y sus interrogantes existenciales. La ambigüedad sobre sus sentimientos era total. En esas mismas fechas, por ejemplo, compuso para la clavecinista Wanda Landowska un Concierto campestre que dedicó al pintor Richard Chanlaire, quien era ya su amante.


Con Jean Cocteau.

Son los años que van preparando el terreno a su conversión. Continúa con su trabajo y entre la bohemia parisina tiene fama de inquieto y jovial, incluso guasón, pero con tendencia a la melancolía y algunos comportamientos que desvelaban, según la gran biografía de Hervé Lacombe, también “un lado canalla” y vulgar.

La fe recobrada ante la Virgen

Pero el 17 de agosto de 1936, en una carretera húngara, el compositor Pierre-Octave Ferroud, buen amigo suyo, muere decapitado en un accidente de coche. Cuando Francis se entera, queda devastado. La gráfica violencia del hecho y la percepción brutal de la fragilidad de la vida le impulsan a interrogarse de nuevo por el más allá.

“La muerte de Ferroud me ha trastornado desde todos los puntos de vista”, escribe en esos días a su amigo Georges Auric: “Me gustaría pensar como tú, tener tu fe, porque así estaríamos exactamente en el mismo plano. Pero ¿qué hacer cuando no se cree?”

El 22 de ese mes, aprovechando que se encuentra en Uzerche (Corrèze) trabajando con Pierre Bernac, acude al santuario de Rocamadour, donde había estado el año anterior y revivirá ahora ante la Virgen la fe perdida casi veinte años antes.



Rocamadour terminó de llevarme a la fe de mi infancia", explicó él mismo: "Este santuario, seguramente el más antiguo de Francia (San Luis se detuvo allí cuando partió para las Cruzadas), lo tenía todo para cautivarme. Amarrado al suelo en una cavidad roqueña, Rocamadour es un extraordinario lugar de paz"


Situada en un acantilado calizo sobre el cañón del río Alzou, Rocamadour y sus siete santuarios es el segundo lugar más visitado de Francia, después de Mont Saint Michel. Foto: France-Voyage.

"Precedida por un patio rosa por los laureles", describe, "una capilla muy modesta, construida en la piedra, abriga una imagen milagrosa de la Virgen, esculpida, según la tradición, en madera negra por San Amador, el pequeño Zaqueo del Evangelio, quien tuvo que trepar hasta un árbol para poder ver a Cristo... En Rocamadour paso largas horas en el santuario, solo ante la Virgen Inmaculada, y reconozco de golpe el signo indiscutible, el puñetazo de la gracia en pleno corazón. Nunca desde entonces se ha debilitado mi creencia”.


La Capilla de Nuestra Señora en Rocamadour.

Impresionado por el silencio y la intensidad de esta incipiente oración, esa misma noche Poulenc escribe las primeras notas de las Letanías a la Virgen Negra para voz femenina y órgano: "En esta obra intenté sacar a relucir ese lado mío de ‘devoción campesina’ que me había impactado con tanta fuerza en este lugar elevado".


Las Letanías a la Virgen Negra de Francis Poulenc.

A partir de ese momento buena parte de su rica producción (música de cámara y música sinfónica, música religiosa y teatro lírico, música coral, música de escena, música de películas) será puramente religiosa. Al año siguiente dedicó a la memoria de su padre la Misa en sol mayor para coro mixto a cappella (1937), en 1938 y 1939 los Cuatro motetes para un tiempo de penitencia y en 1941 una muy notable Salve. O, al tiempo que otras producciones, un Stabat Mater en 1950, un ballet sobre Santa Margarita de Cortona que se representa en la Scala de Milán en 1953 o, sobre todo, el Diálogo de Carmelitas, basado en la obra de Georges Bernanos sobre las mártires de Compiègne, que le supuso un pleito de cuatro años entre 1953 y 1957 por los derechos de autor.


Escena final de Diálogo de Carmelitas, con la Salve Regina. Pincha aquí para seguir la letra de las letanías.

En esa época sufrió también por la larga agonía de otro de sus amantes, Lucien Roubert, un viajante de comercio. A pesar de su fe sincera (“intuitiva e ingenua, más que intelectual”, afirma Jean-Luc Macia), su conflicto interior por esa tendencia nunca le abandonó, y en 1958 dedicó a su último compañero, Louis Gautier, un obrero a quien había conocido el año anterior, su tragedia lírica La Voz humana.

Poulenc murió por un ataque al corazón el 30 de enero de 1963. Sus Letanías de la Virgen Negra continúan siendo una referencia para todo el que visita Rocamadour. Y, a pesar de todas sus caídas, él murió con fe. Veinticinco años antes le había escrito así a su amiga Nadia Boulanger: “¡Si supieras qué dulce es sentirse sostenido por una inspiración religiosa cuando uno tiene todavía todos sus ‘sentidos’! Esto me ayuda no solo a trabajar, sino a atravesar esta época horrible. Hay que confesar además que la posición católica es la más humana para estos tiempos de opresión”.