Benedicto XVI ejerció su pontificado durante casi 8 años, de abril de 2005 a febrero de 2013. Después el Papa se convirtió en algo nunca antes visto: un Papa emérito.  

Y así, cuando Roberto Regoli publica su libro sobre este pontificado, hace algo insólito, como señala el cardenal Rouco en su prólogo de la versión española: por primera vez un autor narra la historia de un pontificado acabado estando el protagonista vivo y en categoría novedosa de "Papa emérito". Es lo que encontramos en "El Pontificado de Benedicto XVI: más allá de la crisis de la Iglesia" (Ediciones Encuentro), un libro con muchos datos pero que se lee con agilidad y va directo al grano.




¿Cómo valorar un pontificado? Regoli, que además de sacerdote es un historiador especializado en los papados del siglo XIX hasta nuestros días, avisa al final de su libro: "El éxito y el fracaso de un pontificado no se mide en tiempos breves, sino largos. Lo que cuenta es si las adquisiciones de dicho pontificado y los procesos incoados por él encuentran confirmaciones en el tiempo". 

Pone el ejemplo del Papa Gregorio VII, que tras muchas luchas por reformar la Iglesia y la Cristiandad y conflictos al plantar cara al Emperador, murió en 1085 fuera de Roma, exiliado, "un final fracasado". "Y sin embargo, fue el pontificado más importante de todo el segundo milenio, dio rostro a la cristiandad sucesiva, la condicionó". 

¿Puede suceder algo así con el pontificado de Benedicto XVI? ¿Las líneas que señaló él marcarán el siglo? 


Benedito XVI con una tablet... fue él quien puso en marcha la cuenta Pontifex en Twitter, el primer "papa tuitero"


Al inicio de su ministerio papal, Benedicto no ofreció un programa. Su gran objetivo lo explicó una y otra vez: ofrecer Jesús al mundo. Esta idea prioritaria se plasma incluso en sus libros imprescindibles de "Jesús de Nazaret", que el cardenal Rouco considera "su obra teológica cumbre" y "cumbre de su vida personal", que cumple la máxima de San Benito: "no anteponer nada a Cristo".  

Pero para ofrecer a Cristo mediante la Iglesia vio que era necesario: 

- afrontar la reforma de la Curia y de la Iglesia: reformar instituciones, crear otras nuevas y limpiar corrupciones de entidades y organismos

- salir a presentar batalla ante "la dictadura del relativismo", sus mentiras y sus poderes

- buscar la unidad entre los católicos y entre todos los "discípulos de Cristo": lefebvrianos, ortodoxos, anglicanos...

Intentó trabajar en estos tres temas con toda su fuerza y marcó algunas líneas de trabajo que probablemente sean profundizadas por los siguientes pontífices.


Por ejemplo, en la lucha contra la pederastia y los abusos sexuales en la Iglesia, viendo la ineficacia de los obispos locales, Benedicto centralizó la recogida de denuncias y resolución de casos en Roma, en Doctrina de la Fe. 

¿Quién podía pensar que esta tendencia se consolidaría cuando en 2018, un Papa muy sinodal como Francisco, pidiera a todos los obispos chilenos que presentaran su dimisión por su ineficacia ante los abusos? 

Otro ejemplo lo vemos en su novedosa y creativa idea para anglicanos que se quieren hacer católicos manteniendo elementos de sus tradiciones y patrimonio cultural. Crea en 2009 unos ordinariatos que no dependen directamente de la Iglesia local aunque colaboran con ella, y tienen su propio ordinario, a menudo un ex-obispo anglicano, y aspectos distintivos en la liturgia y el misal. A los miembros se les pide aceptar la primacía del Papa y las enseñanzas del catecismo; es una forma de concretar lo que significa ser católico en una época de incertidumbres.



Benedicto XVI con monseñor Newton, antiguo obispo anglicano y hoy ordinario al frente de los católicos de origen anglicano en Gran Bretaña

Han pasado 9 años y los tres ordinariatos creados se mantienen firmes y estables, pequeños aún, pero creciendo poco a poco, en Gran Bretaña, EEUU-Canadá y Australia. Más que una solución "para el caso" puede ser toda una nueva experiencia de eclesiología: un ordinario que no es obispo, acompañado de un consejo con muchos laicos, con clero casado (se ordena a casados, no se casa a ordenados), extendido por varias diócesis o países, pastoreando docenas de comunidades, miles de personas... ¿habría podido ser factible antes de Internet y sin un idoma común? ¿Puede originar más experiencias similares? Benedicto XVI abrió un nuevo territorio para explorar y conquistar.


El libro de Regoli cubre muchos temas en sus 370 páginas de texto (y otras 70 de bibliografía, cronología e índices). Analiza los nombramientos que hizo Benedicto, su trato con los nuevos movimientos, la liberalización de la liturgia por la forma extraordinaria del rito romano, sus generosos avances hacia los lefebvrianos, el diálogo fluido con los ortodoxos en temas de valores y libertad frente al yihadismo y el materialismo (tener al nuevo Patriarca Kirill en Moscú ayudó), el "atrio de los gentiles" para avanzar al encuentro de los que no creen, su cercanía al mudno de la cultura, las opciones respecto a China (cuando parecía que se podía llegar a un mútuo reconocimiento de los obispos), el trato con Estados Unidos, que pasó de Bush a Obama; su apuesta benedictina por Europa... 

Hay todo un capítulo dedicado a su renuncia y su función -insólita, totalmente novedosa- de Papa emérito.


Se recogen los problemas con el Islam. El discurso en Ratisbona que citaba a un emperador bizantino criticando a Mahoma ("solo ha aportado la espada") causó disturbios, muertes y conflictos diplomáticos. Pero el Vaticano reaccionó multiplicando sus lazos con las entidades musulmanas, con más interlocutores, más gente preparada y más foros de encuentro. Benedicto llegó al papado en la era de Al-Qaeda y renunció un año antes de que Estado Islámico conquistase Mosul y se crease un califato propio. 




Hay todo un capítulo inicial sobre el Cónclave y las facciones eclesiales que llevaron a Benedicto a ser papa. El cardenal Rouco, que estuvo en el Cónclave, aunque alaba el libro en general, en su prólogo a la edición española comenta que es un "capítulo alimentado no de fuentes seguras y aunténticas -que no las hay- sino de las hipótesis periodísticas que se asemejan más a relatos imaginativos que a crónicas veraces de lo realmente sucedido".


Regoli divide el Pontificado en dos etapas: una, dice, es dinámica y creativa, de 2005 a 2010. Después, dice, hasta su renuncia en 2013, Benedicto entra en una etapa mucho más débil, "reactiva, enturbiada y dolorosa".

Marca un punto de inflexión la muerte por accidente de Manuela Camagni, una de las mujeres con las que convivía el Papa en las estancias pontificias. Gänswein confirma que la muerte de Camagni dañó al anciano Papa mucho más que otros momentos malos de ese año 2010, más que los problemas con el lefebvriano Williamson o los ataques feroces de la prensa, por ejemplo. 

Sin embargo, Gänswein señala que Benedicto no se retiró a ninguna inactividad: viajó a Inglaterra en 2010, a Alemania en 2011, al Líbano en 2012... 



Benedicto XVI y el cardenal Rouco en la JMJ de Madrid 2011

El cardenal Rouco añade que tampoco le convence lo de las dos etapas. Recuerda que Benedicto también viajó a la JMJ de 2011 en Madrid -de la que él fue anfitrión- y que el Papa calificó como "una cascada de luz", "una estupenda manifestación de fe para España". Dijo de ella: "ha sido una nueva evangelización vivida". Y antes estuvo en 2010 en Barcelona y Santiago de Compostela, dos símbolos de cultura cristiana eterna con su catedral y con la Sagrada Familia de Gaudí, siendo ésta un ejemplo de "evangelización del hombre posmoderno". 

¿Cuántas de las pelotas que puso a rodar Benedicto XVI se convertirán en goles sonoros muchos años después?

 



Estas son algunas de las cuestiones que el mismo cardenal Rouco ponderará este miércoles 23 de mayo, a las 19 horas, en la presentación en Madrid del libro "El Pontificado de Benedicto XVI. Más allá de la crisis de la Iglesia". Con el cardenal estarán el periodista Bieito Rubido, director del diario ABC, y el presidente de Ediciones Encuentro, José Miguel Oriol, como moderador. El acto se celebrará en la Fundación Rafael del Pino (www.frdelpino.es, calle Rafael Calvo, 39).