¿Qué es la religión natural? Es pensar que con Dios, o los espíritus, se puede negociar: que si les doy algo (obediencia, sacrificios) ellos deben bendecirme con cosas, o al menos con benevolencia. 

Pero el Dios de Israel no es así. No se le puede comprar ni sobornar. Él es Señor. En el Libro de Job Satán se mofa y dice a Dios que Job le sirve por interés, porque recibe cosas a cambio, no porque le reconozca como Señor real. Dios pondrá a prueba a su siervo. 


Esto es lo que viene a analizar Luigino Bruni, profesor de Economía Política en la Universidad Lumsa de Roma, un experto en economía de comunión. Es un enamorado de la Biblia que repasa con frecuencia el Antiguo Testamento con ojos de laico inquieto desde las páginas del diario Avvenire.

Apasionado de la justicia social, de los interrogantes que desde las páginas bíblicas interpelan al poder, a la economía, a la política, ha publicado ya varios libros que recoge la editorial Ciudad Nueva en su colección "Biblia y temas de hoy". 

Se publica ahora su "relectura" del Libro de Job, al que muchos consideran el libro más difícil de la Biblia, un libro al que acuden ateos y agnósticos buscando al hombre en su drama, al hombre ante el dolor y el misterio del mal. 
 


Aquí, en Ciudad Nueva, La Desventura de un Hombre Justo


Bruni cree, como muchos expertos, que debió existir una versión previa, pagana, de la historia. En Babilonia y en Israel se conocería el cuento de un hombre bueno y rico, que de forma inexplicable empieza a sufrir desgracias horribles y lo pierde todo. El hombre, paciente, reconocerá que las riquezas y bienes que tenía las consiguió por generosidad de los dioses. Y quizá sí era culpable de algún mal oculto. Finalmente, reconociendo que los dioses son sus señores, que son grandes y sabios, reestablece su situación y se le premia con nuevas riquezas. Moraleja: hay que ser humilde y paciente ante las adversidades y reconocer el señorío de la divinidad. 


En algún momento, un escritor, seguidor del Dios de Israel, de Abraham, Isaac y Jacob, decidió contar esta historia a su manera, en clave hebrea. Luigino Bruni cree que entonces pasó algo que sucede a veces en literatura: el personaje, Job, cobró vida propia, con sus dolores, su furia, su enfado, su indignación, con sus imprecaciones al Dios lejano, el Dios que parece impasible ante su dolor de justo sufriente.

Este Job fue más allá de la convención literaria, de lo que se escribía en esa época. El propio escritor debía quedar espantado y asombrado y estremecido con lo que decía el personaje, con su enfrentamiento ante el Dios oculto y silencioso. 

Quedó claro que Job era un hombre justo. Negó las acusaciones de "algo habrás hecho" de sus amigos. Quedó claro que Dios permite que los buenos y justos sufran injustamente. 


Y entonces comparece Dios. Ya no es un Dios silencioso y lejano. Pero tampoco acude a consolar a Job sino a proclamar que Él es Dios, Él es el Creador, Él y sólo Él conoce los porqués de las cosas, del universo, del tiempo, del dolor... 

A Job se le permitía protestar y quejarse ante el Dios lejano y silencioso. Pero ante el Dios que acude a la llamada y expone su poder sólo hay dos opciones. Una es la blasfemia, la rebelión total. Es lo que intenta inspirar Satán, el Acusador, y lo que propone la mujer de Job en el segundo capítulo: "Maldice a Dios y muérete". 


   "Maldice a Dios y muérete", le dice a Job su mujer; parece esta escena la que representa Orazio de Ferrari en el siglo XVII

La otra opción es la rendición completa. Y esa es la opción de Job. Es rendición completa, no "interesada". No hay cálculo de intereses posible. Es reconocimiento del total Señorío del Señor. 

La Biblia dice que "a Dios nadie le ha visto", pero el Libro de Job no está de acuerdo. "Yo te conocía sólo de oídas, mas ahora te han visto mis ojos. Por eso me retracto y me arrepiento en el polvo y la ceniza" (Job 45, 5-6, Job habla humillado tras el discurso de Dios). 


"Job supera la última tentación y Dios gana su apuesta contra el Satán", señala Luigino Bruni. Satán apostó que Job no era bueno y servidor de Dios de forma gratuita, sino de forma interesada, a cambio de sus rebaños, hijos, riquezas. Pero ahora queda claro que Job ya no tiene ni hijos, ni rebaños, ni riquezas, que ni siquiera tiene respuestas de Dios ni justificaciones de Dios. Tiene solo a Dios. Ni siquiera al Dios consolador que querría, sino a un Dios que le regaña por su insolencia. A ese Dios lo acepta Job... y así el demonio queda refutado. 

Se convierte así en un canto a la gratuidad frente al interés. También en un reconocimiento de que Dios es un Dios de luchas: es el que lucha con Jacob en el vado de Yaboc (Gn 32), es el que discute con Moisés. 


Y sin embargo, este Dios, parece indicar el libro, no está completo. Dios "debería" estar con nosotros, más cerca, sufrir con nosotros. Y en el mundo los niños, los justos, siguen sufriendo. Dios ha de venir y consolar y restaurar alguna vez. Por eso Bruni escribe: "Job nos enseña que si hay un Dios de la vida, debe ser el Dios del todavía no, que puede llegar en cualquier momento, cuando menos lo esperemos, y dejarnos sin aliento. ¡Ven!"

Consiga aquí en Ciudad Nueva La Desventura de un Hombre Justo, por Luigino Bruni; 143 páginas; 14,5 euros. 

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