Ha costado mucho tiempo: el director Martin Scorsese, de formación católica, habla de ello desde 2004 y aún antes, pero parece que al final su película Silencio, sobre los cristianos perseguidos en el Japón de los samurais, se estrenará en diciembre.

La cinta, de la Paramount, está protagonizada por Liam Neeson, Adam Driver y Andrew Garfield, y relata la historia de dos jóvenes jesuitas que viajan a Japón en busca de un misionero que ha apostatado después de sufrir torturas. Allí vivirán la experiencia de la persecución.

Silencio ha sufrido vivió un accidentado rodaje durante 14 semanas en Taiwán. El 28 de enero de 2015, un techo se derrumbó matando a un empleado del rodaje e hiriendo a otros tres. 

El guión se basa en la novela Silencio de 1966, del escritor católico japonés Shusaku Endo (19231997). La escribió tras años de estudiar la literatura cristiana francesa y autores como Paul Claudel o Emmanuel Mounier. Ambientada en el Japón de los s.XVI y XVII, se centra en el choque de mentalidades entre la espiritualidad de los jesuitas españoles y portugueses y el pragmatismo materialista de los japoneses. 




Las primeras generaciones de conversos japoneses tuvieron que enfrentarse a diversas persecuciones locales, a menudo instigadas por las potencias protestantes (ingleses y holandeses), por el clero budista o por intereses de la nobleza local. Posteriormente, y hasta 1873, las persecuciones fueron de alcance imperial. 
 
En la novela, los jesuitas recién llegados ven que predican en tierra infértil y bajo acoso de las autoridades. Se plantean preguntas. ¿Vale la pena perseverar? ¿Cómo perdonar a los que nos persiguen? ¿Cómo resistir las torturas físicas y psicológicas?

El portugués padre Sebastián Rodrígues, enviado a Japón para consolar a los perseguidos y juzgar a un sacerdote apóstata, en la novela incluso llega a dudar de quién es Jesús y cuál es el papel de Dios y su silencio ante el dolor de sus fieles. 


Los misioneros católicos empezaron a trabajar em Japón en 1549: Portugal solía apoyar a los jesuitas y España enviaba más bien franciscanos y dominicos. Aunque al principio la fe no parecía arraigar, lo cierto es que en medio siglo se estableció una comunidad vigorosa por todo el país. En 1600 había 95 jesuitas extranjeros en el país (57 portugueses, 20 españoles, 18 italianos) y, hecho asombroso, 70 hermanos jesuitas nativos de Japón.

Entre 1553 y 1620 86 daimyos (señores feudales) fueron bautizados oficialmente y muchos más simpatizaban con los cristianos. Al empezar el siglo XVII había unos 300.000 cristianos en Japón. En la ciudad de Nagasaki eran ya la mayoría de la población, con 10 iglesias.

Era algo insólito: era la mayor comunidad cristiana del mundo que no estaba gobernada políticamente por potencias europeas


La persecución sistemática contra los cristianos comenzó en 1614 y se prohibió toda actividad a los sacerdotes. A los extranjeros se les ordenó marchar. En el país, en la clandestinidad, operaron, según les consta a los historiadores, 18 jesuitas, 7 franciscanos, 7 dominicos, 1 agustino, 5 sacerdotes seculares y un número desconocido de hermanos jesuitas nativos, que iban siendo descubiertos y ejecutados.

Se calcula que la persecución causó 1.000 mártires directos, y muchos miles de cristianos laicos murieron de enfermedad y pobreza al serles confiscados sus bienes y medios de vida.

Algunas comunidades intentaron perseverar durante 240 años sin contacto con el exterior y sin sacerdotes, pero sus números disminuían y su doctrina se hacía confusa y se iba alejando del cristianismo. Hasta 1853, cuando llegan los barcos de guerra norteamericanos, Japón permaneció cerrado al mundo.