El último libro de Pío Moa, La Reconquista y España, está ya en segunda edición a muy pocas semanas de la primera. Moa es el historiador con mayor éxito en el panorama editorial español de los últimos lustros, mal que le pese a quienes, por ejemplo, niegan el objeto mismo de esta obra: la Reconquista. Porque lo primero que sorprende al abrir sus páginas es la existencia de una corriente que pretende discutir un suceso que ocupa nada menos que ocho siglos (711-1492) de nuestro pasado. 

-¿Por qué ese empeño en negar la Reconquista?
-La Reconquista es una evidencia, y quienes la niegan tienen que hacerlo en español, no en árabe. Hay ahí un grado muy alto de simple estupidez (atacan a España y al mismo tiempo niegan su existencia histórica). Pero su intención es clara. En España, sobre todo a raíz del "desastre del 98", se creó una corriente intelectual y política hispanófoba, y esta es una de sus manifestaciones. No existe un problema histórico real con la Reconquista, el problema es más bien el de una universidad intelectualmente degradada.


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-Pero ¿podemos llamar España al reino visigodo, que era, por así decirlo, el “objeto” a reconquistar?
-El reino visigodo solo puede llamarse España a partir de Leovigildo y de Recaredo. Antes era una dominación de un pueblo que había recorrido media Europa y podía haberse ido a otra parte. Con Leovigildo aparece bien claro el designio de establecer un estado sobre toda Hispania, y una nación no es otra cosa que una comunidad cultural bastante homogénea dotada de un estado propio. La idea de la recuperación del reino godo es la justificación y la motivación clave que orienta toda la Reconquista, y que culmina con los Reyes Católicos y la reincorporación de Navarra, quedando aparte solo Portugal.

-¿Qué habría sucedido sin ese anhelo restaurador unitario?
-En el curso de un proceso tan largo contra Al Ándalus surgieron diversos reinos, a menudo enemistados entre sí, y realmente lo más probable habría sido que se estabilizase una península dividida en cuatro o cinco estados débiles y a la greña entre ellos, incluyendo alguno musulmán, al modo de la península balcánica. Sin embargo, no ocurrió así, salvo en el caso portugués, inducido desde fuera, y ello demuestra la potencia del ideal hispanogótico.

-¿Por qué fue tan rápida la dominación islámica?
-Los árabes, con tropas inferiores, infligieron derrotas aplastantes al imperio sasánida y demolieron su estado con aparente facilidad; y a los bizantinos les arrebataron tierras mucho más amplias que España en breves campañas. Estas derrotas de los menos sobre los más no son raras en la historia.

-Y aquí hubo “colaboración”…
-En España hubo además un hecho decisivo, y fue la traición de un sector de los godos en el momento culminante de la batalla. La razón por la que estas batallas pueden tener efectos demoledores es la propia centralización del estado. Y el estado hispanogodo era el más centralizado de Europa por entonces. Además, la traición continuó después de la batalla del Guadalete porque, según todos los indicios, el sector witizano siguió creyendo que los musulmanes llegaban como aliados suyos, interesados en obtener botín, pero no en dominar el país. Un hecho parecido había ocurrido anteriormente cuando un sector godo pidió ayuda a los bizantinos contra otro, y el resultado fue que los bizantinos se instalaron en buena parte de la península, siendo después muy difícil expulsarlos.

-¿Y la conquista romana?
-Es absurdo comparar la conquista musulmana con la conquista romana de la península, contra tribus armadas y guerreras e independientes unas de otras: al vencer a unas no se vencía a las demás, y había que seguir combatiendo. La comparación puede hacerse con hechos recientes como la conquista de Francia por los alemanes en la II Guerra Mundial, derrotando con rapidez enorme a los ejércitos francés e inglés, a pesar de que en este caso no hubo traición o fue muy pequeña.

-¿Por qué, por el contrario, fue tan lenta la Reconquista?
-La lentitud de la Reconquista se debe, en primer lugar, a que partió de las zonas más pobres y menos pobladas, frente a un Al Ándalus enormemente superior económica y demográficamente. Si a los reinos españoles les fue posible resistir primero y avanzar después, se debió en gran medida a que Al Ándalus vivió en una especie de guerra civil permanente.

-¿Dificultó las cosas la división de los reinos como herencia?
-Indudablemente, de no haberse adoptado el reparto de los reinos entre los hijos de los monarcas, las cosas habrían ido más rápidas. A lo largo de ese tiempo, observamos una constante alternancia entre las tendencias integradoras y las disgregadoras.

-¿Comprendió la Cristiandad europea lo que se estaba jugando en España?
-En general la cristiandad europea y la Iglesia apoyaron la lucha contra el islam, sobre todo en el sentido de expulsarlo de la península, pero no tanto en cuanto designio político.

-¿La reunificación?
-La idea de Reconquista era bastante ajena a la Iglesia de Roma y más aún a los francos de la Marca Hispánica (aquellos condados más tarde aragoneses y catalanes se retrasaron tres siglos en empujar hacia el sur). Para los francos se trataba simplemente de asegurar una barrera a las ofensivas islámicas, no de recuperar un reino hispanogodo ajeno a ellos. Para la Iglesia pasaba algo semejante, y unas veces apoyaba la unificación y otras la obstruía. De hecho, la secesión de Portugal debe mucho a la intervención papal directa o indirecta a través de la nobleza y alto clero borgoñones, que durante largo tiempo, desde el siglo XI, influyeron muy intensamente en la política de Castilla y León.

-¿Configuró la Reconquista un carácter nacional tendente al enfrentamiento?
-Las tendencias disgregadoras fueron fuertes en España, por las circunstancias, pero no más fuertes que las de Francia, casi todo el tiempo en pugnas civiles, entre los reyes y la nobleza, con un territorio que se ensanchaba y encogía a cada paso, o caía en manos de Inglaterra. También Inglaterra sufría guerras civiles, y para qué hablar de Alemania o de Italia. En todas las sociedades, incluso las más homogéneas, existen tendencias integradoras y desintegradoras que adquieren más o menos fuerza por temporadas.

-No es, pues, nuestro pecado original…
-La idea de que en España las tendencias disgregadoras son especialmente fuertes es una simpleza. Si consideramos la historia en su conjunto y la comparamos con la del resto de Europa, llegamos más bien a la conclusión contraria. Son tópicos absurdos nacidos de la ignorancia de la historia de otros países. Tópicos ridículos como el del cainismo o el guerracivilismo español, tan populares entre los ignorantes y muchos que pasan por lo contrario.

-¿Cómo el de la escasa “europeización” de los españoles?
-Otro tópico. Desde el principio, en Asturias, los reinos españoles son tan europeos como puedan serlo los francos de Carlomagno, con sus propias características. En el libro señalo la tensión entre la herencia cultural goda y las influencias francas. Durante un período, no cabe duda de que el influjo cultural franco fue positivo, pero no sin grandes costes políticos y culturales.

-¿Dificultó la guerra continua el progreso de los reinos?
-Tampoco hay que creer que el progreso dependiera de la paz. Más bien al contrario. Cuando la Reconquista llega al valle del Tajo, queda a salvo el valle del Duero, por donde discurría el Camino de Santiago, que se convierte en una zona rica, donde se crean universidades y una alta cultura que poco a poco va superando a la de Al Ándalus. Pero ese ámbito de seguridad en el Duero dependía de la guerra en el Tajo.

-Nunca se destensaron los ánimos…
-Hasta el final, la psicología de los españoles fue de guerra constante contra Al Ándalus, actitud por supuesto recíproca, aunque, como digo no significa guerra práctica constante. Habría sido demasiado agotador.

-¿Hubo periodos de paz?
-Períodos de paz, al menos prolongada, no hubo casi ninguno. Pero hay que distinguir entre las grandes ofensivas, que efectivamente no podían ser continuas y que, cuando se producían, con bastante frecuencia, dejaban grandes zonas geográficas sin cubrir (no eran como la guerra moderna) y a menudo terminaban en treguas; y la situación en la frontera, donde las algaras, incursiones, saqueos y acciones bélicas menores eran frecuentísimas. Hubo solo un breve período de calma cuando el califato de Córdoba estalla en las taifas y los reinos del norte se benefician de los tributos (parias) que les imponen y que dan lugar a extrañas complicidades, también entre cristianos y musulmanes a veces contra sus propios correligionarios unos y otros. Hay también un largo período de relativa paz con el reino de Granada.

-¿Por qué pasó tanto tiempo hasta su caída?
-La Reconquista estaba prácticamente acabada con Fernando III y Alfonso el Sabio, y Granada pagaba tributo. La permanencia de Granada hasta los Reyes Católicos se debió a ese hecho y a los continuos problemas internos en Castilla-León. De las tres últimas oleadas invasores, almorávide, almohade y benimerín, fueron peligrosas las dos primeras, y los almohades pensaron incluso en reconquistar Al Ándalus, pero en todos los casos fracasaron ante unos reinos cristianos españoles cada vez más fuertes y unidos.

-Ahora que menciona Al Ándalus: ¿es Andalucía su heredera?
-Andalucía es igual que el resto de España genética y culturalmente, con las variedades regionales que se dan en todos los países. Fue repoblada con gentes llegadas de todo el norte, y los islotes musulmanes que quedaron, igual que en Aragón y Levante, terminaron siendo expulsados por sus rebeliones, que dada la piratería berberisca y el poderío turco, mantenían al país en vilo. Eran una quinta columna del enemigo, y muchos fueron diseminados por regiones apartadas del Mediterráneo o, finalmente, expulsados al Magreb. Por cierto que Al Ándalus había expulsado también al Magreb a numerosos cristianos.

-Entonces, todo este “lavado de cerebro” para identificar lo andaluz con lo musulmán…
-La hispanofobia está jugando mucho en Andalucía contra España. Baste decir que un orate como Blas Infante fue nombrado "padre de la patria andaluza" por los actuales partidos, los cuales han impuesto la bandera árabe diseñada por el orate como bandera andaluza. Vivimos tiempos en que, como decía Gregorio Marañón de la república, la estupidez compite con la canallería.