En 2016, la revista Misión hizo una selección de obras de arte del Museo del Prado, de Madrid, que pueden permitir una experiencia de encuentro con Dios, además de una visita en familia o en solitario.

La selección de obras se presenta como una via pulchritudinisla belleza de estas obras ha sido inspirada por la fe– que complementa el vía crucis y nos acerca al Misterio.

1. La Anunciación, de Fra Angelico

Nuestra vía de belleza y fe arranca con La Anunciación, de Fra Angelico, una delicada obra, pintada en témpera y pan de oro sobre tabla, que representa la historia de la Salvación.

La intención narrativa del artista, fraile dominico beatificado por san Juan Pablo II en 1982, le lleva a estructurar la obra como un “cómic” cuyas escenas están organizadas, de acuerdo con su temporalidad, en viñetas: a la izquierda, un triste eco del pasado: Adán y Eva son expulsados del paraíso; a la derecha, la escena que ocupa la composición, dividida por columnas, presenta a una bella adolescente que interrumpe su oración para decir sí a la voluntad de Dios, anunciada por el arcángel san Gabriel.

Debajo, se observa un faldón de imágenes, denominado “predela”, que muestra la secuencia histórica de la vida de la Virgen, desde su nacimiento hasta su tránsito.



2. El Descendimiento, de Van Der Weyden

Nuestra siguiente parada es El Des­cen­dimiento de Rogier van der Weyden. Esta obra flamenca admirada por Felipe II, de una técnica al óleo asombrosamente minuciosa, exhibe a un Cristo sacrificado y recogido de la cruz en un duelo de gran dramatismo.

La Virgen, vencida por el sufrimiento, experimenta la tortura de su hijo; aparece desmayada y soportada por san Juan Evangelista y María Magdalena. Madre e hijo posan en idéntica caída y con una palidez sobrecogedora. El Cordero ha dado su vida por los hombres, que, impactados, no pueden evitar el llanto.



3. El Jardín de las Delicias, de El Bosco

No estará mal que, en este punto de la visita, rememoremos el origen de la cruz contemplando El jardín de las Delicias de El Bosco. En esta obra se encuentran las claves del Cristo, que da su vida para redimir los pecados de unos hombres que, un día, fueron creados por amor.

Asistimos (de nuevo, en forma de viñetas) a una historia de carácter moralizante que representa explícitamente la creación del Padre en un paraíso bello en el que no existen ni la muerte ni el sufrimiento, pero en el que, aun así, el hombre prefiere entregarse al pecado y a los placeres sensuales.

El panel central, que da título al tríptico, exhibe un mundo entregado al pecado en una orgía sin fin en la que su dignidad humillada goza de su pura animalidad.

Las consecuencias del pecado se pueden apreciar en el panel de la derecha, en el que los mismos hombres que se dejaron llevar por los instintos reciben castigos insoportables, relacionados con las faltas cometidas, en un infierno apocalíptico. Los placeres efímeros reciben un castigo eterno en forma de instrumentos musicales a modo de potros de tortura que parecen recordar al hombre que en el pecado está la penitencia…



4 y 5. El Lavatorio y el Entierro de Cristo

No podemos dejar de visitar las obras clave de la escuela veneciana, caracterizadas por su intenso cromatismo, como El lavatorio de Tintoretto y El entierro de Cristo de Tiziano.






6. La Adoración de los Pastores, de El Greco

Continuamos con el mejor representante en España de la escuela veneciana: el Greco. Sus salas son en sí un gran retablo de pintura devocional que nos emociona en la contemplación de la Pasión y de la gloriosa Resurrección.

Pero existe una obra que destaca especialmente por su fuerza: La Adoración de los pastores, en la que el Niño Dios desprende una espectacular luz con la que se iluminan los cuerpos del resto de personajes que completan la escena.

Fragmento inferior de La Adoración de los Pastores de El Greco, en el Museo del Prado.

7. La Sagrada Familia, de Rafael

Nuestro siguiente destino es la Sagrada Familia, de Rafael, llamada «la perla» por el rey Felipe IV, quien la consideró la joya de su colección de pinturas. En ella somos testigos de la infancia de Cristo en una escena de aparente alegría intrascendente y en la que, sin embargo, el juego de miradas esconde un mensaje dramático.

El Niño se complace de las bromas de su primo Juan, lanzando la vista a una Madre protectora, mientras que, al fondo, san José los observa. Pero hay otra mirada que impacta por su significado: santa Isabel, arrodillada, contempla circunspecta al Niño, en clara premonición de la suerte que le espera.




8. Cristo crucificado, de Velázquez

Del Barroco proponemos obras fundamentales. La primera es el Cristo crucificado, de Diego Velázquez, de sobria pose y luz aterciopelada, que parece acariciar un cadáver lleno de vida, obra que inspiró un sentido y místico poema a Miguel de Unamuno.



9. y 10. La Inmaculada y la Adoración de los Magos

Murillo y Rubens cierran nuestra visita. El primero, con la imagen artística más popular y reproducida de la Inmaculada Concepción, en la que una joven de rostro dulce y mirada extasiada flota sobre una nube, llena de Gracia.

En el segundo, La Adoración de los Magos, la humanidad asiste fascinada a la aparición de Dios en la historia.

Y, en medio de ese tumulto y de ese frenesí que anuncia la salvación de la humanidad, la Virgen María, entregada al bebé, lo protege y cubre con el cariño propio de una madre.





Museo Nacional de El Prado (Calle Ruiz de Alarcón, 23, Madrid, tel 913 302 800; www.museodelprado.es)

(Publicado en revista Misión y replicado en ReL en 2016, adaptado en 2022)