Pensar en Mark Twain (18301910) es pensar en Las aventuras de Tom Sawyer, El príncipe y el mendigo, Un yanqui en la corte del Rey Arturo o Las aventuras de Huckleberry Finn, pero no eran ni sus obras favoritas ni las que consideraba mejores.

"Para sorpresa de casi todos", señala Stephen K. Ryan en Mystic Post, ese lugar lo reservaba él mismo para la obra que consagró a Juana de Arco (14121431). Escribió Personal Recollections of Joan of Ark [Recuerdos personales de Juana de Arco] en 1896 bajo el pseudónimo de Sieur Louis de Conte, cuyas iniciales SLC se corresponden con el nombre que da al protagonista del libro como si fuese el autor del mismo, Samuel Langhorne Clemens, en el texto un supuesto paje de la santa francesa.

"Juana de Arco es el que más me gusta de todos mis libros. Y es el mejor. Lo conozco perfectamente bien. Además", escribió Twain, "me proporcionó siete veces más satisfacción que cualquiera de los otros. Doce años de preparación y dos de escritura. Los otros no necesitaban preparación y no la tuvieron". (Pincha aquí para adquirir el libro en su edición española.)



Para documentarse, viajó a Francia a visitar el Archivo Nacional y leyó las actas del juicio que concluyó con la muerte de la joven, así como del juicio que, al cabo de veinticinco años, lavó su nombre de toda infamia y preparó su beatificación (1909) y canonización (1920) cinco siglos después.

En un ensayo de 1904 la calificó como "la Maravilla de las Edades", alguien "puro de mente y de corazón, en sus palabras, en su espíritu, en sus acciones": "Teniendo en cuenta todas sus circunstancias -esto es, su origen, juventud, sexo, ignorancia y entorno, así como los obstáculos a los que tuvieron que enfrentarse sus elevados dones, así como sus conquistas en el campo de batalla y sus luchas en los tribunales que querían quitarle la vida- estamos, con diferencia, ante la persona más extraordinaria que ha producido jamás la raza humana... Fue un personaje hermoso, sencillo, adorable".

A Twain le dejó estupefacto el don de profecía de Juana de Arco, porque, a diferencia de otros profetas, sus anuncios eran absolutamente precisos y se verificaron todos tal cual los había predicho: "Fue la única que se atrevió a dar nombres, a describir la naturaleza precisa de un hecho, el límite temporal preciso en el que ocurriría y el lugar exacto". Y cuando la imagina defenderse ante los tribunales, considera sus palabras arrolladoras y lanza este elogio: "Superar su conmovedora belleza y su fina gracia llevaría a la bancarrota el arte del lenguaje".

La actitud de Mark Twain ante Dios y la religión es discutida por los expertos, que vacilan sobre si la indudable acidez y mordacidad de muchos comentarios del escritor sobre esas cuestiones se dirigen a Dios y la religión mismos, o bien a las personas que se aprovechan de tan altos principios en beneficio propio. Sea como fuere, no era ni devoto ni ortodoxo, de ahí que resalte tanto su amor a una santa católica.

De hecho, cuando en 1905 se le tributó una cena homenaje, en sus palabras de agradecimiento volvió a elogiar emocionadamente a Juana de Arco. El New York Times del 31 de diciembre de ese año recoge el silencio que se adueñó de los presentes al escucharle, no sabiendo si reír creyéndolo una chanza o llorar para compartir una reflexión que le había salido del corazón.


Mark Twain, homenajeado en 1905, redirigió el homenaje a su amada Juana de Arco.

"He estudiado a esa chica, Juana de Arco, durante doce años", dijo solemnemente, "y no me parece que los artistas y escritores nos hayan ofrecido un retrato verdadero de ella. Nos han dibujado una campesina. Y sus vestidos eran los de una campesina, pero siempre se olvidan del rostro: de su alma divina, de su carácter puro. De la mujer suprema, de una muchacha maravillosa. Sólo tenía 18 años, pero poned en un pecho como el suyo un corazón como el suyo, y creo, señoras y caballeros, que tendríais una niña... como fue ella".

Fue en este momento cuando, conmovido y consciente de que sus oyentes lo estaban también, decidió rematar, antes de sentarse, con la broma que esperaban: "¡Y sin embargo nos la pintan con cara de jamón!".

Twain murió cinco años después, sin que haya quedado clara cuál fue su disposición espiritual última. "Ella tenía una fe infantil en el origen celestial de sus visiones", había escrito de Juana. Tal vez él no, pero quien sí fue celestial para él fue la santa que celebra la Iglesia cada 30 de mayo.

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Título: Juana de Arco Ocio Hispano
Autor: Mark Twain  
Editorial: Palabra  
Páginas: 440 páginas  
Precio 19,00 €