“La sesión final de Freud” (en el Teatro Español de Madrid) representa un duelo de ingenio entre el autor de “Crónicas de Narnia” y el creador del psicoanálisis.

Sigmund Freud, padre del psicoanálisis, ateo de ascendencia judía, es uno de los llamados "padres de la sospecha" del pensamiento occidental, socavador de conceptos que deberían ser firmes como el amor, la confianza, Dios, o el mismo "yo". Prohibió a su esposa celebrar el sabbat en casa declarando que la religión era superstición, y estableció que el sexo era la motivación oculta detrás de casi toda la actividad humana.

Estaba acostumbrado a mandar, a hablar y a ser escuchado, y desdeñaba a los colegas que no compartían sus puntos de vista. Pero ¿qué habría pasado si en sus últimos días, minado por el cáncer y la edad, hubiera entablado un debate cordial, de caballeros, pero apasionado y radical, con un cristiano culto y con sentido del humor?


En su agenda, 20 días antes de su muerte en 1939, Freud tenía planeada una reunión con un profesor de Oxford en Londres. No se sabe de quién se trataba. ¿Y si hubiera sido C.S. Lewis, autor de "Mero Cristianismo" y popular por sus cuentos de "Crónicas de Narnia", uno de los mayores difusores en el siglo XX tanto de la literatura fantástica como de un cristianismo razonable?


Esa posibilidad -improbable pero factible y estimulante- llevó a Mark ST. Germain a escribir la obra de teatro "La sesión final de Freud", cuya versión española se representa en la sala pequeña del Teatro Español desde el 13 de enero, gracias a la producción de la Fundación UNIR (Universidad Internacional de La Rioja).

Es un duelo intelectual, lleno de humor y de humanidad, entre dos grandes mentes, la de Freud y la de Lewis, con frases que dan mucho que pensar, y seguridades que chocan con la vida, la guerra y la cercanía de la muerte.




Helio Pedregal interpreta a Freud, con barba blanca y gafas redondas. Eleazar Ortiz se pone en la piel de C.S.Lewis, por entonces a punto de alcanzar la cima de su carrera. Ambos actúan a las órdenes de una británica, Tamzin Townsend, con la producción de la Fundación UNIR (Universidad Internacional de la Rioja) y con un texto traducido por Ignacio García May.

Ignacio Amestoy, director de UNIR Teatro, explica que desde que la versión original se estrenó en 2010 en Londres ha llegado a muchos miles de personas en diversos países, idiomas y versiones (de Australia a Nueva York o Buenos Aires), porque "es un duelo entre gigantes que nos hablan de la vida y de la muerte", lo que implica hablar también de sexo y de Dios.


C.S. Lewis fue ateo en sus años de adolescencia y primera juventud, pero su evolución intelectual fue pareja a la espiritual. Pasó a ser pagano más o menos existencialista, luego vagamente deísta y después cristiano convencido y gran apologeta y divulgador de la fe como algo razonable.

Sus libros y charlas radiofónicas han llevado a muchos a la fe, entre ellos el profesor Scott Hahn (autor de "Roma dulce hogar" y "La fe es razonable"); el fundador de Evangélicos y Católicos Unidos, Charles Colson (que leyó "Mero Cristianismo" en la cárcel); la popular bloguera Jennifer Fulwiler y el científico Francis Collins, uno de los líderes del proyecto Genoma Humano, designado por Barack Obama para dirigir los Institutos Nacionales de Salud de Maryland, pilar de la investigación y gestión sanitaria en EEUU. Los Cursos Alpha de nueva evangelización usan con frecuencia ideas y argumentos de C.S. Lewis a quien recomiendan continuamente.


Lewis popularizo el trilema: o Cristo era un loco, o era un estafador o, si dice la verdad, es quien dice ser: ¡el mismo Dios hecho hombre! Y merecería ser seguido como tal. Pero sobre quién es o no es loco, ¿qué diría Freud?



En la obra teatral es Freud quien ha hecho venir a Lewis, molesto por su libro "El regreso del peregrino" (en español también desde hace pocos años). Es una obra peculiar: un repaso de las ideologías que en la juventud de Lewis parecían populares y firmemente establecidas, pero que pocos años después desaparecían como cualquier moda.

De hecho, se sabe que cuando Lewis era ateo leyó las obras de Freud y usó sus obras filosóficas como una defensa de su ateísmo.

Después, cuando se hizo cristiano, refutó muchos de los argumentos freudianos que antes él había abrazado.

Tampoco Freud hizo un estudio sistemático de lo religioso. Simplemente, siendo adolescente, Freud leyó a Feuerbach y su argumento de que "la religión es simplemente la proyección de una necesidad humana, el cumplimiento de deseos profundamente asentados", y lo aceptó así.


Ya entrado el siglo XXI, el legado cultural de Freud va a menos, mientras que el de Lewis no deja de crecer. El escepticismo respecto al psicoanálisis y su utilidad está en alza incluso en los ambientes menos religiosos.

En cambio, la obra de Lewis, tanto la ficción y narrativa fantástica como la de pensamiento religioso, filosófico y artístico se reedita sin cesar y está muy viva en muchos ámbitos. Las 3 películas (por ahora) de Crónicas de Narnia han ayudado a su popularidad, pero lo cierto es que sus libros nunca han dejado de leerse.


Sin embargo, la obra de teatro no trata de argumentos, sino de personas frágiles en un mundo duro.

Freud, después de todo, se encuentra en sus últimos momentos. ¿Qué piensa alguien que sabe que su tiempo se ha acabado y que se acerca a lo desconocido? Mientras suenan las sirenas que avisan del inicio de la Segunda Guerra Mundial en Londres, ¿qué significa tener la muerte tan cerca?

Se establece entre los dos personajes una cierta camaradería, propia de caballeros. Y ambos, con cortesía y respeto, se escucharán el uno al otro, una actitud de sabios que permitirá el despliegue de mil ideas sugerentes. La capacidad de escuchar es una de las grandes enseñanzas de esta obra en nuestra época acelerada de reacciones poco meditadas.

Veinte días después de la misteriosa cita, Freud haría que un amigo médico le aplicase una sobredosis de morfina para matarle. Lewis viviría muchos años y conocería el amor y el dolor, pero siempre desde la esperanza. Pero en el Teatro Real, durante unos días, ambos viven y despliegan su ingenio que marcó el siglo XX y también ahora el XXI.


Obra de teatro original de Mark ST. Germain
Traducción de Ignacio García May
Producción: Fundación UNIR (www.unir.net)
Dirección: Tamzin Townsend
Actores: Helio Pedregal (Freud), Eleazar Ortiz (Lewis)
Hasta el 22 de Febrero (excepto los lunes) en el Teatro Español de Madrid (sala pequeña), a las 20.30 (domingos a las 19.30); duración: 90 min.