La archidiócesis de Granada se ha visto en las últimas fechas en el ojo del huracán a raíz del caso de los supuestos abusos sexuales por los que han sido detenidos tres sacerdotes y un laico. Gestos como el del arzobispo Javier Martínez postrándose ante el altar de la catedral para pedir perdón, o la rapidez de su primer comunicado en cuanto saltó el caso a los medios, muestran que algo está cambiando en la Iglesia en la gestión de este tipo de crisis que la sitúan bajo los focos.

Yago de la Cierva es uno de los grandes expertos españoles en ese ámbito. Fue director ejecutivo de la JMJ de Madrid 2011 y es profesor de Comunicación Preventiva y Gestión de Crisis en la Pontificia Universidad de la Santa Cruz de Roma. Acaba de publicar La Iglesia, casa de cristal. Propuestas y experiencias de comunicación durante crisis y controversias mediáticas (BAC, Biblioteca de Autores Cristianos). La obra está llamada a convertirse en texto de referencia en facultades de Periodismo o en gabinetes de comunicación o de prensa (eclesiásticos o no, pues la teoría y los ejemplos que extrae no se circunscriben al ámbito de la Iglesia). Sobre todo es lectura instructiva para todos los que ostentan una representación del tipo que sea. Máxime si se trata de una institución, como la Iglesia, que está obligada a una transparencia absoluta. A ser templo y refugio, sí, pero con el techo y las paredes permitiendo a todos ver el interior sin cortapisas.


-No conozco “por dentro” este triste episodio (que no está cerrado aún, y que sin duda todavía traerá cola) y por tanto hay que suspender el juicio en cuanto a los hechos. Pero simplemente de las informaciones ya contrastadas que todos conocen se pueden extraer muchas lecciones. En primer lugar, que todas las instituciones religiosas, por bien que estén gobernadas (y más aún si no lo están) pueden sufrir un problema de estas características.


Yago de la Cierva advierte de la importancia de
tener un plan de acción que prevenga las crisis
mediáticas.


-La Iglesia está formada por personas de carne y hueso, que pueden equivocarse y de hecho se equivocan mucho y gravemente; y es imposible evitarlas por completo. Los hombres somos una fuente inagotable de sorpresas. Pero los fieles católicos y los ciudadanos en general no toleran que no se actúe inmediatamente para atajar el mal. Y es imposible actuar con la celeridad que estos casos requiere si no se está preparado: si no hay un protocolo de acción en casos semejantes, que incluye medidas de investigación, de gestión y de comunicación, que se pueda aplicar rápidamente.


-Todas las diócesis deberían preguntarse si tienen estos protocolos (algo que la Santa Sede pidió a las Conferencias episcopales que estuviera listo para 2012), y saben qué harían si les ocurre algo semejante. Hay que escarmentar en cabeza ajena.


Una obra de valor académico, pero sobre todo
de valor práctico en todos los ámbitos de la Iglesia
donde es esencial la comunicación.


-Cada diócesis y cada institución eclesial son autónomas en su gobierno y en su comunicación, pero no en la percepción de la gente (incluidos los católicos), y lo que afecta a una diócesis, afecta a todas. No estamos asistiendo a un problema que sufre una diócesis, y ni siquiera de la Conferencia episcopal, sino de toda la Iglesia en España. Todos lo leemos, todos nos quedamos abochornados, todos vemos cómo en la otra punta de la península un cura cualquiera es llamado “pedófilo” por la calle y no pasa nada…

-La comunicación de la Iglesia en España debería ser coordinada, y superar la mentalidad juridicista que lleva a considerar cada diócesis una isla. En este sentido, la misma operación de organización y consistencia económica que se ha realizado en las diócesis españolas se debería aplicar también a las oficinas de comunicación de las diócesis.


En la comunicación del Papa Francisco los gestos
son fundamentales. Y su empeño en la ejemplaridad
del clero y los obispos, también.



-Este lamentable episodio ha puesto de relieve el modo como gobierna el Papa Francisco y sus prioridades. Vemos que su atención a los temas que considera importantes –y la ejemplaridad del clero y del episcopado lo es– es personal, tenaz y hasta radical; y que más que palabras, enseña con sus gestos. En ese sentido, sus llamadas telefónicas y su premura para que se resuelva el asunto son toda una llamada de atención a la importancia que tienen que dar los pastores a la atención de las víctimas de la actuación criminal de clérigos.


-San Juan Pablo II ya había dicho con contundencia: “No hay sitio en el ministerio para quienes abusan de otros”; y Benedicto XVI ha hecho una limpieza notable, exigiendo la renuncia a casi cien obispos. Ahora es como si Francisco pensara: voy a ejemplarizar cuál debería ser la actitud del pastor al conocer hechos de esta naturaleza. Y todo el mundo sabe que, en la Iglesia y en cualquier organización, no hay nada más importante que aquello que el jefe va a revisar en persona.

-Es muy importante asumir la iniciativa. Este caso pone de manifiesto que no se puede esperar a conocer todos los elementos de la historia para actuar con decisión y claridad, porque… ese momento no llegará nunca. Las organizaciones no son las primeras en saber qué ha pasado en su interior, les adelantan siempre los medios de comunicación. Además, nunca se puede descartar que aparezcan casos nuevos, o datos nuevos en historias viejas…


-Hay que aceptar que uno no puede controlar la situación, sino que es un actor más en la escena; y actuar de acuerdo con lo que se espera de él: que asuma la defensa de las víctimas, conocidas y por conocer; que muestre una actitud conforme a la gravedad de los hechos, que colabore con la policía, etc. No estoy diciendo que en el caso de Granada, esto no se haya hecho, porque no lo sé; pero si se toma la iniciativa, se forma parte de la solución, no del problema. Y pienso que la percepción de la gente es ésa.

-Muy probablemente, se han tomado decisiones de gran prudencia en cuanto se refiere a las personas; pero si no se comunica, se rema contracorriente, porque en una crisis la presunción es de culpabilidad, no de inocencia.


-Es importante mantener informados a los medios de comunicación, y más en un tema de interés general. Pero en las crisis se manifiesta más importante aún contar con canales de comunicación propios activos y eficaces con todos los públicos prioritarios, de manera que reciban información directamente de la institución, sin los filtros que supone pasar por los medios.


-En el caso de una diócesis, es imprescindible saber cómo se mantiene informados a todos los sacerdotes y parroquias; a todas las instituciones católicas presentes en el territorio; a los profesores de religión de los colegios públicos; a los demás obispos; a los medios de comunicación católicos; etc., etc. Ahora la tecnología lo ha hecho más fácil… pero requiere mucho tiempo y a personas preparadas.


-Estos canales permiten llegar a la gente directamente, explicarles qué ha pasado, qué se va a hacer para poner remedio, cómo nos vamos a ocupar de las víctimas, qué reformas internas habrá que introducir, y qué puede hacer quien se sienta afectado y desee ayudar. Y por supuesto, escuchar, escuchar, escuchar. Por ejemplo, las sugerencias de José Luis Restán sobre cómo enfocar este problema con sensatez y sentido sobrenatural son de gran ayuda para los cristianos de a pie (e incluso para los demás), y podrían tomarse de ejemplo de una comunicación institucional eficaz.

-Yo no creo que el sínodo de la familia en Roma haya supuesto una crisis para la Iglesia. Quizá lo que ha habido es, por un lado, algunos mensajes muy esperanzadores, de que la Iglesia debe salir y acercarse a los problemas reales de las personas, sin rechazar a nadie; y quizá algo de descontrol en la comunicación, porque cuando lo que se quiere decir y lo que se entiende no coinciden, es que no se ha hecho bien…


La propuesta del cardenal Walter Kasper de permitir
la comunión a divorciados en convivencia posterior
marcó la primera parte del sínodo sobre la familia.


-Esto no pasa solo en la Iglesia, es un problema general: no es nada fácil comunicar en medio de una especie de “negociación”, porque cuando se expresan voces distintas que tienen carácter provisional, lo más normal es el ruido. La armonía es siempre fruto de la coordinación. De todos modos, es palpable el esfuerzo del Papa por enfrentarse con los problemas y buscar soluciones, e involucrar a personas de los cinco continentes. Eso en sí mismo es un mensaje positivo, que la gente aprecia.

-La verdad, los supuestos que Vd. menciona tienen poco que ver entre sí. Quizá lo único que tienen en común es que en la solución de todos ellos está la comunicación, entendida como un servicio al gobierno de las instituciones, tanto para las instituciones civiles como para las eclesiásticas. Siempre es bueno preguntarse qué se ha entendido de lo que hemos dicho, y plantearse cómo hacerlo mejor la siguiente vez.

-Nunca se subrayará bastante la importancia de escuchar en el proceso de comunicación (y en el liderazgo). Podríamos entonces pararnos a pensar si lo estamos haciendo lo bien que deberíamos, y cómo podemos mejorar. Es una parte importante del servicio que se presta a la gente.


-La prevención es la clave de la gestión de crisis: la única crisis bien gestionada es la que se ha evitado.

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-Un dato estadístico interesante es que la mayoría de las crisis anuncia su llegada. Es un factor muy positivo, porque implica que si se está atento a las señales que dan con antelación, y no se deja que los problemas se agranden sino que se resuelven cuando son aún pequeños, se logrará evitar casi todas las crisis, y las que sean inevitables, nos pillarán sobre aviso.

-En la Iglesia de hoy veo cada vez más instituciones que se preparan, que forman a sus portavoces, que elaboran planes de crisis, y que tienen programas de simulacros y de ensayos. Pero ojo, la prevención no es solo “comunicación”, porque una crisis no es un problema de comunicación, sino de gobierno.

-Es preciso también llevar bien las cuentas económicas y la gestión patrimonial, respetar los procedimientos canónicos para los nombramientos eclesiásticos, seguir criterios de contratación transparentes, dirigir a las personas desde el respeto y la confianza… En ese sentido, soy muy optimista.


-El modo en que se lideran las organizaciones ha cambiado mucho en los últimos años, porque está cambiando nuestra sociedad. Las personas piensan, quieren y se relacionan hoy de modo distinto a hace veinte años, y esto implica cambios notables en las instituciones. También la Iglesia se adapta: una diócesis o una parroquia hoy no se gobiernan como en 1980. Si se quiere, se podría aplicar a esto el viejo refrán de “Ecclesia semper reformanda”: para poder servir al Evangelio, tenemos que adaptarnos a los tiempos.

-El Evangelio no se adapta, es siempre actual y eficaz: pero nosotros sí que tenemos que ser buenos canales.


-La nueva evangelización consiste en presentar de manera atractiva a Jesucristo al hombre y la mujer de hoy, y mostrarles (más que enseñarles) que Dios quiere que seamos felices, y que solo lo lograremos siguiendo sus pasos. Su camino es la ejemplaridad cristiana: predica más fuerte un cristiano coherente en medio de los problemas acuciantes (rechazar una comisión ilegal, reconocer públicamente que una idea innovadora no fue nuestra sino de un subordinado, dedicar unas horas a la semana al voluntariado, visitar a menudo a los padres enfermos o en un geriátrico, etc.) que un predicador o un profesor de moral.


-La comunicación se mueve en otro plano, que podríamos llamar “pre-evangelización”: mostrar que las organizaciones católicas (diócesis, colegios, hospitales, ONGs, universidades) respetan las leyes y las normas éticas, entre las cuales está la de informar con verdad de lo que hacen bien y mal. Y no lo digo yo, está así en el Compendio de doctrina social de la Iglesia


-Digo que es pre-evangelización porque son un motivo importante de credibilidad; y cuando no es así (cuando por ejemplo en una institución católica no se paga el salario justo, o no se piden los permisos necesarios para una obra), entonces la gente llegará a pensar que nuestra fe es de boquilla. Es el modo “institucional” de ser ejemplares.

-Nadie discute hoy que para liderar una institución hay que saber algo de derecho, de finanzas, de dirección de personas, de gestión de proyectos, etc., además de conocer bien el espíritu que mueve a esa institución. A la Iglesia le pasa lo mismo. De hecho, desde hace unos pocos años la Santa Sede tiene un programa de formación de nuevos obispos: además de saber teología, derecho canónico y pastoral, hacen falta otras cosas… Y esa tendencia va a más. En el mismo saco está la comunicación. Ya existen programas de comunicación en muchos seminarios, y algunos obispos también los solicitan.


-Creo que cada vez es más general la percepción de que la comunicación en la Iglesia es un elemento fundamental, y que eso implica dedicar personas, tiempo y recursos para alcanzar la profesionalidad.

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Título: La Iglesia, casa de cristal Ocio Hispano
Autor: Yago de la Cierva  
Editorial: BAC (Biblioteca de Autores Cristianos)  
Páginas: 440 páginas  
Precio 27,00 €