La fotógrafa guatemalteca Rita Villanueva, colaboradora de National Geographic, ha relizado las fotos del libro "Un Dulce Rezo", sobre la devoción a la Virgen de la Concepción en Guatemala. Publicamos a continuación en ReL su testimonio de cultura, fe e imagen en esta aventura visual.


Mi experiencia personal y una de tantas bellas anécdotas personales
Viví 18 años fuera de Guatemala en medio de una gran soledad. Pero recordaba.

Jamás pasó un 7 de diciembre sin que quemara aunque fuera un papelito en el baño. Era mi manera de celebrar la Quema del Diablo, esa costumbre que abre la época de Navidad, y que es, además, la víspera de una de nuestras más hermosas tradiciones: la celebración de la Virgen de Concepción y su tradicional rezado.

El rezado del 8 de diciembre es tradición, cultura, fervor, fiesta, pero, más allá de todo esto, hay un propósito que ahora empiezo a comprender.

La imagen de la Virgen de Concepción se encuentra en el templo de San Francisco desde hace 400 años. Es una imagen llena de belleza, de amor y de Fe. Su rostro te enamora y te deja sentir su ternura y protección, sin dejar espacio para las dudas y los miedos. Mi sentimiento para con ella es de respeto y de inmensa honra por haber tenido el privilegio de estar tan cerca, verla y tocarla.

Logro comprender lo preciosa que es mucho más allá de su belleza, de sus joyas y su corona, porque su intensidad radica en la simplicidad y la pureza.

Cuando imagino que, por 400 años, la gente que se acerca a ella siente esto, esto que hoy mismo no puedo explicar, me genera un sentimiento de responsabilidad ser portadora de este mensaje.

Es un tesoro cultural y de Fe, que despliega sensaciones de paz y, sobre todo, de esperanza. La veo y mis ojos se llenan de lágrimas de amor que, cuando bajan por mi rostro, me hacen sentir una luz que purifica el alma. Eso es lo que ella produce cuando camina por las calles de nuestro Centro Histórico, y eso es lo que todos sentimos sin poder comprender bien lo que nos pasa. Es puro amor. Es nuestro amor.



El rezado del 8 de diciembre ha sido declarado Patrimonio Cultural Intangible de la Nación. Cuando conocí al licenciado Miguel Álvarez Arévalo, Dios me regaló un maestro y un gran amigo. Él fue quien me inspiró tanta pasión por mi Guatemala; un ser tan grande por su conocimiento, pero aún más por su calidez y humildad. Llenó mi vida con sus enseñanzas, me contagió de ese amor por lo nuestro y de la responsabilidad de atesorar nuestra identidad.

Y ahora estamos unidos en esta bella historia, en un momento en que lo que más necesitamos es amar a nuestra tierra, nuestra cultura, lo que somos y lo que tenemos. Cada 8 de diciembre, inicia la época de la Navidad guatemalteca, esa que todavía algunos de nosotros alcanzamos a conocer. Esa en que Santa Claus no era tan importante como nuestro Niño Dios.

La unión de la gente en las calles y avenidas de la zona 1, donde por 12 horas acompañamos el paso del anda de nuestra bella Reina Madre, que baila preciosos y añejos sones chapines, es inolvidable. Ella llena de ternura y todos nosotros llenos de gozo y sonrisas. Las miradas se intercambian a su paso, casi como si nos tomáramos todos de las manos por algún momento.



Reverencias de Fe y miradas de esperanza, manos que se llevan al pecho cuando ella pasa por sus casas, todos con alegría le cantan y le bailan. Por un día, todos estamos unidos por el amor de María.

La pólvora que retumba sin parar en tu ser y sientes como cuando eras pequeño lo que los cohetes despiertan con su luz y sonido. El incienso, que a veces no deja ver, de repente, se abre y por un instante vislumbramos de nuevo la mirada bella y sagrada que llena a Guatemala de felicidad y esperanza. De amor.

Este rezado contiene lo que la Navidad de verdad significa: la anunciación del Niño Dios. Sus alfombras no son tan elegantes ni majestuosas como las de Semana Santa, pero su sencillez es lo que las hace más bellas. La música alegre que se siente en el pecho, como cuando los músicos interpretan Luna de Xelajú, produce un gozo colectivo y te deja entender que la felicidad es eso: sencillez y amor en su máxima expresión.

Casi siento que ese día le damos la mano a cada uno de los que estamos ahí como hermanos. Es un sentimiento que compartimos todos y que nos contagia de gozo.
Por eso, quiero regalarle a Guatemala su Navidad.




El ultimo rezado de ella, el 8 de diciembre del 2013, antes que iniciara a elaborar el libro, yo me sentía muy mal y contrariada y, en las calles, apareció alguien que me preguntó si yo era fotógrafa… yo, con una cámara grande en mis manos, sonreí y le dije que sí, y él me pidió un favor, que, si se lo hacía, me prometía que pondría esa foto en una portada de libro o un periódico y me emocionó mucho, pero no sabía qué foto quería que tomara.

Así que le pregunté…. ¿Qué foto quiere que haga? ¿Cuál es esa foto especial? Me respondió: "TOMA LA FOTO DE LA FE…"

Yo no comprendía qué me quería decir, y salí corriendo a buscar a la Fe y, en mi inocencia o en mi distracción, pensé que la foto era de la imagen de la Fe, ya que la procesión lleva las tres virtudes frente a ella. La Fe, La Caridad, la Esperanza.

Seguro tomé muchas lindas fotos, pero, cuando algo dentro de mí entendió que era un mensaje y al llegar a iniciar el Libro, me di cuenta que este libro fue hecho completamente de Fe, ya que nadie nos ayudó más que ella misma. Estoy segura de que el libro es para que se difundan muchas cosas como la unión entre la gente sin importar clases sociales, el amor la caridad pero sobre todo LA FE.

Después de 6 meses este libro ya llegó a España y sigue caminando al mundo y todo por la FE.

Jamás volví a ver a esa persona que me pidió hacer la foto de la Fe.