No hace mucho recordábamos un auténtico hit del country, el There goes my life de Kenny Chesney, una canción que evoca los sentimientos de quien, enfrentado a un embarazo imprevisto, opta por la vida de su hija: "Un par de años / de noches sin dormir y miles de pañales después, / las fotos de ese error / que él creía que había cometido / llenan la nevera. / ¡Oh, sí, él ama a esa pequeñita! / Cuando mamá está esperando / para meterla en la cama / y ella gatea en las escaleras, / se vuelve sonriéndole, / arrastrando su peluche. / Que duermas bien, / niña de ojos azules / y tirabuzones saltarines".

No siempre las historias tienen ese final feliz. El célebre eufemismo "opción [choice]" de los abortistas también se decanta en ocasiones por la eliminación del error. Como en un extraordinario tema musical con éxito similar a Kenny Chesney, pero a modo de confesión y lamento de esa muerte: Lucy, una magnífica balada rock del cuarteto Skillet


Lucy es un tema de 2009, pero no fue hasta el 13 de noviembre de 2010 cuando, durante un concierto en Pittsburgh, el líder y vocalista de la banda, John Cooper, explicó los orígenes de la canción: una historia muy personal.

Aparentemente era la de una pareja rota por el chico. Luego la chica (Lucy) muere, y él lamenta haber renunciado a ella y evoca lo que daría por tenerla de nuevo en brazos, ahora que sólo le queda el recurso de llorar ante su tumba. 

En realidad la historia que había detrás era otra, según quiso contar esa noche su autor y protagonista: "Es la historia", empezó ante un público que escuchaba cada vez con mayor silencio, "de una chica y un chico que se encontraron ante una situación difícil. No sabían qué hacer cuando descubrieron que ella estaba embarazada. Eran jóvenes, no estaban casados, no tenían dinero, estaban asustados... No se lo querían decir a nadie, y la única opción que pudieron ver fue terminar con el embarazo. Fueron a una clínica, y una vez concluida la intervención, al principio sintieron que todos sus problemas habían desaparecido".














 "Pero entonces sucedió algo que no esperaban", continuó John: "Durante las siguientes semanas, que luego se convirtieron en meses, empezaron a experimentar una intensa tristeza... y un dolor, y una agonía, y una culpa que no se iban. Al final acudieron a un consejero. Y el consejero les dijo que lo que tenían que hacer era actuar como si hubiese habido un muerto en la familia. Así que la pareja volvió a casa y tomó tres decisiones. Primera, encargar un funeral por el bebé. Segunda, comprar una pequeña lápida y poner en ella el nombre de la niña. Y tercera, darle nombre a la niña".

"Un par de semanas después", concluye Cooper antes de comenzar la  interpretación, "decidieron finalmente que la llamarían... Lucy".


Lucy, recuerdo tu nombre...
Hoy dejé una docena de rosas sobre tu tumba.
Estoy arrodillado en la hierba, quitando las hojas.
Vine sólo para hablar un rato.
Hay cosas que necesito decir.

Ahora que todo pasó,
lo único que querría es tenerla en brazos.
Renunciaría a ver el mundo entero
sólo por la mirada de ese pequeño trozo de cielo.
Ahora que todo pasó,
lo único que querría es tenerla en brazos:
tendré que vivir con las decisiones que tomé,
y hoy no puedo ni vivir conmigo mismo.

Lucy, he recordado tu cumpleaños...
Dijeron que decir tu nombre me ayudaría.
Sé que lo haría todo de otra forma si tuviera la oportunidad,
pero todo lo que tengo son estas rosas para darte
y ellas no pueden ayudarme a corregir nada.

Aquí estamos ahora.
Ahora estás en mis brazos.
Nunca quise nada tan malo...
Aquí estamos ahora,
para sellar un nuevo inicio
y vivir la vida que podríamos haber tenido...

¡Lucy y yo, paseando de la mano!
¡Lucy y yo...! No quiero que esto acabe.
¡Sólo un momento más en tus ojos...!
Te veré en otra vida,
en el cielo, donde nunca decimos adiós.