La última novela de José Javier Esparza, El caballero del jabalí blanco (La Esfera de los Libros) nos adentra en un mundo que sigue siendo desconocido para muchos españoles: las primeras décadas de la Reconquista, ese primer siglo transcurrido entre "la pérdida de España" -como fue conocida la invasión mahometana- y la lenta recuperación de la identidad nacional alcanzada en 589 con la conversión de Recaredo.

En concreto, y por medio de una trama narrativa con todos los alicientes de la época (guerras, lealtades personales como principal vínculo social, vidas agitadas por riesgos permanentes) y de cualquier época (amor, lucha por el poder, envidias), Esparza nos cuenta el ascenso de un habitante de las montañas asturianas, que forma parte de los primeros colonos de la meseta castellana, desde su condición campesina a la de caballero al servicio directo del rey Alfonso. Una existencia labrada por batallas innumerables y la permanente amenaza de las descubiertas musulmanas, cuando no de los ataques masivos sobre áreas extensas donde el asentamiento de los cristianos aún resultaba incierto. Que es justo el hábitat y el ambiente de los personajes de este apasionante relato.


Hubo dos procesos de despoblación al norte del Duero. Uno, por la huida de parte de la población a causa de las razzias (aceifas) musulmana. Otro, por la decisión de Alfonso I de llevar al norte a la población cristiana. Y parece que hubo una tercera causa, aunque es sólo una hipótesis: una epidemia de viruela.


Sí, porque además los musulmanes se dividieron entre sí: los bereberes se sublevaron contra los árabes y eso aumentaba todos los riesgos. La meseta se convirtió en un lugar muy inapropiado para una familia cristiana.


Los invasores formaban un “mix” muy complejo de hispanos islamizados, líderes militares y religiosos árabes y tropas bereberes. El conjunto hizo que sus manifestaciones fuesen muy distintas. La razzias bereberes reproducían de forma ritual sus pautas de combate en África, que eran particularmente brutales.


Ambas. Lo que incorpora la dominación musulmana respecto de otras dominaciones anteriores es la dependencia respecto a una religión distinta de la del lugar, lo cual abre un abismo entre dominantes y dominados. Además, el pueblo sometido debía cargar con una cantidad insoportable de tributos. De ahí la predisposición a la revuelta incluso entre la población islamizada, propensa a rebelarse, como sucedió en Mérida o Toledo.

Sí, pero, en cualquier caso, en la identidad política de Asturias en el siglo IX no se sentía tanto lo astur como lo cristiano. La religión era una forma de identidad colectiva más aún que una creencia personal privada.


En todo el orbe cristiano la vida monacal fijó el centro de la identidad cristiana colectiva, incluso en la organización territorial. En el caso de la meseta, casi no hay diferencia: todo centro de repoblación tiene un monasterio, y los monjes son unos colonos más junto al resto. Hay una ósmosis permanente entre monasterios y colonos.

Por la ruptura entre la Iglesia de Oviedo y la Iglesia de Toledo a causa de la sumisión de ésta al islam, lo cual convierte a la Iglesia asturiana en la católica por antonomasia. La rebeldía de la Iglesia asturiana, encabezada teológicamente por Liébana, significó que gran parte de la Iglesia española no estaba dispuesta a transigir con la herejía adopcionista para facilitar sus relaciones con el islam.


Conocemos sus obras. De su vida sabemos poco, salvo que debió ser un monje con una vida como la de muchos otros. Pero sí de extraordinaria relevancia.

En el adopcionismo, que atenuaba la divinidad de Cristo. La polémica tiene un componente teológico decisivo, que es el detonante de la crisis. Que Toledo decidiese negociar con la divinidad de Cristo para transigir con los musulmanes fue rechazado por Oviedo, en la lucha por el primado de la Iglesia española.
 

Roma y Carlomagno apoyaron al a Iglesia asturiana y con ello el reino de Asturias adquirió la legitimidad política. La Iglesia de Toledo poco a poco fue languideciendo, y máxime tras el descubrimiento de los restos de Santiago.


Jugó un papel capital. Santiago ya ejercía como patrón de España de facto, a juzgar por el libro de Liébana. Pero el descubrimiento de sus restos significaba algo más: significaba que Asturias asumía en herencia la idea de que había algo que recuperar.


No, no estaba tan claro entonces. De ahí la trascendencia de la tumba del Apóstol. Era como un mensaje: “Aquí está la tumba de quien evangelizó España. Nosotros somos sus herederos”.

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Título: El caballero del jabalí blanco OcioHispano
Autor: José Javier Esparza  
Editorial: La Esfera de los Libros  
Páginas: 416 páginas  
Precio 21,90 euros