La Porciúncula en Asís, la pequeña iglesia dedicada a Santa María de los Ángeles, representa desde hace ocho siglos para cada fiel en Cristo una “puerta” para la vida eterna. En 1216 San Francisco tuvo en este significativo lugar una inspiración sobre la propia vocación, vio el inició de la Orden de los Frailes Menores, y recibió hace 800 años a la joven Clara de Asís a la vida consagrada.  

Y aquí, en la iglesia que más quería, Francisco pidió y obtuvo del Señor el mayor de sus dones: el perdón. No solamente para sí mismo sino para todos aquellos que lo hubieran pedido con corazón contrito y arrepentidos de los pecados cometidos.

La aprobación de la Iglesia llegó con el Papa Honorio III, lo que permitió a Francisco anunciarlo con regocijo a todos los fieles reunidos, como ilustra el cuadro del interior de la iglesia de la Porciúncula, con las palabras: “¡Hermanos míos, quiero mandaros a todos al Paraíso!”.

Nació así el “Perdón de Asís”, que vio converger hacia la iglesita a una multitud cada vez mayor de peregrinos, al punto que sugirió la construcción de una basílica apta para recibirlos. Es la actual basílica papal de Santa María de los Ángeles, que en su interior guarda como tesoro la pequeña Porciúncula.

En la Porciúncula es posible obtener todos los días la indulgencia plenaria, para sí mismo o para los difuntos. Las condiciones son la confesión sacramental, la comunión eucarística y la recitación del Credo, el Padre Nuestro y una oración por las intenciones del Santo Padre. Esta posibilidad se extiende, desde el mediodía del 1 de agosto a todo el 2 de agosto, a todas las iglesias franciscanas esparcidas por el mundo. Y esto para que se pudiera realizar el sueño de San Francisco de Asís, de darle a todos la posibilidad de pasar el umbral del Paraíso.