Un grupo de jóvenes intelectuales alemanes decidieron organizarse hace setenta años como resistencia contra los abusos del régimen nazi. Adoptaron como nombre la Rosa Blanca, inspirándose en la flor que sostiene el icono de San Alejandro de Múnich.

En febrero la Iglesia Ortodoxa beatificó a uno de ellos, Alexander Schmorell, proclamándolo testigo de la fe y mártir.

La Rosa Blanca reunió también a los hermanos protestantes Hans y Sophie Scholl, a los católicos Christoph Probst y Willi Graf y al judío Hans Leipelt.

En junio de 1942 se organizaron para enviar durante 250 días cartas circulares a direcciones particulares y al frente de batalla. En ellas denunciaban las mentiras del régimen y los abusos que se cometían sobre todo contra polacos y judíos.

En una de esas cartas decían que cada uno debe asumir parte de la culpa si permanece pasivo ante una dictadura del mal.

La aventura duró poco. Todos los jóvenes fueron detenidos, juzgados de forma sumaria, condenados a muerte y ejecutados.