Los ángeles músicos que muestra la ilustración reproducida líneas arriba están esculpidos en los muros del ábside de una iglesia en ruinas, en una localidad perdida del Paraguay.

Es la iglesia de la que fue una de las más extraordinarias Reducciones edificadas por los jesuitas en los siglos XVII y XVIII, en un vastísimo territorio que hoy pertenece a Paraguay, Argentina, Brasil y Bolivia: la Reducción de Trinidad.

Allí, los ángeles músicos no eran pura decoración. La música – ante todo la música sagrada – era parte constitutiva de la misión de los jesuitas y de la vida de la población del lugar, convertida al catolicismo.

Y era música de altísima calidad, en forma paralela a las espléndidas arquitecturas barrocas de las iglesias de las Reducciones. La de Trinidad fue obra de Gian Battista Primoli, el más importante arquitecto jesuita que trabajó en el sur de América, en la primera mitad del siglo XVIII.

Los guaraníes que habitaban esas tierras eran un pueblo semi-primitivo. Pero los jesuitas no rebajaron en absoluto el mensaje evangelizador a un nivel tosco y elemental, con la intención de adaptarlo a sus oyentes. Hicieron lo opuesto: ofrecieron a ese pueblo lo más elevado y bello que había en el cristianismo, tanto en los contenidos como en las formas. Habían entrevisto en los guaraníes un innato talento musical y una extraordinaria atracción por lo bello. En consecuencia, conjugaron lo mejor de las artes y de la música del barroco europeo con la sensibilidad y las tradiciones musicales y artísticas de esas tierras hasta entonces inexploradas.

Hubo allí uno de los ejemplos más impresionantes de "inculturación" del Evangelio que la expansión del cristianismo haya producido jamás en dos milenios.

Se conocía esta extraordinaria creatividad musical. Los ángeles músicos de los bajorrelieves de Trinidad eran un indicio. Pero es sólo desde 1972, gracias a un afortunado hallazgo de partituras antiguas en un lugar remoto de Bolivia, que esa música ya no es más un misterio.

El jesuita Domenico Zipoli fue quizás, en el siglo XVII, el más genial creador de este nuevo género musical, el cual fusionó el más refinado barroco europeo con las resonancias de la tradición vocal e instrumental guaraní, a niveles de calidad que estuvieron a la par o inclusive superaron la música sagrada que se cantaba en las catedrales de Europa.

La película "La Misión", dirigida por Roland Joffé e interpretada por Robert De Niro y Jeremy Irons, premiada en 1986con la Palma de Oro en Cannes, ha hecho escuchar a un amplio público algunas maravillas sonoras de las Reducciones. Pero hoy esta música está conociendo un reflorecimiento, gracias sobre todo a los músicos del lugar que volvieron a ejecutarla, no sólo en América latina, sino también en otras partes del mundo. El maestro paraguayo Luis Szarán es el más comprometido en esta obra. Se traslada frecuentemente también a Italia, donde colabora con varios coros y conjuntos concertistas.