El nuevo sello del Grupo Libres, De buen tinta, ha iniciado su andadura con un libro delicioso y sorprendente del colaborador habitual de estas páginas, Vicente Alejandro Guillamón, titulado Fábulas fabulosas, con Dios entre bastidores.

Nuestro compañero y sin embargo amigo, según la guasita de la profesión, lleva más de dos meses encamado y prácticamente inmóvil a causa de una caída doméstica que le produjo la rotura de una vértebra, cuya lesión le impide escribir sus artículos semanales, para regocijo, supongo, de alguno de sus caros amigos del mandil. Pero que no echen las campanas al vuelo tan minuciosos lectores, porque, me acaba de decir nuestro autor, que a juzgar por la evolución de la lesión, muy lenta aunque favorable, tardará más o menos, pero volverá a la palestra, con más bríos si cabe, a librar las batallitas que se tercien.

Coincidiendo con tan molesto accidente, salió de la imprenta su último libro, el ya mencionado de las Fábulas fabulosas, un verdadero regalo para paladares literarios exigentes. Se trata de una veintena de relatos cortos o cuentos, que cuentan, entre la fabulación y el recuerdo, hechos y dichos que si la mayoría no sucedieron, porque son producto exclusivo de la imaginación del autor, bien pudieron haber ocurrido. De estilo muy variado, según lo demanda el tema de cada relato, vienen a ser un recorrido por situaciones y episodios, fingidos o reales, que de algún modo retratan, entre bromas y veras, distintas caras de distintas épocas de esta España variopinta que tantos soponcios da a quienes la aman, como el autor, y que tanto ha peleado por ella, misteriosamente siempre en el bando perdedor, fuera el que fuese, que ya tiene mérito.

El libro está dedicado a la memoria de su difunta esposa, fallecida de repente el uno de diciembre del 2009, tras celebrar las bodas de oro de matrimonio, cuya dedicatoria llama poderosamente la atención por su fuerte carga emotiva y amorosa. “La gran pasión de mi vida –dice el autor- y mi vida misma”.

Aunque de temática muy variada, como ya se ha indicado, la generalidad de los relatos tienen un denominador común: la frecuente apelación a Dios, un Dios que la mayor parte de las veces apenas deja entrever su presencia allá en el fondo, entre los bastidores que acotan el escenario de la comedia humana; pero está, claro que está, porque sin Él, da a entender el autor, los hombres –y las mujeres, faltaría más-, estarían más perdidos que un pulpo en un garaje, según el decir castizo.

No se puede hablar de si un cuento es “mejor” que otros, porque eso dependerá mucho de los gustos de cada lector, pues para gustos se hicieron los colores, pero yo destacaría, si me fuera permitido opinar, los siguientes, aunque por razones muy variadas, ya que variadísimos son los temas que en ellos se tratan: La guerra que perdimos nosotros (episodios veraces de la guerra civil), El fosor de Dios (profunda reflexión escatológica), Miguel Ángel (cara y cruz de la educación escolar), Cosas intrascendentes (sátira del sistema electoral), y las piezas teatrales en clave de humor, Las tribulaciones de una mujer atribulada (monólogo) y El velón y la palmatoria (entremés con tres actores).

Esta selección personal y seguramente arbitraria, no significa que el resto de las fábulas no merezcan ser reseñadas, porque en todas ellas hay mucho que valorar al menos desde el punto de vista literario, pero si fuera a citarlas a todas, porque todas ellas se lo merecen por una u otra razón, haría un nuevo índice, y para índice, basta el que lleva el libro, que todo amante del buen decir, no debería dejar de leer.

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Título: Fábulas Fabulosas TiendaLibres
Autor: V. Alejandro Guillamón  
Editorial: De Buena Tinta  
Páginas: 189 páginas  
Precio 18 euros