El 11 de febrero se celebra la Virgen de Lourdes y también el Día Internacional de la Mujer y la Niña en la Ciencia. En esta jornada se suele recordar a científicas eminentes o pioneras.

Alfonso V. Carrascosa, Premio ReL de Ciencia y Fe, propone este año la figura de la madrileña Ángela Mouriz García (1921-2021), que falleció el pasado 9 de noviembre, tras cumplir 100 años de vida.

Ángela Mouriz fue una de las mujeres pioneras en la medicina española. Se licenció en 1948 en una promoción que contaba con 200 hombres y ocho mujeres. Se doctoró en 1956 en la UCM. Fue la primera mujer que daba clase en la Facultad de Medicina de la Universidad de Navarra, y de hecho la primera mujer científica en ese centro. Enseñó fisiología y farmacología.

Ángela Mouriz formó parte de las primeras promociones de mujeres del Opus Dei formadas en el Colegio Romano de Santa María, inaugurado a instancias de San Josemaría Escribá.

En 1965 le fue concedida una prestigiosa Beca Humboldt, gracias a la cual trabajó en Munich con Otto Creutzfeldt, en la Research Institute of Psychiatry, el predecesor del actual Instituto Max Planck de Psiquiatría.

"Yo quise ser médico, como mi padre, que era muy amigo del doctor Gregorio Marañón, un hombre muy entrañable al que conocí cuando era niña en El Cigarral, la finca familiar de los Marañón en Toledo", explicó ella.

Ángela Mouriz fue miembro del Opus Dei y trató de cerca con otra científica pionera de la misma afiliación, la beata Guadalupe Ortiz de Landázuri (1916-1975), doctora en Ciencias Químicas. Sobre ella habló Ángela con Mercedes Eguíbar en su libro ‘Guadalupe Ortiz de Landázuri: Trabajo, amistad y buen humor’ (Palabra, 2001).

"Después de haber pedido la admisión en la obra (Opus Dei) aprecié la fe y el sentido apostólico que Guadalupe había vivido conmigo, llamándome con tanta frecuencia a pesar de que yo nunca aceptaba sus invitaciones. Su ejemplo me ayudó a ser más sobrenatural y tenaz en el apostolado contando de antemano que acercar almas a Dios era tarea que requería un esfuerzo notable", declara Mouriz en ese libro.

A Ángela le encargaron visitar a la beata Guadalupe en su enfermedad todos los días. Se conocían desde 1949 y podían desgranar recuerdos juntas.

Me impresionaba cómo enfocaba la muerte. Estaba convencida de que no iba a salir de la operación y le ilusionaba tremendamente pensar que Dios se la podía llevar. Me decía: estoy en las manos de Dios; si quiere que me ponga buena, también me dará mucha alegría seguir viviendo para servir a la Obra (...). Pero a mí me alegraría mucho ver a Dios, estar con Él (…) ¡Cuánto le atraía la posibilidad de ir al Cielo!”, explicaba la profesora de medicina de la que sería beata Guadalupe.

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