El matemático y físico alemán Johann Carl Friedrich Gauss (17771855) solo salió de su ciudad de Göttingen una vez en 48 años (para asistir a una conferencia en Berlín), pero su obra ha llegado a todo el mundo y está presente por doquier allí donde se estudie matemáticas.

Se le ha considerado "el mayor matemático desde la Antigüedad", al nivel de Arquímedes y Newton. Sus trabajos significaron grandes avances en la teoría de los números, la estadística, el álgebra, la geodesia y geofísica, astronomía, geometría diferencial y muchos otros campos. 

Estamos hablando de una mente excepcional. Siendo niño de 7 años, un profesor castigó a toda la clase a sumar los números del 1 al 100, para tenerlos entretenidos un rato. Él dio la respuesta de forma casi automática: 5.050. A los 10 años ya había descubierto dos métodos para calcular raíces cuadradas de números de 50 cifras decimales. Encontraba errores en las tablas de logaritmos que leía. Hijo de padres pobres, sus profesores lo recomendaron al duqe de Brunswick que a partir de los 11 años le subvencionó los estudios, de matemáticas y cultura clásica. Era un lector incansable y desde los 18 años decidió completar los huecos que veía en la teoría de los números conocida en el momento.


La mejor y más detallada biografía de Gauss sigue siendo la de 1955 de Guy Waldo Dunnington (19061974), in historiador norteamericano y traductor de alemán, que fue traductor en los juicios de Núremberg, y un apasionado del matemático. Escribió: "Gauss: Titan of Science", con una versión actualizada en 2004 por Jeremy Gray.  



Esta biografía deja claro que Gauss era un cristiano protestante poco practicante, que a veces pasaba por su parroquia luterana, que leía la Biblia pero no de forma fundamentalista, y que veía clara la necesidad y lógica de un Dios todopoderoso y la inmortalidad del ser humano.

Su poderosa mente, capaz de descubrir las relaciones matemáticas ocultas, creía que había verdades por descubrir, las buscaba... y pensaba lo mismo de Dios. 


La biografía de Dunnington lo explica así: "Para él, la ciencia era la forma de exponer el núcleo inmortal del alma humana. En sus dias de fuerza plena, le aportaba recreación y las perspectivas que con ella abría le daban consuelo. Hacia el final de su vida, le aportó confianza. El Dios de Gauss no era un esbozo frío y distante de metafísicas, ni una caricatura distorsionada de teología amarga. [...] Él creía que una vida gastada dignamente aquí en la tierra es la mejor, la única, preparación para el cielo. La religión no es una cuestión de literatura, sino de vida. La revelación de Dios es continua, no contenida en tablas de piedra o pergamino sagrado. Un libro es inspirado cuando inspira. La idea inquebrantable de continuar personalmente tras la muerte, la firme creencia en un Regulador Final de las cosas, en un Dios omnipotente, omnisciente, justo, eterno, formaban la base de su vida religiosa, que armonizaba completamente con su investigación científica". 

Las creencias religiosas de Gauss las sabemos básicamente por su correspondencia. Dunnington admite que no sabemos su opinión sobre muchos temas doctrinales. Desde luego no era un fundamentalista, y le influía más el Nuevo Testamento que el Antiguo. 


"La conciencia religiosa de Gauss se basaba en una sed insaciable por la verdad y un profundo sentido de la justicia que se extendía a los bienes intelectuales, no solo a los materiales. Concebía la vida espiritual en todo el universo como un gran sistema de ley penetrado por la verdad eterna, y de esa fuente ganó la firme confianza de que la muerte no lo acaba todo", escribe Dunnington.

Gauss declaró que creía firmemente en la otra vida y veía la espiritualidad como algo esencialmente importante para los seres humanos. Dunnington le atribuye esta declaración: "El mundo no tendría sentido, la creación entera sería absurda, sin la inmortalidad". 

Por decir esa frase el filósofo ateo Eugen Dühring (18331921, un socialista no marxista, nacionalista alemán, muy antisemita y anticristiano) le consideró un "hombre estrecho y supersticioso"). 

Cuando Eugene, uno de los hijos de Gauss, anunció que quería hacerse misionero, el matemático loaprobó, considerando que el trabajo misionero era una tarea "altamente honorable".