El CSIC (www.csic.es), el mayor centro de investigación pública en España, fue fundado por los católicos Ibáñez-Martín y Albareda. Hizo un esfuerzo por potenciar la ciencia también fuera de Madrid, y logró una importante descentralización con instituciones muy importantes fuera de la capital que este año 2017 han cumplido su 75 aniversario.

Sin duda la que probablemente más recibió del esfuerzo descentralizador llevado a cabo por científicos católicos del CSIC fue la comunidad autónoma catalana, donde hace ahora 75 años el CSIC creó una de sus primeras delegaciones. Esto parecen ignorarlo en el colectivo independentista 'Científicos por la República' de la Asamblea Nacional Catalana (ANC), que dicen que la independencia es necesaria para separarse de España, "un país agrícola".


Solé Sabarís, autoridad en investigación geográfica, formó parte del elenco descentralizador del CSIC. Amigo de los también católicos y científicos Manuel de Terán, Casas Torres y Alfredo Floristán, se  licenció en geografía y en ciencias naturales, y leyó su tesis en plena Guerra Civil en 1937, sobre el tema “Los corales fósiles del eoceno catalán”. 



Fue director fundador del Instituto Jaume Almera de Investigaciones Geológicas (IJAIG) creado en 1965, hoy denominado Instituto de Ciencias de la Tierra Jaume Almera ( o Jaime Almera, www.ictja.csic.es), domiciliado en la calle Solé Sabarís de Barcelona, donde le reclutó el también católico y científico Jose Mª Albareda –del Opus Dei– y José Ibáñez Martín – de la Asociación Nacional Católica de Propagandistas- fundador con Albareda del CSIC, y con quienes aparece en la foto superior. Los orígenes de la moderna geografía española fueron, por ello, muy católicos y catalanes. Fue además maestro de Carmina Virgili (geóloga y senadora socialista) y Ernest Lluch (socialista Ministro de Sanidad y Consumo entre 1982 y 1986, asesinado por ETA en el año 2000). 


Otro científico católico catalán que impulsó la descentralización en el ámbito de la antropología fue Santiago Alcobé Noguer (19031977). 



Fue un importante antropólogo español que ocupó la Cátedra de Antropología de la Universidad de Barcelona tras dejarla el también católico y científico Telesforo Aranzadi. Fundador de la denominada Escuela de Antropología de Barcelona, Santiago Alcobé fue Catedrático de antropología en la Universidad de Barcelona desde 1941 y rector desde 1963 hasta 1965. Director del Centro de Genética Animal y Humana del CSIC, tuvo el mérito de introducir la Genética y la Estadística en los estudios y en la investigación de la Facultad de Ciencias de la Universidad de Barcelona: ninguna de estas dos materias se impartía en la licenciatura de Ciencias Naturales en aquella época, en 1941.


Antoni Prevosti fue una autoridad en genética. Nació en Barcelona en 1919 y murió allí en 2011. Licenciado en Ciencias, Sección Naturales, en la Universidad de Barcelona, obtuvo el premio extraordinario final de carrera en 1942, cuando comenzó a colaborar con el CSIC. “Estudio del crecimiento en escolares barceloneses” fue el título de su tesis doctoral, que fue dirigida por Santiago Alcobé Noguer. 



Prevosti fue el primer catedrático de genética de España, estudiante en 1955 de Cold Spring Harbor Symposia on Quantitative Biology, auténtica capital mundial de la ciencia. Es otro ejemplo de cómo la denominada Escuela Catalana de Antropología fue erigida y mantenida por científicos católicos y coordinada por la Delegación Institucional del CSIC. 

En un reciente estudio publicado en 2013, Clara Florensa habla de Prevosti y sus creencias en profundidad. 

Fue sensible desde 1950, cuando el Papa Pío XII dictó su encíclica Humanis Generis dando permiso a los hombres doctos para hablar de evolución, a estudiar dicha teoría desde la perspectiva de la fe católica. Prevosti fue alguien religioso, colaborador asiduo de medios, revistas, asociaciones e instituciones religiosas, que se ocupaba de la relación entre ciencia y religión.


Tal vez en quien más merezca la pena pararse es en el que fue artífice de este esfuerzo descentralizador que tanto benefició a los catalanes: Tomás Carreras Artau (18791954). Estudió religión en la escuela y llegó a ser catedrático de ética en la Universidad de Barcelona desde 1912 hasta 1949. Creó el Archivo de Etnografía y Folklore de Cataluña. Además, fue miembro de la Real Academia de las Buenas Letras de Barcelona. 



Junto con Jaume Serra i Húnter y Ramon Turró i Darder, fundó en el año 1923 la Sociedad Catalana de Filosofía, filial del Instituto de Estudios Catalanes. Junto con su hermano Joaquín Carreras Artau, obtuvo el premio de la Asociación Española para el Progreso de las Ciencias, por la publicación entre 1939 y 1943 de la Historia de la filosofía española: Filosofía cristiana de los siglos XIII al XV. 

En 1946 se convirtió en el primer presidente del Instituto de Estudios Gerundenses y redactor de los Anales del Instituto de Estudios Gerundenses. Quien echara a andar la Delegación Catalana del CSIC fue, como tantos otros intelectuales catalanes no nacionalistas depurado por Companys siendo Bosch Gimpera el brazo ejecutor de tal desatino. Fue militante de la Lliga Regionalista y diputado por Gerona del Parlament catalán en 1932. Tuvo que escapar de Cataluña al inicio de la Guerra Civil por su compromiso católico y su archivo se dispersó. Dijo de él Joaquim Pla: “fue hombre de profundas convicciones religiosas, con un espíritu cristiano claro y optimista, […] una sana alegría franciscana vivificaba toda su persona, alma y semblante”.


Otra de las regiones agraciadas por el esfuerzo descentralizador de eminentes científicos católicos fue Andalucía, sumergida en 2017 en multitud de efemérides, alguna de las cuales son científicas. Se conmemora el 75º aniversario de la creación en Sevilla de la Escuela de Estudios Hispanoamericanos (EEHA, www.eeha.csic.es) del CSIC. Este centro de investigación supuso un importante avance en la institucionalización de la actividad científica americanista, y también un impulso a la descentralización de la misma, algo que el CSIC se marcó como objetivo prioritario desde su creación. 

La EEHA la pusieron en marcha fervientes católicos. Empezó la EEHA Vicente Rodríguez Casado (19181990), historiador, fundador y rector de la Universidad Hispanoamericana de Santa María de La Rábida, que era miembro del Opus Dei.



Recibió clase religión en la escuela, en el Colegio del Pilar de Madrid, de los padres marianistas. Durante la Guerra Civil pidió asilo político en la embajada de Noruega, para evitar ser asesinado en la persecución religiosa. Allí estuvo como cónsul el primer año de la Guerra Civil Félix Schlayer, autor de "Diplomat im roten Madrid" («Un diplomático en el Madrid rojo»), que cuenta su experiencia como testigo de la persecución religiosa y la guerra en el Madrid republicano. Más de 900 personas, entre ellas Rodríguez Casado, se refugiaron en los edificios del consulado noruego. (Se puede leer aquí en español).
 
Rodríguez Casado fue doctor en Filosofía y Letras y el 3 de junio de 1942 obtuvo por oposición la cátedra de Historia Universal Moderna y Contemporánea de la Universidad de Sevilla. Renovó los estudios históricos del siglo XVIII español sobre el reinado de Carlos III. 


En 1995 murió José Antonio Calderón Quijano, otro promotor de la creación de la EEHA. En 1996 se dio su nombre a una nueva Aula inaugurada entonces con un exposición de la ingente cantidad de obras suyas, algunas publicadas durante su fecundo mandato como Director de la EEHA.

Fue entonces cuando la Dra. Lourdes Díaz-Trechuelo dio testimonio de la fe de su maestro del siguiente modo: “Quedaría incompleto este mal trazado cuadro si no hiciera referencia a su fe católica, raíz fecunda de la que brotaban sus virtudes humanas y sobrenaturales. Una fe que él vivió hasta sus últimas consecuencias, sin ningún alarde y con total sencillez”.

Añade Díaz-Trechuelo que en 1949 José Antonio Calderón obtuvo por oposición la cátedra de Historia de América de la Universidad de Barcelona, pero a los pocos meses, para el curso 19491950, era ya catedrático de la misma disciplina en Sevilla, donde comenzó un fecundo magisterio que sólo la muerte pudo interrumpir: al mismo tiempo que enseñaba en la Universidad tuvo en la Escuela los cargos de jefe de publicaciones y de la Biblioteca, secretario de la institución y Director de esta casa durante veintidós años


  
  Calderón Quijano (a la izquierda) y Morales Padrón (a la derecha)

Otro de los creadores de la EEHA fue Francisco Morales Padrón (1923-2010). Cuenta su discípulo Ramón María Serrera en su necrológica: “En su calidad de católico y de creyente, mi antiguo profesor y siempre amigo también se interesó –y se integró- en el sevillano mundo de las cofradías. Él ingresó en la Hermandad de las Penas de San Vicente, que también es la mía, el día 28 de marzo de 1966. Don Francisco fue siempre un hombre de Fe, un profundo creyente que supo conjugar Razón y Fe como buen intelectual. Llegó a escribir una monografía, que incluso ha sido reeditada, sobre la figura histórica de Jesús de Nazaret”.

Licenciado en Historia de América por la Universidad de Sevilla y doctor en Historia de América por la Universidad de Madrid (1952) fue catedrático de la Universidad de Sevilla en la cátedra de Historia de los Descubrimientos Geográficos entre 19581988 y profesor emérito de la Universidad de Sevilla desde 1989. Es autor de casi medio centenar de libros, casi todos sobre Historia de América 


Siguiendo con esta tarea CSIC descentralizadora de la ciencia hacia Andalucía, esta vez en el plano de la ciencia experimental, se cumplen 75 años de la fundación del Instituto  de Parasitología y Biomedicina López-Neyra (IPBLN, www.ipb.csic.es), localizado en Armilla, Granada. Es una efeméride que sorprendentemente ha pasado totalmente desapercibida y de la que apenas sí hay un logotipo que incluimos en este artículo.



El cordobés Carlos López Neyra (18851958) fue uno de los parasitólogos más importantes del mundo en su época. Hay quien sostiene que es el científico español más citado de todos los tiempos, por encima incluso de Santiago Ramón y Cajal. Gran experto en helmintología –ciencia dedicada a los gusanos parásitos humanos- señaló a San Isidoro de Sevilla (556-636), autor de las 'Etimologías' y patrono del CSIC, como el padre español y acaso universal de dicha disciplina. 

Bautizado a los seis días en la parroquia de San Andrés, se casó en 1917 en la parroquia de San José. Destacó su humildad y sentido de la justicia, que le llevaron a ayudar a los pobres del barrio de San José de Córdoba. Aprendió a tocar piano con el organista de la Catedral de Córdoba.

En 1947 al celebrar la Facultad de Veterinaria de Córdoba el primer centenario de su creación, se le invitó a dar una conferencia que tituló “Conexiones cordobesas con la parasitología”, en la cual, al referirse a su llegada a Madrid tras quedarse huérfano de padre dijo “…bien pronto me decidí por la farmacia, y marché con mi buenísima madre y tres hermanos a Madrid, sin otros valimientos que una modestísima viudedad, y la protección divina que nunca me faltó”.

En su discurso de entrada en la Real Academia de Medicina de Granada el 24 de enero de 1948 se refirió a España como tierra de María Santísima. Cronistas de su vida tras su fallecimiento indicaron “El cumplimiento de su deber científico no le distrajo, hasta el último momento, hasta el último instante, de su deber como cristiano. Lección magistral la que ha legado a la posteridad. Todo, hasta el último momento de su permanencia entre nosotros, ha sido humilde. Lo ha sido su mortaja, sencilla sábana blanca…”. 

En el libro “El profesor López-Neyra. Sabio Andaluz” (1999) Constantino M. Pleguezuelos recoge todo lo que se puede decir de López-Neyra y que está accesible también por internet. En dicha obra se afirma que la actividad de López Neyra echaba por tierra por sí sola la desacertada frase de Masson de Moviliers sobre que España no había aportado nada a la ciencia y que desencadenó la famosa polémica de la ciencia española en la que tan brillantemente intervino Menéndez Pelayo.

Los católicos y científicos fundadores del CSIC, Albareda e Ibáñez-Martín, le rindieron también sentido reconocimiento y homenaje en vida, aparte de dotarle de medios para el mantenimiento de su escuela y sus laboratorios, cuya actividad le llevaron a mantener una extraordinaria relación incluso con la Rusia de la época, donde todavía hoy se le profesa admiración.

(El autor, Alfonso V. Carrascosa, es científico del CSIC)