Paul Callaghan, de 43 años, casado y con tres hijos, nació y aún vive en Liverpool, Inglaterra. De niño pensó en hacerse sacerdote, pero cuando tenía 14 años su padre murió, y Paul, enfadado con Dios, se alejó de la Iglesia e ingresó en el ejército. Durante diez años estuvo en algunos lugares peligrosos por el mundo. De vuelta al Reino Unido en 1997, su novia (y luego esposa) Christina le acercó de nuevo a la fe y, por consejo del padre Jimmy Collin se inscribió en un Cursillo de Cristiandad. Allí fue donde sintió por primera vez "la presencia del Espíritu Santo", en una misa, después de confesarse. Después se presentó como voluntario con las Misioneras de la Caridad (las monjas de la Madre Teresa de Calcuta) para atender gente sin hogar.

La primera parte de su historia la contó en 2008 la periodista Kristine Cooper, directora de Goodnews (www.ccr.org.uk), la revista inglesa de la Renovación Carismática Católica: cómo se desarrolló su cáncer, cómo milagrosamente éste no le dolía, cómo la Virgen le pidió organizar un grupo de voluntarios para alimentar a los sin techo en las calles (la Sociedad Madre de Misericordia, www.motherofmercysociety.com ) , y cómo este grupo creció.

Más tarde, en el número de Goodnews de septiembre-octubre 2010, Kristine Cooper explicó la milagrosa desaparición del cáncer de Paul Callaghan, para escándalo del Hospital de Cáncer de Clatterbridge (www.clatterbridge.org), donde aún no entienden lo que ha pasado.
 
Nos limitamos aquí a traducir del inglés el artículo de Kristine Cooper en Goodnews con la historia del milagro.

La última vez que vi a Paul Callaghan fue hace dos años cuando lo entrevisté acerca del ministerio para personas sin techo “Madre de Misericordia”, que Nuestra Señora le había inspirado (lo publicamos en la revista GoodNews, Nov/dic 2008 ). Sufría de cáncer de huesos terminal y estaba delgadísimo.
 
Pese al riesgo para su salud y a las protestas de sus médicos, seguía saliendo a las calles con su equipo de voluntarios para repartir bocadillos, bebidas y abrazos a los necesitados. Era sólo cuestión de tiempo, pensaba, que la muerte se llevase a este hombre santo y valiente y vi que silenciosamente él estaba preparando a sus voluntarios para el momento en que ya no estuviese para liderarlos.

Aún así, había una gran sensación de paz en el grupo y un sentido de confianza en Dios y Nuestra Señora que era impactante. Esto se debía, sin duda, a que Paul ya había experimentado un milagro un par de años antes.
 
Cuando le diagnosticaron el cáncer al principio sufría tantos dolores que pasaba todo el día a base de morfina y sin poder apenas moverse. Le llevaron a las aguas curativas de Holywell en Gales [en el Pozo de Santa Winefrida, que recibe peregrinaciones desde el siglo VII; Nota de ReL] y salió de ellas aún con cáncer, pero ya sin dolores.

Esto dejó desconcertados a los médicos, pero impresionó tanto a los sin techo ver que Dios es real que nació todo un movimiento de oración en el hostal de Seel Street, que regentan las Misioneras de la Caridad en Liverpool. Ello abrió el camino, meses después, para cuando Paul oyó un mensaje de Nuestra Señora pidiéndole salir a las calles a alimentar a la gente.

Pasaron los meses y yo esperaba oír de la muerte de Paul. Pero, por el contrario, a inicios de 2010 me llegó la asombrosa noticia de que en la fiesta de la Inmaculada de 2009 Paul Callaghan se había curado completamente. Cuando me lo encontré en la Convención Católica del Norte en junio, parecía estar bien. Me contó lo que le había pasado.

En mayo de 2009 se sintió repentinamente enfermo y cayó con una fiebre altísima y alucinaciones. Estaba tan mal que el doctor le pidió ir al hospital al momento y le sacó una radiografía. Pero tan repentinamente como había subido, la temperatura volvió a bajar, y le enviaron a casa. Los rayos-x demostraban, sin embargo, que el cáncer se había abierto paso hasta la columna vertebral.

Enviaron a Paul al hospital de cáncer de Clatterbridge para un tratamiento de emergencia de radioterapia. Recubrieron sus huesos con una sustancia especial para evitar que se desmenuzasen y le dijeron que su columna era tan quebradiza que podía romperse si estornudaba o tosía demasiado fuerte.

El tratamiento de radioterapia le ponía enfermo, pero aún así insistía en salir a las calles con su equipo. El tratamiento siguió una temporada y le llamaron para hacer más radiografías para ver si era eficaz. El especialista, preocupado porque el cáncer pudiera llegar a otros órganos, decidió escanear todo el cuerpo. Le dijeron que volviera el 8 de diciembre a por los resultados.
 

Él recuerda lo siguiente: “estaba sentado en casa el domingo anterior a la cita del martes, cuando de repente fue como si todo se parase. No puedo explicarlo, pero sentí el poder del Espíritu Santo todo a mi alrededor y las palabras “Hechos 4, 10” aparecieron en mi mente. Como no soy un erudito en Biblia no sabía lo que decía esta cita. Lo miré y leí: “aquí está entre vosotros este hombre, curado en el nombre de Jesucristo el Nazareno”. Supe entonces que Dios me había curado, así que fui al hospital a ver al médico. Pedí a un amigo que viniese conmigo como testigo y que trajese una grabadora.
 
Supe que algo sucedía por el aspecto de la cara del doctor. Me senté y le pregunté: “¿y bien, cuál es el daño?” Pero en mi corazón yo ya lo sabía por la lectura bíblica. Él dijo: “no podemos encontrar ningún daño de tu cáncer en tu esqueleto, en ningún sitio de tu cuerpo. Está totalmente normal. Nunca hemos visto esto antes. No sólo nunca he visto algo así, sino que en todos mis años en la profesión médica nunca escuché nada como esto”.

El doctor estaba totalmente perplejo, ya que este tipo de cáncer se supone que es incurable. Debido a esto, el hospital no puede admitir que Paul se haya curado, así que insisten en que debe seguir allí pero no pueden detectarlo. Cuando volvió en junio para su revisión semestral, todo seguía bien.
 

“No tienen explicación. De hecho, es embarazoso para ellos y no quieren hablar del tema”. La enfermera especialista en cáncer que había estado cuidándole está tan asombrada que está realizando un estudio en un consultorio privado para averiguar lo que ha sucedido. Paul añade: “lo bueno es que como llevaba tanto tiempo enfermo, tengo en casa todos los informes médicos. Las radiografías muestran que mis huesos estaban carcomidos y llenos de agujeros y ahora están completamente sanos.”

Y continúa: “para mí, mi curación es simplemente Dios, que muestra, por sus propias razones, su poder para hacer lo imposible y que puede hacer lo que quiera, no importa lo que diga la ciencia o la profesión médica. La esperanza máxima de vida con miloma múltiple, mi caso, es de menos de 4 años. Es una enfermedad progresiva que se pone peor y peor, pero en mi caso ha remitido completamente. No solo me he curado: es que se ha ido del todo, no queda rastro de que estuviese enfermo.”

Paul no lamenta nada en su historia de enfermedad. “Mirando hacia atrás, puedo ver cómo Dios usó mi dolor los últimos tres años. Todo este viaje me ha modelado hasta ser la persona que soy. Creo que se me ha curado a través de la Gracia de Dios, las oraciones de Nuestra Señora y mediante mi servicio y mi “sí” constante a ellos. En este mundo hay tantas noticias malas en la prensa que lo que me ha pasado da esperanza a todos".

Los sin techo, dice Pablo, no se extrañaron mucho cuando escucharon las buenas noticias. “Es que tuvieron unas palabritas con Dios, por su cuenta, y le dijeron: “Eh, Paul es nuestro colega y hace muy buen trabajo para Ti, así que será mejor que lo ayudes o no nos gustará”. ¡Tuvieron más fe que yo!"