El hablar sobre no es nada nuevo. Aunque recientemente el Papa haya creado un Dicasterio vaticano para fomentarla, especialmente en los países de antigua tradición cristiana y nuevo paganismo, la cosa viene de más lejos. Ya Pablo VI hablaba de evangelizar de un modo distinto, “no de una manera decorativa, como un barniz superficial, sino de manera vital, en profundidad y hasta sus mismas raíces la cultura y las culturas del hombre” y Juan Pablo II se explayó largamente y en muchas ocasiones sobre dicha Nueva Evangelización, que debía ser "nueva en su ardor, en sus métodos y en sus expresiones".

 

Muchos han hablado sobre la necesaria y todavía no puesta en marcha plenamente Nueva Evangelización, se han escrito ya tesinas y tesis doctorales sobre el tema. Y digo lo de no puesta en marcha plenamente porque si lo estuviese y funcionase a las mil maravillas no haría falta un Dicasterio romano para ocuparse de ella. Pero hay algunos que llevan ya muchos años poniéndola en práctica, sin haber escrito tesinas.

 

¿Queréis saber quienes son? Sus nombres no son muy mediáticos, no aparecen en los congresos de teología ni en los cursos de verano de El Escorial (por citar alguno de los muchos que hay por todas partes). Son tantos hombres y mujeres, la mayoría de las veces con niños incluidos, que nombrarles aquí sería prácticamente imposible, pero no puedo dejar de citar a algunos: Son Enrique, Chari, con sus cuatro hijos; son también María Pilar y Agustín, con cinco hijos; son Enrique y Beatriz, también con cinco hijos; son Jorge y Yosune; son tantos y tantos.  

 

Alguno se preguntará porqué citar a estas familias, si toda familia cristiana puede y debe ser evangelizadora. Ciertamente, pero estas familias, y tantas otras del Camino Neocatecumental están haciendo algo nuevo, raramente visto antes, y que concuerda plenamente con ese nuevo ardor, esos nuevos métodos y las nuevas expresiones que pedía el venerado Juan Pablo II: Son familias en misión.

 

Cuando uno visita Navarra y habla con familias cristianas de aquellas tierras te cuentan que antiguamente prácticamente en cada familia había un misionero o una misionera. Algo parecido ocurre en Irlanda, de donde han salido tantas vocaciones misioneras, y en tantos otros lugares de ahora no son familias de las que sale un misionero, sino familias que se vuelven misioneras ellas mismas. Enrique y Cari, familia Hernández González, están preparándose para irse con sus hijos a Austria; María pilar y Agustín, una vez jubilados, se marcharon a , y no a Punta cana a tomar el sol sino a algo muy distinto, a ayudar enn un seminario; Jorge y Yosune están en Madagascar, Fernando y Kuki, con sus seis hijos están en Japón, y otros están en Australia, en Latinoamérica, por toda la vieja Europa, etc.

 

No van a esas tierras por motivo de trabajo, es más, suelen ir sin trabajo y a buscarse la vida, lo cual no es fácil cuando vas tu solo, imagínese cuando uno va con familia e hijos. Van a hablar de Dios y a dar testimonio de su fe, a veces en lugares donde hablar de Dios es algo que no solo no hace nadie, sino que está muy mal visto. Pero les da igual. Van con sus hijos, a veces a países donde una familia numerosa escandaliza y son recibidos con hostilidad. Reciben ayuda, mientras lo necesitan de sus comunidades de origen, que se han comprometido a ayudarles no sólo con la oración, sino con lo que haga falta. Humanamente, una locura; sobrenaturalmente, una aventura maravillosa, de las que sólo el Espíritu Santo sabe organizar para que salgan bien.

 

De todos modos, no van a tontas y a locas, se preparan, disciernen si de verdad es lo que Dios les pide, se dejan aconsejar. Además, les manda , Juan Pablo II presidió muchas veces él mismo el envío de estas familias misioneras y Benedicto XVI también lo ha hecho. Así estas familias saben que está detrás de ellas, apoyándolas y bendiciéndolas. Por otro lado, no todas cuajan en tierras extrañas, no todas consiguen atraer a gente a la fe cristiana o consiguen ayudarles a revitalizar su fe si ya eran cristianos. No siempre la cosa sale bien, pero el intentarlo ya es un acto más que meritorio y ante Dios tiene el mismo valor que si todo hubiese salido a la perfección, si de verdad lo han hecho por amor.

 

A mí, personalmente me parecen admirables, y eso que sólo las he conocido de modo indirecto, pero su sacrificio merece solamente alabanzas y su fecundidad espiritual es imposible de medir con términos humanos. Juan Pablo II disfrutaba estando con estas familias, hablaba con ellos sin papeles, con confianza, les animaba y les decía cosas muy hermosas, de las que entresaco un texto significativo: “Es una cosa bonita. Vemos que también de Nazaret es una familia itinerante. Y lo ha padecido, ya desde los primeros días de vida del Divino Niño, del Verbo Encarnado. Ella tuvo que convertirse en familia itinerante, sí, itinerante y también refugiada. Muchas realidades dolorosas de nuestro tiempo - el  de los refugiados, por ejemplo, o el de los emigrantes - a son características presentes en de Nazaret. Pero para vosotros ella es sobre todo una Familia itinerante porque va por todas partes: va a Egipto, vuelve a Nazaret, va Jerusalén con Jesús a la edad de doce años, siempre va como itinerante para llevar un testimonio de la misión de la familia, de la divina misión de una familia humana. Yo pienso que vosotros como familias itinerantes, neocatecumenales, hacéis lo mismo, siendo la finalidad de vuestra itinerancia llevar a cualquier parte, en los ámbitos más descristianizados el testimonio de la misión de la familia. Es un testimonio grande, humanamente grande, cristianamente grande, divinamente grande porque tal testimonio, la misión de la familia, es inscrita por fin en el surco de No hay, en este mundo, otra imagen más perfecta, más completa que aquél que es Dios: Unidad, Comunión. No hay otra realidad humana más parecida, más humanamente parecida a aquel misterio divino.

 

Muchos en se han quedado solamente en el hablar de , otros muchos, de todo tipo de movimientos y espiritualidades, llevan años poniéndola en práctica. Ojalá el ejemplo de estos muchos y la oración de todos anime a otros muchos más, porque la mies sigue siendo mucha y los obreros siguen siendo pocos.