Qué emocionante y evocador ha sido ver en la tele "Un año más" interpretado por Nacho Cano, su compositor, junto con la cantante Maryan Frutos, en la solitaria Puerta del Sol este final de año. 

http://www.telemadrid.es/navidad-en-telemadrid/Nacho-Cano-emociona-Madrid-Sol-2-2301089869--20210101123559.html

 

A mí personalmente, me ha hablado mucho de Dios y estoy seguro de que a mucha gente también. Han sido muchas cosas, desde la simple referencia a que en el fin de año "le pedimos a Dios", al gesto final del cantante apuntando con su dedo al cielo al finalizar la actuación.

 Pero hay muchos detalles más, desde el hecho de salir en el video gente de todo pelaje (¡hasta curas como parte integrante y funcional de todos los que han ayudado en la pandemia!), hasta la poderosa llamada a la unidad que estructura la canción y tanta falta nos hace en este país maltrecho y malherido en el que tanto pecamos de esa egotística enfermedad llamada desunión.

 Qué descanso cuando por un momento podemos sentirnos uno entorno a una canción, dejando nuestras luchas y absurdos esfuerzos por hacernos valer y reclamar “qué hay de lo mío”, para simplemente ser amados por el Padre en el que nos reconocemos hijos y, por lo tanto, hermanos entre nosotros.

Me pregunto cuántas homilías, cuántos discursos religiosos han sido capaces de llegar al corazón de las personas como lo ha hecho esta famosa canción con una simple letra.

 Sin decirlo, a mí me ha llevado a las lágrimas pensando en el arrepentimiento que nos falta como país cuando como Caín hemos pronunciado tantas veces aquella terrible sentencia en nuestros corazones que reza "¿acaso yo soy el guardián de mi hermano?". Y así vamos por la vida, divorciándonos de los nuestros, partiendo familias, sacrificando inocentes y ahondando abismos de separación cuando en el fondo sabemos que somos hermanos.

 Ha sido un año difícil, sembrado de muerte y de dolor, en el que los cristianos tenemos que proclamar la Palabra de Vida y que la muerte no es el final de todo.

 Frente al discurso facilón de maldición hacia el 2020, y también por oposición a algunos discursos tipo "esta es la mejor oportunidad para cambiar" como aprovechando la desgracia, me pregunto cuántos discursos religiosos nos han invitado a dar gracias y “espabilarnos los que estamos vivos”, haciendo inventario de nuestros pecados pre-pandemia para arrepentirnos de ellos y hacer un mejor 2021 basados en la firme propuesta del amor y la unidad que sale del corazón del Padre y nos ha sido revelada en Jesucristo.

 No se trata de maldecir 2020, ni de dar humanistas augurios y deseos facilones y vacíos para 2021. Se trata de bendecir, animar y dar esperanza con la palabra poderosa de Dios, y también se trata de hacerse las preguntas correctas.

 

 El otro gran compositor de Mecano, José María Cano, no hace mucho lanzó otra pregunta sangrante hablando de la pandemia con motivo de una exposición de su obra en la diócesis de Burgos: «Se nos está pidiendo mucho que seamos prudentes, que nos pongamos mascarillas y nos lavemos las manos con frecuencia», recuerda, «pero pocos son los que nos invitan a rezar». «Hay que ser prudentes en la expansión del virus, pero para rezar no hay que ser prudentes».

 Me pregunto cuántos mensajes religiosos nos han invitado a orar de verdad (con fe expectante en que Dios puede mover montañas) en este fin de año y principio del que comienza…

 Por que cuando nosotros los cristianos damos con autoridad palabras de bendición, de unidad y de sanación para el mundo, es cuando estamos cumpliendo la gran comisión de hacer el Reino presente entre nosotros. Y no nos equivoquemos, no es misión sola de un “cura despistao” como el de la canción, es algo que nos atañe a todos…. pastores y laicos, que aquí no es cuestión de apuntar nadie.

 …y si no lo hacemos nosotros, hablarán las piedras (“Os aseguro que, si ellos se callan, gritarán las piedras” Lc 19, 40).

 Creo que Dios no se limita a la ventana del Vaticano o a los mensajes del evangelista más multitudinario cuando quiere dar un mensaje. Si nosotros no lo hacemos, Él tiene sus maneras para darnos una impresionante homilía a todos en la noche de fin de año.

 Una que pueden escuchar rojos y azules, nacionalistas y unionistas, policías, bomberos, sanitarios y algún que otro despistao; en general, todos los hombres y mujeres de buena voluntad. Una que pueden “rezar” hasta los más ateos, que nunca vendrán a la iglesia pero que a buen seguro habrán tarareado aquello de que por el fin de año le pedimos a Dios.

 Gracias al alcalde de Madrid por organizarlo, a los cantantes por interpretarlo y a tantos que han estado ahí en la Puerta del Sol, unidos en ese momento tan simbólico para darnos un mensaje de esperanza en el que se ha colado el mensaje de Dios como quien no quiere la cosa, demostrándonos que Él es el Señor de la historia y está muy por encima de cualquier circunstancia que nos rodee y nos quiere.

 “Gloria Dios en las alturas y en la tierra paz a los hombres de buena voluntad” (Lc 2, 14).