Hoy celebramos la solemnidad de Cristo Rey. Es una de esas fechas en las que se evidencia que los católicos entendemos la fe y a Dios mismo, de formas diversas y contrapuestas. Cristo reino, no cabe duda, pero ¿Cómo reina?

Pensemos que los Magos de Oriente llevaron oro, incienso y mirra al Señor, ya que para ellos era Rey, Sacerdote y Profeta, al mismo tiempo. Pensemos en el Padre Nuestro en donde pedimos a Dios: “Venga a nosotros tu Reino”. Pensemos en Cristo ante Pilatos y la contestación: “Mi Reino no es de este mundo”. Además, al descender del rey David, Cristo era de estirpe real. ¿Por qué hay católicos que desprecian esta fiesta? Dicen que es un invento moderno que hay que desechar porque fue creada en 1925 por Pio XI.

Por el otro lado, hay católicos que ven a Cristo como un emperador humano y lo que es más triste, se sienten justificados para maltratar y destrozar a quienes discrepan de sus puntos de vista. Cristo no es rey humano que busca destrozar a quienes se oponen a una determinada ideología social y de gobierno. Ya sabemos, por las propias palabras del Señor, que Él no ha venido a juzgar al mundo sino a salvarlo (Jn 12, 47).

Entonces ¿Dónde y cómo reina Cristo?

No pueden coexistir el Reino de Dios y el reino del pecado. Por consiguiente, si queremos que Dios reine en nosotros, procuremos que de ningún modo «el pecado siga dominando nuestro cuerpo mortal» antes bien, mortifiquemos «todo lo terreno que hay en nosotros» y fructifiquemos por el Espíritu; de este modo, Dios se paseará por nuestro interior como por un paraíso espiritual y reinará en nosotros Él sólo con Cristo, Quien se sentará en nosotros a la derecha de aquella virtud espiritual que deseamos alcanzar: se sentará hasta que todos sus enemigos que hay en nosotros sean puestos «por estrado de sus pies», y sean reducidos a la nada en nosotros todos «los principados, todos los poderes y todas las fuerzas». (Orígenes de Alejandría. La oración, 25; GCS 3, 356)

El espacio donde Cristo desea reinar es nuestro corazón, nuestro ser, todo lo que somos, sabemos, sentimos y hacemos. Dios desea que le permitamos que su Mano nos tome para hacer Su Voluntad. Somos templos del Espíritu Santo (2 Corintios 6:16), en los que Cristo desea entrar para cenar con nosotros (Ap 3,20).