La mascarilla de la Navidad

            La pandemia que todavía padecemos está haciendo estragos, no solo en la salud de muchos, sino en las costumbres y tradiciones milenarias. El confinamiento, y los cierres perimetrales, están afectando a las relaciones familiares. Hay miedo. Ya nadie se fía de lo que puede acarrear el trato con un familiar, o con un amigo, con en el que siempre hemos compartido vida, amistad y mantel. Los abuelos se sienten huérfanos de nietos, los nietos sufren la ausencia de alguien tan querido como es un abuelo o abuela, y no digamos nada si están padeciendo el coronavirus, o incluso han muerto sin poder darles un beso de despedida.

            Todo ello está ahí presente cada día y a cada hora. No vale la pena insistir porque nos aburre el monotema. Pero ahora ha surgido un dilema nuevo: ¿Qué hacemos en Navidad? Toda la preocupación gira en torno a la cena de Nochebuena, o la comida de Navidad. Nos están robando el Misterio que celebramos. El Belén, el Nacimiento de Jesús, parce que se ha diluido en la preocupación por el número  de comensales. ¿Pueden ser solo 6, se puede llegar hasta 10? ¿Cuántas burbujas se pueden sentar en torno a la misma mesa? ¿Quién puede servir la comida? ¿Hay que cenar con las ventanas abiertas? ¿Se debe llevar puesta la mascarilla?... Y yo me pregunto: ¿En qué rincón hemos metido el Misterio? ¿Dónde están Jesús, María y José? ¿Tampoco este año van a tener lugar en nuestra “posada”, en nuestro hogar? ¿Tendrá que nacer Jesús nuevamente entre animales?

 

            La Navidad se quiere celebrar, peo no se sabe por qué. Es como el que va a celebrar un bautizo y no le importa para nada el niño que ha nacido. Nos obsesiona la comida. Lo de menos es lo que celebramos, lo que importa es como lo celebramos.  Como diría el Niño en un cuento de Navidad: -Mamá, todos están celebrando la Navidad, pero nadie me ha dicho nada, nadie se ha acercado al pesebre para verme. – Y María responde: - No te preocupes, aquí están con nosotros los de siempre, los que nuca fallan, la gente sencilla que no tienen mesa donde comer, pero si tienen un corazón para amar.- Y San José sonrió y dio las gracias a los que habían venido a celebrar el Nacimiento de Jesús.

            La historia se repite. Que los cristianos no nos dejemos robar la Navidad. Pon un Belén en tu casa, una balconera con la imagen de Niño, envía una felicitación bien bonita con un mensaje tierno. Reparte sonrisas y celebra la Noche Buena con la familia, dejando un lugar para Jesús, María y José, aunque se supere el número que las autoridades han impuesto por decreto.

            Navidad con mascarillas, pero sobre todo con  amor, alegría y esperanza. FELIZ NAVIDAD.

Juan García Inza

Juan.garciainza@gmail.com