Me ha venido a la cabeza, a raíz de los acontecimientos políticos de todos conocidos, aquella aleccionadora historia que el cine supo magistralmente llevar a las pantallas del mundo.
            El boxeo es el ¿deporte? idóneo para representar cinematográficamente el tan manido tema del éxito repentino y transmutador de personalidades y ambiciones seguido del consiguiente fracaso desolador o incluso redentor que devuelva a la víctima protagonista a su inicial estado de sencillez y honestidad originales. Infinidad de veces hemos visto esta historia retratada en la pantalla, en decenas de ocasiones hemos asistido a las crónicas de perdedores en que suelen consistir los filmes sobre boxeo o que utilizan éste como hilo conductor de la acción, pero por más que veamos la misma historia contada una y otra vez y seamos capaces de vislumbrar diáfanamente por dónde van a ir los tiros (o los puños), realmente resulta difícil encontrar un tema que sirva mejor como metáfora de lo que significa el auge y la caída del ser humano, y de los vicios y peligros que conlleva la primera o de las enseñanzas que nos obsequia la segunda… Títulos cinematográficos sobre el tema: Los puentes de Toko-Ri (1955), Más dura será la caída (1956), El premio (1963) o El coronel Von Ryan (1965),  El ídolo de barro- El tema: alegoría de la hegemonía y la derrota de un boxeador vencido por un juego mucho más fuerte que él.

             El ídolo de barro es la crónica  de los peligros de una ambición desmedida y de la no aceptación de consejos y ayudas por parte de quien, en el fondo, es un ser solitario, ingenuo, infantil y desvalido, por más que pretenda hacerse el fuerte o el poderoso, la mayor virtud de la película consiste en la extraordinaria manera que tiene el guión de caracterizar a los personajes con apenas unas breves pinceladas sueltas en palabras y actos. … El autoproclamado ídolo, temido y respetado por su poder pero odiado por su falta de deportividad, de espíritu humano y de amor por sus semejantes, es devorado en su propio juego de falta de escrúpulos, de derrota, devastación y soledad, mientras que vuelve a ser su hermano el único apoyo que le brinda aunque ya nada pueda hacer por él…
            Se nos ofrece una vez más la parábola de los peligros del éxito y de la necesidad de conservar los pies en la tierra y los sabios consejos de quienes nunca juzgaron al ser humano por su éxito o por su dinero, un discurso moralizante que bien puede resumirse en la frase de Oliver Cromwell, preguntado sobre si se coronaría rey de Inglaterra tras el proceso y la muerte de Carlos I, respondió: “uno sólo sube tan alto cuando no sabe a dónde va”. El cuchillo del fracaso siempre está atento a cortar por donde más duele. Un aviso para navegantes y, sobre todo, para quienes olvidan que en la vida hay otras prioridades por encima del éxito.
 Fuente: http://39escalones.wordpress.com/2010/04/09/parabola-del-ascenso-y-la-caida-el-idolo-de-barro/
 
            ¿Por qué traigo el tema al blog? Porque viene bien recordarlo cuando un ideólogo subió al poder, se consideró señor de las civilizaciones, no hizo caso a nadie por no apearse de su ideología, y ha preferido poner en peligro a un pueblo entero antes de reconocer que se había equivocado. ¿Habrá aprendido la lección? Al menos ha tenido que agachar la cabeza y obedecer a otros más listos que él. No doy nombres porque es de sobra conocido el caso. Que cada cual se aplique el cuento.
 
Juan García Inza
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