Acabo de abrir un libro de prometedor contenido sobre el problema moral que en España planteó la conquista, la evangelización y el civilizamiento (perdonen Vds. el palabro, lo prefiero a “colonización”) de América.

             Y no hago más que abrir el libro... y la primera, en la frente: “Se ha discutido acerca del término a utilizar para nombrar el hecho histórico al que nos referimos. Parece conveniente evitar la expresión ‘descubrimiento’ por su marca eurocéntrica y por su carácter ideológico. Sin que sea totalmente perfecta, es mejor la expresión ‘encuentro’”.

             Pues bien, no, querido escritor de ese libro al que me refiero, no fue un “encuentro”. Resumiendo mucho la cuestión pues no se trata aquí de hacer una tesis doctoral sino sólo un breve artículo con el que pasen Vds. unos minutitos, un encuentro habría necesitado de una acción positiva en ese sentido de las dos partes llamadas, decididas, a “encontrarse”. No digo tanto como “una cita previa” (que tampoco habría estado mal), pero sí al menos una conciencia biunívoca presente en ambas partes. Y pese a quien pese, eso no es lo que pasó. Lo que pasó es que un parte, -España, los marinos españoles, los Reyes Católicos, Colón, coloquen Vds. el protagonismo donde más les guste-, inició una acción, y la otra –América, los indígenas americanos-, completamente inconsciente del movimiento realizado por la primera, se limitó a ser sujeto pasivo de la misma. Por eso, entre otras muchas razones, se trató de un Descubrimiento y no de un encuentro.

             De todas maneras, me parece aún más interesante y fructífero la segunda parte del aserto, el supuesto “eurocentrismo” del “Descubrimiento”. Y aquí, una vez más, voy a evitar, por no alargarme, entrar en la cuestión de si se trata verdaderamente de “eurocentrismo” o de “hispanocentrismo”, que me parecería, como arriba, mucho más certero, puesto que no es Europa la que descubre, es España.

             Y llego así a donde quería llegar. El descubrimiento de América fue tal descubrimiento para Europa… ¡¡¡pero lo fue más, mucho más, infinitamente más, para América!!!

             El estado del conocimiento en Europa, cuando se produce el Descubrimiento, parte del hecho indiscutible de que la tierra es finita y además esférica. Lo que quiere decir que nadie en Europa –nadie con una mínima formación se entiende- dudaba lo más mínimo de que navegando hacia occidente se habría de llegar a las costas orientales de Asia.

             La incertidumbre radicaba “algo” –no mucho, las dimensiones de la Tierra estaban medianamente calculadas para el momento en que acontecen los hechos que referimos- en el tema de la distancia que separaba las costas occidentales europeas y las orientales asiáticas. Y un poco más en la viabilidad del periplo: ¿habría monstruos en los océanos, aguas excesivamente calientes o frías o con alguna condición que las hiciera innavegables, vientos ingobernables, un agujero negro…? Y la cuestión más importante de todas: ¿habría tierra en medio, o se trataría una sucesión de agua sin solución de continuidad hasta Asia, sin accidente terrestre de ninguna clase? Y de existir ese accidente: ¿estaríamos hablando de una tierra que pudiera servir de base de aprovisionamiento y descanso, o por el contrario, de un obstáculo insalvable, una gigantesca barrera terrestre que fuera de polo norte al polo sur y difícil o imposible de franquear? El Descubrimiento tuvo, finalmente, algo de los dos condiciones, pero quizás casi más de lo segundo que de lo primero.

             Bien, ninguno de estos puntos de partida, y muchas otros que podríamos mencionar, existía en el conocimiento del indígena americano entonces. Las personas que los españoles se encuentran en América viven en un período prehistórico inédito, que bien podríamos denominar “neolítico americano”, un neolítico que los europeos habían vivido siete mil años antes: los americanos no escriben, no conocen la rueda, se visten algo más que rudimentariamente, no conocen las bestias de transporte, y si practican alguna forma de agricultura y pastoreo, es sumamente primitiva.

             Así las cosas, no tienen el menor conocimiento de la condición esférica de la tierra, es más, se trata de una cuestión que ni se han planteado. Menos aún se han planteado que navegando hacia este o hacia oeste, deberían volver a casa. Y menos aún, que en el medio pueda haber otras tierras o personas; y menos aún que esas personas puedan vivir en condiciones diferentes en las que viven ellos.

             No saben que el continente en el que viven –en realidad, lo que no saben es que viven en un continente- está regado por dos mares, uno al este y otro al oeste. No saben que dicho continente llega de polo a polo y va de norte a sur. No se plantean que pueda haber pasos por sus extremos, ni menos que pueda existir uno en el centro.

             El ámbito de actuación y de influencia de los indígenas que se encuentran los españoles cuando arriban a América no traspasa para la gran mayoría de ellos un círculo más allá de los 50 kilómetros a la redonda. Cincuenta kilómetros a la redonda es, en definitiva, “el mundo”, “el orbe”, “el universo”, de cuantos viven en América.

             Con el avance de los españoles por el continente americano aparecerán civilizaciones que abarcan un poco más, la azteca, unos 300.000 kilómetros cuadrados, la incaica, casi dos millones… pero pare Vd. de contar: hasta ahí llega el espacio vital de los indígenas americanos cuando marinos, exploradores, conquistadores, misioneros y científicos españoles irrumpen en el escenario.

             Por resumirlo de alguna manera, para los europeos el Descubrimiento será “una sorpresa”, y como toda sorpresa, inesperada, ahora bien, no enteramente descartable. Es para los americanos para los que será un verdadero “hallazgo” en toda regla, insospechado, inimaginable, inesperable.

             En definitiva, gracias a los españoles, es mucho más lo que sobre el propio continente en el que vivían, América, “descubren” los americanos que los mismísimos europeos. Un descubrimiento, pues, mucho más americocéntrico que eurocéntrico.

             Argumentos como éste y otros no menos novedosos, puede encontrar Vd. en mi último libro “Historia desconocida del Descubrimiento de América. En busca de la Nueva Ruta de la Seda”.

             Que hagan Vds. mucho bien y que no reciban menos.

 

            ©L.A.

            Si deseaponerse en contacto con el autor, puedehacerlo en encuerpoyalma@movistar.es. En Twitter  @LuisAntequeraB