Eran valientes cuando no eran nada más que un soldado de infantería. Disponían de recetas para los varios asuntos espinosos que surgían en la realidad española. Eran solamente tertulianos de salón, aunque en sus opiniones cortaran cabezas como las hojas se caen en otoño. Pontificaban su largo recetario gastando solamente saliva.

Los oyentes sabíamos que su cobardía estaba escondida tras la hojarasca palabrera que brotaba de sus bocas parecidas a bocas de riego callejero. No iban a más, pues sus miedos eran evidentes y sus silencios más reveladores todavía.

Ahora, alcanzado el puesto, serán mudos completos. Ya no podrán tener tertulias de salón, pues deben dar ejemplo a los inferiores, quienes pueden agarrarse a cualquier desliz verbal para montarles algún jaleo en los medios informativos.

Pobres mudos sobre la realidad española. Sus figuras pasarán sin pena ni gloria por este tiempo histórico, aunque ellos pretenderán tirar alguna piedra, pero lo harán escondiendo la mano.

Por lo tanto, se vive mejor sin vender la libertad de expresión y entrar en la galería de personajes mudos. Dichosos los perseguidos por hablar y comprometer sus vidas en abrir los ojos a los demás, huyendo del catálogo de los mudos tan de moda hoy.

Tomás de la Torre Lendínez