No he conocido otro como él. Generoso hasta el extremo. Generoso de si mismo, de su persona, de su tiempo. Invencible. Digo invencible porque el amor lo transforma. El cariño te mira desde sus ojos azules y sientes que todo va bien, que no puede ir mal. Se adelanta a tus necesidades, viene, llega, sonríe y dice: “Déjame a mí”. Hablo en presente. Un hombre así no desaparece, es imposible que se vaya de tu alma. Un hombre así te quiere para siempre, un hombre así es inmortal. Se bate cuerpo a cuerpo con las dificultades, con el dolor, con lo que sea. Tiene coraje, tiene agallas, tiene fe. Un hombre así no dice muchas palabras. Hace, actúa. No habla de amor. Ama. No fatiga a las palabras con discursos inanes. Da. Se da. Está curtido, conoce a los hombres. Y conoce a Dios de cerca. Y sabe que lleva las de ganar. Reza con todo su ser. Yo lo sé. Sólo hay que observarle con detenimiento el corazón mientras vive o se ofrece. Yo soy testigo de su oración clamorosa, de su espiritualidad medular. Por eso no desfallece. Y si desfallece sigue insistiendo, persevera en la vida, dando la cara y el alma por los que quiere, por los que le necesitan. Dando la cara y el alma por lo que cree justo, por la verdad. Inútil disuadirle de que descanse, de que espere, de que no hace falta. No admite razones. El amor hay que darlo ya, ahora, cuanto antes. El amor no puede esperar, se necesita para respirar, para curar las heridas. No he conocido otra persona que se afane tanto por los demás. Y eso le hace extraordinario. Con humildad. Su biografía es un don y un darse, en un sacrificio que no tuerce el gesto ni critica ni presume ni escurre el bulto. He ahí un hombre. Un hombre, digo. ¿Escucháis bien? Un hombre que admiro y al que nunca acabaré de agradecer su vida, su cariño. Y hoy, cuando le miro y pienso que cualquier día de estos puede morir, que un tumor le abrasa el pecho, le acaricio su mano pero no sé qué decir. No sé qué decirle hermanos. Sólo le miro. Miro muy despacio a Lorenzo. Es mi suegro y es también mi padre. Es un orgullo y un privilegio. Sé que nunca dejaré de quererle, de sentirle vivo.