“La celebración de la Pascua se continúa durante el tiempo pascual. Los cincuenta días que van del domingo de Resurrección al domingo de Pentecostés se celebran con alegría, como un solo día festivo, más aún, como “un gran domingo”.
(Carta Cong. Culto divino,
Preparación y celebración de las fiestas pascuales, n. 100).
Tal vez la fuerza e intensidad puestas en la vivencia de la Cuaresma se convierten en relajación y bajo nivel espiritual en la Cincuentena. No obstante, ésta es el gran tiempo, la Fiesta de las Fiestas, la celebración prolongada de la Resurrección de Cristo, su Glorificación y su Plenitud en Pentecostés.
La liturgia ha de ser esmeradísima: canto del Aleluya diariamente, el exorno floral del presbiterio durante las 7 semanas, la homilía diaria, los mejores ornamentos litúrgicos... y el cirio alumbrando hasta las II Vísperas de Pentecostés.
Los textos litúrgicos -oraciones colecta, los prefacios, las preces de Laudes- ofrecen un material preciosísimo tanto para la predicación como para la meditación personal.
Es el tiempo santo: en él los sacramentos comunican la Vida glorificada de Jesucristo; es tiempo del Bautismo, del sacramento de la Confirmación, de la primera participación en la Eucaristía mediante la comunión, de ungir comunitariamente a los enfermos que por avanzada edad sufren las molestias de la vejez o de los enfermos graves que se puedan desplazar a la iglesia... (no es simplemente un sacramento de ancianidad que cualquiera pueda recibir; debe padecer las molestias o achaques serios de la edad).
No perdamos la intensidad y la alegría de la Pascua. La liturgia y la espiritualidad deben ser cuidadas al extremo en este tiempo único.