En la vida espiritual trabajan fuerzas contrarias: la carne y el Espíritu. Con frecuencia nos podemos encontrar indecisos. Para salir de esa situación necesitamos hacer discernimiento.

El discernimiento espiritual no es solo tener capacidad de razonar o tener sentido común. Es un don sobrenatural. Debemos pedirlo al Espíritu Santo y desarrollarlo con el consejo de hombres experimentados, con la oración y la atención a las personas que lo necesitan.

Nos dice el Papa que es una necesidad urgente: “Hoy en día, el hábito de discernimiento se ha vuelto especialmente necesario. Porque la vida actual ofrece enormes posibilidades de acción y distracción, y el mundo las presenta como si fueran todas válidas y buenas. Todos, pero especialmente los jóvenes, están expuestos a un zapping constante. Es posible navegar en dos o tres pantallas simultáneamente e interactuar al mismo tiempo en diferentes escenarios virtuales. Sin la sabiduría del discernimiento podemos convertirnos fácilmente en marionetas a merced de las tendencias del momento”.

Resulta especialmente valioso cuando tenemos que tomar decisiones importantes en la vida: aspectos vocacionales que nos marcan, etc. La lucha entre la luz y las tinieblas puede ser tremenda. El demonio se viste de ángel de luz y nos engaña. Situaciones en que la comodidad y el amor propio nos piden no cambiar. Pero el Espíritu nos punza a salir de nosotros mismos y alcanzar nuevas metas. “El discernimiento es un instrumento de lucha para seguir mejor al Señor. Nos hace falta siempre, para estar dispuestos a reconocer los tiempos de Dios y de su gracia, para no desperdiciar las inspiraciones del Señor, para no dejar pasar su invitación a crecer… Se trata de no poner límites para lo grande, para lo mejor y más bello, pero al mismo tiempo, concentrarnos en la pequeño, en la entrega de hoy… Al mismo tiempo, el discernimiento nos lleva reconocer los medios concretos que el Señor predispone en su misterioso plan de amor, para que no nos quedemos solo en las buenas intenciones”.

Por ser el discernimiento un don sobrenatural, no bastan las dotes humanas. Ni siquiera las normas de la Iglesia. Es una gracia: “Aunque incluya la razón y la prudencia, las supera; porque se trata de entrever el misterio del proyecto único e irrepetible que Dios tiene para cada uno y que se realiza en medio de los más variados contextos y límites. Está en juego el sentido de mi vida ante el Padre que me conoce y me ama, el verdadero para qué de mi existencia que nadie conoce mejor que Él… no requiere capacidades especiales ni está reservado a los más inteligentes o instruidos, y el Padre se manifiesta, con gusto, a los humildes”.

Por ser un don de lo alto, cuidemos la oración detenida y continua. Así descubriremos el significado de las inspiraciones recibidas, calmaremos las ansiedades que se nos presentan a la luz de Dios. Nuestra vida será iluminada por el Espíritu.