No es la primera vez que hablo, para recomendar, la interesante revista Fuego y Raya, una publicación semestral que edita el Consejo de Estudios Hispánicos Felipe II y que aborda cuestiones de índole histórica y política en el ámbito hispanoamericano. Dirigida por Juan Fernando Segovia, el Consejo de Redacción es imponente y una garantía de que sus contenidos no defraudan.

Y en efecto, número tras número (ya van por el 20), Fuego y Raya nos descubre aspectos poco conocidos pero claves para comprender la historia de Hispanoamérica y, a partir de ella, también su estado presente. La riqueza de cada sumario es enorme, pero quiero llamar la atención sobre el dossier titulado “Movimientos subversivos y grupos guerrilleros en Hispanoamérica”, que en su segunda entrega, publicada en el último número, aborda los casos de Colombia, Argentina y Chile.

Y como suele suceder cuando lees a quien conoce el tema en profundidad, te das cuenta de que mucho de lo que sabías, lo que encuentras en las páginas de los medios generalistas, o es incompleto, o está sesgado o es directamente falso.

Por ejemplo, las guerrillas colombianas no son el producto de un sistema bipartidista dictatorial que empujó a miles de campesinos a la lucha armada: las FARC ya operaban en los años 40 y esos “campesinos” oprimidos en realidad eran el producto de treinta años de bandolerismo armado disfrazado de ideológico e instrumentalizados primero por el Partido Liberal y luego por el Partido Comunista (legalizado por la administración liberal). Como explica Francisco Flórez Vargas, de la Universidad Sergio Arboleda, “la diferencia entre bandoleros, autodefensas liberales o guerrillas comunistas era prácticamente inexistente, pues cada grupo de hombres armados asumía cualquiera de los tres motes, o los tres al tiempo, según las circunstancias”.

Muy interesante es también el análisis histórico que Gonzalo Segovia realiza de los montoneros en Argentina, especialmente si se considera “la presencia en sus orígenes de claros antecedentes católicos más vinculados hacia las ideas modernistas del catolicismo posconciliar” agrupados en torno a la revista Cristianismo y Revolución, que tomó al cura guerrillero Camilo Torres como un punto de referencia. Otro sacerdote, Carlos Mugica, tuvo un papel central en el surgimiento de montoneros y su síntesis entre cristianismo y peronismo revolucionario, a pesar de que en realidad de popular tuvieron poco: “en el fondo no dejaban de ser mayoritariamente grupos de intelectuales burgueses obsesionados con la idea de hacer la revolución”. Por último, José Diez Nieva aborda la violencia de los grupos revolucionarios chilenos, muy influidos por el modelo cubano y abiertamente marxistas.

  

No me extiendo más; únicamente reiterar que en un mundo de información superficial, cambiante y desorientadora, Fuego y Raya aporta una visión profunda, histórica y rigurosa que ayuda mucho más a comprender dónde estamos que mil noticias epidérmicas.