«Preparad el camino del Señor, allanad sus senderos.»

Queridos hermanos:

Estamos ante el II Domingo de Adviento. El Señor nos ofrece la Primera Palabra del Profeta Isaías. Cristo es el segundo Isaías, es el Dios al cual seguimos, un Dios que habla al corazón, no habla en la superficialidad; y nos lleva al desierto… “Una voz grita: En el desierto preparadle un camino al Señor…”. ¿Qué desiertos? Hay muchos desiertos profundos, la soledad, el abandono, la vida sin sentido, la exclusión, etc. Y la voz dice: aquí, prepara un camino al Señor, porque Él hace que los montes, las columnas y las dificultades se destruyan. Súbete a un monte elevado y te encontrarás a Jesucristo como Señor, el Ungido de Dios para vencer toda dificultad, toda muerte y toda esclavitud. Y continúa diciendo la Palabra: “Aquí está vuestro Dios. Mirad, el Señor Dios llega con poder, y su brazo manda. Mirad, viene con él su salario, y su recompensa lo precede”. Su salario nos da la vida eterna que se nos ofrece gratis en el bautismo.

Respondemos con el salmo 84: “Muéstranos, Señor, tu misericordia y danos tu salvación. Voy a escuchar lo que dice el Señor…”. Qué importante es escuchar, María queda embarazada por el oído porque escuchó y creyó. Dice san Pedro en la segunda Palabra: “No perdáis de vista una cosa: para el Señor un día es como mil años, y mil años como un día. El Señor no tarda en cumplir su promesa, como creen algunos. Lo que ocurre es que tiene mucha paciencia con vosotros, porque no quiere que nadie perezca, sino que todos se conviertan. El día del Señor llegará como un ladrón”. ¿Qué esperas en este tiempo de Adviento? ¿Más dinero, más afecto, mejor trabajo? Esperemos a Jesucristo, que viene a salvarnos.

El Evangelio, que es la Buena Noticia, dice: “Yo envío mi mensajero delante de ti para que te prepare el camino”. Jesús se presenta en medio del desierto, en medio de nuestro desierto, y actúa, nos ofrece una naturaleza nueva, la gracia de ser hijos de Dios. Dice san Juan: “Yo os he bautizado con agua, pero él os bautizará con Espíritu Santo”. Esta es la misión de la Iglesia, darnos su Espíritu, el Espíritu Santo. Hermanos, creamos en la Palabra del Señor. María y Juan tuvieron fe, creyeron en su Palabra.

Que la bendición de Dios Todopoderoso, Padre, Hijo y Espíritu Santo descienda sobre todos vosotros. Recen por mí.

Mons. José Luis del Palacio

Obispo E. del Callao