¡Qué gratificante noticia, ¿verdad?! En los tiempos en los que lo que se cuenta por millones son los niños masacrados en los abortorios del mundo entero, un australiano, por nombre James Harrison, ha salvado él solito a dos millones doscientos mil niños gracias a su inestimable plasma sanguíneo que, según revela Europa Press, posee anticuerpos contra una enfermedad llamada enfermedad de Rhessus, la cual produce lesiones cerebrales irreversibles, cuando no la muerte, a niños de Rh positivo que son hijos de madre con Rh negativo. Al Sr. Harrison, que tiene al día de hoy 74 años, cabe el honor de haber realizado hasta la fecha la friolera de 984 donaciones de sangre, a razón de una cada veinte días, durante cincuenta y seis años de su vida, desde que a los dieciocho empezara a donar su preciado tesoro sanguíneo.
 
            A mí me ha hecho pensar inmediatamente en una serie de televisión de las de mi infancia, una de esas hechas al rebufo del Fugitivo, que se llamaba El Inmortal, donde se relataban las peripecias de un curioso personaje cuya sangre le convertía en inmortal, y al que todos los malvados del mundo perseguían para compartir con él tan prodigioso fluido, aunque para que la serie tuviera cierto interés, todos los que querían valerse del torrente de sus venas, lo que en realidad acababan queriendo es matarlo.
 
            Para decir toda la verdad, la noticia ha sido luego matizada, y al final parece que no es que el Sr. Harrison fuera un señor con sangre mágica, sino simplemente un señor con Rh negativo que ha accedido a formar parte de un programa del que forman parte otras muchas personas en el mundo, por el cual son inmunizadas para crear en el plasma de su sangre los anticuerpos de la enfermedad en cuestión, lo que más que en hombres mágicos, les convierte en hombres medicina. Reconozco que con esta matización la noticia es menos llamativa, pero lo que pierde de espectacularidad lo gana de aleccionador, al convertir al Sr. Harrison en un esforzado filántropo entregado a una causa noble.
 
            En nombre de la Humanidad, en nombre de los muchos niños salvados por el Sr. Harrison y por los muchos otros que forman parte del mismo programa, gracias. Sólo una cosa más: ¿se dan Vds. cuenta de que en España, sea con la ley antigua de 1985, sea con la que estos días entra en vigor, esos niños por cuya vida el Sr. Harrison trabaja con toda generosidad podrían haber sido abortados sin mayor contemplación? Paradojas de esta sociedad que nos toca vivir, capaz de lo mejor tanto como de lo peor.