Cuando yo era pequeñito hacía un jueguecito infantil que acabó revelándose un experimento sociológico del mayor alcance. Cogía dos hormiguitas de esas cabezonas, les daba a las pobrecitas un golpe cabeza contra cabeza, y luego ya, ellas solitas se quedaban peleándose entre sí. Yo seleccionaba las hormigas, yo elegía el lugar donde quería que se pelearan, y ellas, de acuerdo con un guion que sólo yo había escrito, se quedaban peleando para mi solaz, ignorantes de que ninguna había agredido a la otra, inconscientes incluso de donde se hallaba su común hormiguero y de cuáles eran las más apremiantes necesidades del mismo.

            Acostumbramos a creer que el verdadero poder de los periodistas es su capacidad para enfocar las noticias desde este o aquel punto de vista. Incluso lo afilado de su pluma o lo esmerado de su verbo. Pero no: constituyendo todo ello no poco poder, el instrumento más poderoso del que dispone un periodista no es ninguno de los citados sino otro: el de marcar la agenda, el de decidir que va a ser noticia y qué no. Un hecho, un evento, un proceso entero puede quedar completamente alterado, deformado, si el periodista decide informar sobre un aspecto del mismo y omitir toda información sobre otro diferente que podría ser tan importante, cuando no más. Al final, como las hormiguitas de mi cuento, los que atendemos a esos periodistas nos quedamos peleando entre nosotros para su solo solaz, inconscientes de dónde se halla nuestro común hormiguero y de cuáles son sus más urgentes necesidades.

            Si a ese inmenso poder del periodista se añade que por alguna extraña razón, -la educación recibida por sus profesionales, su escaso espíritu crítico, lo intrincado del acceso a sus necesarias fuentes de financiación-, todos ellos hacen causa común en una misma e idéntica agenda, entonces acaba Vd. de acudir a la muerte de lo que debería ser el verdadero y único objetivo del periodismo, la información, y al nacimiento del que se constituye en su nuevo objetivo, nunca confesable, nunca confesado: el adoctrinamiento.

            El periodismo informativo no es posible si no es independiente, imaginativo, riguroso, informado, diverso y crítico. Si Vd. atiende varios noticiarios y en todos ellos escucha las mismas noticias (violencia machista, cambio climático, v.gr), aun cuando por una cuestión que no es sino estratégica hasta puedan parecerle diferentemente enfocadas, desconfíe: no le están informando, le están adoctrinando. Y Vd. sin enterarse.

             Contad. si son cuatrocientas y está hecho. Que hagan Vds. mucho bien y que no reciban menos.

 

 

            ©L.A.

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