A veces siento que a Dios no hay quien le entienda. En una película que vi hace mil años el chico le dice al padre de la chica que está enamorado de su hija pero que  no la entiende, y el futuro suegro (porque antes del final se casa con ella) le contesta: “A las mujeres no hay que entenderlas, sólo hay que quererlas.”

Pues con muchas de las cosas de Dios me pasa lo mismo. Por ejemplo, no entiendo que nos quiera tanto con lo pequeños que somos; no entiendo cómo tiene tanta paciencia, si siempre caemos en los mismos defectos y pecados; no entiendo que naciera en un establo maloliente siendo el dueño del Universo; no entiendo que se entregara sin resistencia a la muerte en la cruz, con la vergüenza añadida al tormento, pudiendo fulminar a sus torturadores con sólo una mirada…

No lo entiendo. No le entiendo. Pero me encanta ser su hija y saberme tan amada y mimada por Él. No le entiendo pero he gustado su ternura en mi propio ser y le quiero con locura.

Cuando este tema me ronda la cabeza escucho o canto una canción de Ain Karem, “Dios fiel”, que termina así: “Tus caminos no son los nuestros, tú el Dios desconcertante y fiel.”

¡Qué bien que Dios es como es y no piensa como los hombres! 

(Extracto del libro de la autora "Si supieras cuánto te amo...")