Me lo dijo un cibernauta de Pontevedra en el chat de una conocida red social. "La Iglesia odia a los rojos", espetó. Y le respondí algo así.

"Bueno, Daniel, la cosa viene de antes. Yo diría más bien que el comunismo nunca vio con buenos ojos a la religión. El opio del pueblo y esas cosas. Total, que cuando el comunismo se instaura en Rusia, se les ocurre una idea estupenda. Las checas. Básicamente, para darle matarile a todos aquellos reaccionarios e intolerantes que no entendían que, con el comunismo, había llegado el progreso, el gobierno del pueblo y tal. Se cepillan a unos cuantos -vamos, millón arriba, millón abajo- o los envían a Siberia, por aquello de repoblar la zona.

La Iglesia, claro, era un estorbo. "Era" -en pasado-, porque también se la pasaron por la piedra. Total, que en España (por fijarnos en nuestra piel de toro) lo de Marx y Lenin gusta a un grupito de gente de gatillo fácil. Con la llegada de la República, se les ocurre eso tan ingenioso de que "la única iglesia que ilumina es la que arde". Y les parece tan ocurrente que se ponen a ello.

 

Llega el 34. Asturias. Comienza la revolución armada. Quieren fundirse a unos curillas que habían tenido el atrevimiento de dar educación a los hijos de los mineros. Ya sabes, esos que no existían para el Estado, pero sí para la Iglesia. Ninguno de los mineros está dispuesto a apretar el gatillo contra los sacerdotes que han enseñado a leer y escribir a sus hijos y a los que guardan un gran cariño y respeto. El cabreo de los caudillos revolucionarios es de aúpa. Así que llaman a los de un pueblo vecino para que les den matarile a los curas.

Llega el 36. La Edad de Oro de las checas. Toc, toc. Hola, venimos a por Fulano. Los niños se abrazan angustiados a las faldas de su madre. El Fulano en cuestión contiene las lágrimas, mientras se lo llevan a empellones. De paseíllo, dicen entre risotadas. Pum, pum. Uno menos. Es que llevaba el escapulario, o le habían visto salir de misa. Joder con el opio del pueblo, es que no se enteran estos católicos de que ya hemos pasado de capítulo. Entre curas y monjas fueron en torno a 10.000. Los católicos de a pie que murieron simplemente por ser católicos, ni se cuentan. Algunas religiosas eran peligrosas delincuentes de ochentaypico años de edad. Si es que no pueden andar sueltas por el convento rezando o haciendo pastitas, a ver si le van a hacer daño a alguien.

 

Tienes razón, la Iglesia no sentía demasiado cariño por el comunismo. Realmente, el desafecto era mútuo. La diferencia es que el comunismo se ha hundido, pese a que algunos tratan de reanimarlo, como a un fiambre que ya huele y le sigues dando sesiones de electro-shock. Y, en cambio, ahí va nuestra Santa Madre Iglesia, dos mil años, y con qué garbo, hermosura y esplendor. Pese a las malas acciones de muchos de sus hijos, entre los que me incluyo.

 

Dios te bendiga".

Álex NAVAJAS