EVANGELIO

Mi madre y mis hermanos son éstos: los que escuchan la Palabra de Dios, y la cumplen
Lectura del santo Evangelio según san Lucas 8, 19-21
En aquel tiempo, vinieron a Jesús su madre y sus hermanos, pero con el gentío no lograban llegar hasta él.
Entonces le avisaron:
«Tu madre y tus hermanos están fuera y quieren verte».
Él respondió diciéndoles:
«Mi madre y mis hermanos son estos: los que escuchan la Palabra de Dios, y la cumplen».

Palabra del Señor.

Notas: Próximas misiones.

Acogerme en la bellísima intimidad.

Gracias Señor, porque me has dado la oportunidad de formar parte de Tu Familia. No se trata de cumplir una serie de normas. Se trata de mantener contigo una relación de amor. Se trata de desear morir antes que pecar porque no soporte alejarme de ti, de purificar mi corazón para que puedas entrar más adentro, de desapegarme de todo lo creado y que puedas actuar a través de mí para construir Tu reino y llamar a otros a unirse a Tu gran familia. Una familia unida no por la sangre, sino por el Espíritu. Se trata de entrar a formar parte de Tu Santa Intimidad.

Gracias Señor, por acogerme en la bellísima intimidad de Tu Sagrado Corazón.

Aterrizado a la vida matrimonial:

Laura: Señor, hoy cuando he regañado a mi hijo por su comportamiento delante de la gente, me daba cuenta de que me avergonzaba porque estaba manchando el nombre de nuestra familia. Un mal comportamiento de suyo, afecta a la imagen familiar. Entonces, he comprendido cómo cada vez que no me comporto como hija tuya, no siendo misericordiosa con mi esposo, no acogiendo tu cruz, no siendo humilde, no poniéndote en primer lugar y cuando no pongo a mi esposo como mi prioridad en la tierra… En todas esas situaciones y otras muchas, estoy manchando el nombre de Tu Familia, a la que pertenezco por tu Gracia. Me avergüenzo, Señor, porque te quiero demasiado para mancillar Tu nombre.
Carlos: Gracias Señor por mi esposa, que me enseña a quererte y respetarte, que comparte conmigo su intimidad contigo. Me ayuda y me orienta hacia el amor verdadero. Gracias, Señor.

Madre,

Bendita intimidad de Dios que está siempre abierta a acogerme sin excusas, sin peros, tal como soy. Alabado sea el Corazón de Jesús. Amén.