Buena ocasión para romper papeles

Este parón forzado por la pandemia da mucho de sí para hacer cosas que van quedando como aparcadas en la sobra del tiempo. Una de ellas es la revisión de los papeles que duermen sueños pasados. Y me he propuesto purgar mis archivos.

            Uno se encuentra con hojas o documentos que en otros momentos hicieron su papel. Cosas guardadas “por si acaso” podrían servir en otra ocasión. Y pasan los años y esos documentos, o apuntes, han seguido durmiendo y nuca han dicho aquí estoy. En muchas ocasiones cumplieron su misión, pero ya descansan mientras la vida sigue su marcha implacable. Y entonces te preguntas: -Y para qué mantenerlo vivo cuando ya está muerto. – Y te produce un gran alivio, y un tanto de pena, echarlo a la papelera. Pero es necesario aclarar el campo para contemplar paisajes nuevos.

            Pero me encuentro con una reseña que me he resistido a eliminarla. Se trata de una profecía de Sor Lucía de Fátima, que afirma que la familia y la vida serían el campo de batalla final con el mal.

            El coronavirus está incidiendo duramente contra la familia que está viviendo confinada y preocupada. Han muerto miembros muy queridos, y que no han podido ni siquiera darles el último adiós. Y hay sufrimiento y dolor. Falta el trabajo para ganarse el pan de cada día, y la vida comienza a ponerse dura. Los niños y jóvenes no pueden ir a colegios y Universidades, y lo pasan mal. Muchos negocios, grandes y pequeños, han cerrado sin esperanza, y hay dolor. La familia está sufriendo. Se han aplazado celebraciones importantes que estaban previstas, y hay dolor. En cuanto a la vida, no sabemos si la tenemos segura porque el virus anda suelto.

            Familia y vida pendiente de una diabólica pandemia que está zarandeando al mundo entero. Es una guerra mundial con un enemigo invisible. Alguno califica nuestra época como una nueva Edad Media.

            En una larga carta de Sor Lucía dirigida en su día al Cardenal Caffarra, dice la Vidente: el enfrentamiento final entre el Señor y el reino de Satanás será sobre la familia y sobre el matrimonio.

            Parece que el virus no tiene nada que ver, pero está minando la paz familiar. Los nietos no pueden ver a los abuelos. La armonía matrimonial se resiente por causa de una rutina mal planteada. Los jóvenes pierden ilusiones y observan un horizonte incierto. La población anda muy desorientada. La misma Iglesia está debatiéndose en el intento de servir a los fieles con unos márgenes incómodos e insólitos. Y no hablemos de la economía, que ya lo hacen los expertos dibujando un horizonte sin color.

            No es broma. Yo sigo rompiendo papeles con la esperanza de encontrarme algún resto de épocas pasadas que me alegre el corazón. Y encuentro esta expresión del Cardenal Caffarra, que ya murió: ¡Qué gran misterio es la paciencia de Dios! Después de la creación “vio Dios que todo estaba muy bien”. Era la alegría del artista supremo. Pero esta obra de arte que es la creación esta deteriorada y necesita una restauración, que no es solamente sanitaria y económica. Es humana, es el hombre el que necesita recuperar la dignidad y la fraternidad.

            Sigo rompiendo papeles, con mucho cuidado de no romper el mío como persona y sacerdote.

¿Es romper papeles viejos y llenos de polvo guardados en cajones un ejercicio liberador? ¿Renovador? ¿De construirse un presente sin cadenas? ¿O es un reflejo de un presente despojado de significados, de identidad, de cosas que te gustó sentir y ahí estaba el testimonio, ahora destinado al sumidero de lo que no volverá ni como recuerdo periódicamente revisitable? Carvalho tiraba los libros a las llamas de la chimenea, pero eso me toca la semana que viene. Hoy fue el turno de asesinar la escritura. Poemas descartados, borradores de cartas, intentos de novelas y hasta de una miniobra de teatro... Sin relectura, sin arrepentimiento, cuatro pedazos y a la bolsa de basura azul gigante. Incluso me encontré un proyecto de relato metafísico que no guardaba en la memoria y que no parecía malo del todo. No cedí a la tentación, pues el ritmo de la destrucción debía proseguir. En el contenedor de enfrente de mi casa descansan irreconocibles antiguas locuras como las notas para los ensayos "El enemigo de clase es el enemigo de clase", "El amor es el opio del pueblo", "El arte como praxis transformadora-emancipatoria", o el esquema de la contradicción dialéctica entre lo real y lo imaginario en el que lo imaginario ganaba su hegemonía por goleada. Ahora que no existen, pueden defenderse como hazañas. La hazaña de crear, amar y resistir en cuanto fue concebible. (Publicado por https://throwemtothelions.blogspot.com)

 

Juan García Inza

Juan.garciainza@gmail.com