Frecuentemente; sobre todo, en el contexto de la Iglesia, escuchamos sobre el problema de la escasez de personal. Una realidad ante la que tenemos dos posibilidades. La primera, es quedarnos paralizados por el miedo, la crisis y los vacíos, haciendo de la queja o del lamento algo habitual. La segunda, formar con criterios de calidad, para que ese número reducido se convierta -en palabras de Benedicto XVI- en una “minoría creativa”, capaz de mover a la mayoría distante. La Sierva de Dios Ana María Gómez Campos (1894-1985), cofundadora de las Hijas del Espíritu Santo en tiempos de escases en México debido a la persecución religiosa, optó por la segunda alternativa.

Corría el año de 1930 en la ciudad de Morelia, Michoacán. En dicho lugar, la M. Ana María había fundado el Colegio Motolinía en medio de muchas dificultades. La principal era la falta de personal docente local. ¿Cómo lo resolvió? Fundando la Escuela Normal Motolinía en 1946, cuyo antecedente histórico se encuentra en el año de 1929 en San Luis Potosí. Cuando la Normal que tenían en tierras potosinas tuvo que cerrar, ella recogió la buena experiencia y la trasladó a la capital michoacana. Actualmente, continúa formando docentes de calidad. Y es que, habiéndose podido quedar de brazos cruzados frente a la falta de maestros de inspiración cristiana que se requerían para el colegio de Morelia, pensó en grande y respondió a la necesidad de formar a los que forman y, por supuesto, de acompañar a los que acompañan. Debemos preguntarnos, ¿qué estamos haciendo frente al futuro?, ¿estamos, como la M. Ana María, preparando personas para el mañana en el campo de la educación?, ¿la escases de personal nos preocupa pero no nos ocupa?

Ahora bien, ¿qué tipo de formadores necesitamos? En primer lugar, hombres y mujeres que hayan sido formados previamente, pues en esto no se puede improvisar. Muchos de los problemas que tenemos en diferentes sectores de la sociedad, vienen de la falta, no solo de profesionalismo, sino de un sano desarrollo integral, cargando muchos conflictos interiores desatendidos y que, tarde o temprano, brotan de forma intempestiva, lastimando a las comunidades educativas. Por lo tanto, animados por el ejemplo de los fundadores que han sabido llevar una vida ejemplar, como la S.D. Ana María Gómez Campos, sigamos creciendo en todos los ámbitos del aprendizaje y, desde ahí, percibamos las necesidades, los puntos de escasez y hagamos la parte que nos toca.