En 1863, en plena guerra civil entre los estados del norte y los estados del sur, la llamada Guerra de Secesión, entra en vigor en EE.UU. el Acta de Emancipación que promulgada por Abraham Lincoln, declara libres a los esclavos. Eso sí, los de los estados sureños que habían proclamado la independencia, no los de aquéllos que no lo habían hecho, ni tampoco los del norte, todos los cuales habrán de esperar a la Decimotercera Enmienda a la Constitución, aprobada dos años más tarde, para conocer el final de la macabra institución.

            No es, sin embargo, la primera abolición de la esclavitud que tiene lugar en el territorio norteamericano que constituye hoy día los Estados Unidos, honor que cabe, nada menos que ciento setenta años antes, en 1693, al rey Carlos II de España, el cual ofrece la libertad a todos los esclavos de las plantaciones británicas que consiguieran huir a la Florida Española, sin más condición que la de convertirse al catolicismo. No sólo eso, sino que en 1738, a tres kilómetros de San Agustín, -la primera ciudad fundada en Norteamérica, y por supuesto, por españoles-, el gobernador español Manuel de Montiano creará el fuerte de Gracia Real de Santa Teresa de Mose para refugio de esos esclavos.

             Interesante ¿verdad? La primera abolición de la esclavitud conocida en Norteamérica la pronuncia un español, y lo hace 170 años antes que el gran "adalid de la libertad" que es Abraham Lincoln. Un español que no es otro que Carlos II de Habsburgo, el hombre más poderoso de su época, por más que a los españoles nos produzca cierto gustirrinín imaginarlo un pobrecillo incapaz y feo que gobernaba sobre un país decadente y casposo, sin influencia alguna en el panorama internacional.

            Y es que, por más que se empeñen tantos historiadores, muchos de ellos españoles, España no perderá su condición de potencia hegemónica hasta 1714, con la Paz de Utrecht. Y aún entonces, para seguir siendo una potencia considerable hasta que con la Francesada, y sobre todo, con la emancipación de la América continental, se produce la verdadera decadencia. Pero ni un minuto antes. De la Guerra de los Cien Años y de la Paz de Westfalia en 1648, España saldrá derrotada, eso no es discutible, pero su condición hegemónica era tan apabullante, que aún harán falta otros setenta años para descabalgarla de ella.

             Y con esta noticia me despido por hoy, deseándoles como siempre que hagan Vds. mucho bien y que no reciban menos.

  

            ©L.A.

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