El papa Francisco ha iniciado una nueva serie de sus catequesis los miércoles sobre los mandamientos.

Parte de la escena del joven rico cuando se acerca a Jesús preguntándole sobre la vida eterna: “Y en aquella pregunta está el desafío de cada existencia, también el nuestro: el deseo de una vida plena, infinita. Pero ¿cómo hacer para llegar? ¿Qué sendero recorre? Vivir de verdad, vivir un a existencia noble… Cuántos jóvenes buscan «vivir» y después se destruyen yendo tras cosas efímeras”.

El Papa se siente feliz con la pregunta del joven. Es un muchacho con inquietudes, no se contenta con lo que tiene, tiene horizontes. El peor enemigo que tienen los jóvenes es la mediocridad. Estamos llenos de posibilidades; también de peligros para dejarnos llevar de lo políticamente correcto, del ir tirando, de no levantar nuestra mirada hacia un mundo mejor.

“El beato Pier Giorgio Frassati -que era joven- decía que es necesario vivir, no ir tirando. Los mediocres van tirando… Es necesario pedir al Padre celestial para los jóvenes de hoy el don de la santa inquietud… La vida del joven es ir adelante, ser inquieto, la santa inquietud, la capacidad de no conformarse con una vida sin belleza, sin color. Si los jóvenes no tienen hambre de una vida auténtica, me pregunto ¿adónde irá la humanidad? ¿A dónde irá la humanidad con jóvenes quietos y no inquietos?”

Aquí tendríamos que hacer un examen los mayores. Somos, a veces, más mediocres que ellos y ni nos atrevemos a presentarles ideales que merecen la pena y que les abran horizontes dignos. Un gran Formador de jóvenes tenía por lema “a los jóvenes, si se les exige poco no dan nada, si se les exige mucho, dan todo” (Padre Morales).

El joven ha guardado los mandamientos y no está contento, busca más. Tiene conciencia de lo que le falta. Indica madurez. El hombre de hoy ha rechazado la verdad de sus límites y se ha endiosado.

Jesús le envolvió en una mirada de afecto y le propuso una meta distinta del cumplimiento, No vivir de sí mismo y de las cosas. La invitación de Jesús no es hacia la pobreza, sino hacia la riqueza que es su persona. “¡Jesús no ofrece sustitutos, sino vida verdadera, amor verdadero, riqueza verdadera! ¿Cómo podrán los jóvenes seguirnos en la fe si no nos ven elegir el original, si nos ven adictos a las medias tintas? Es feo encontrar cristianos de medias tintas, cristianos-me permito la palabra- «enanos»; crecen hasta una cierta estatura y después no; cristianos con el corazón encogido, cerrado. Es feo encontrar esto. Es necesario el ejemplo de alguno que me invita a un «más allá», a un «más», a crecer un poco. San Ignacio lo llamaba el «magis», «el fuego, el fervor en la acción, que sacude a los soñolientos»… Jesús no ha venido para abolir la Ley o los Profetas sino para dar cumplimiento. Debemos partir de la realidad para dar el salto en «aquello que falta». Debemos escrutar lo ordinario para abrirnos a lo extraordinario”.