El otro día me levanté como todas las mañanas y me puse a desayunar. Casi por automatismo saqué mi portátil y me puse a ver mi página de Facebook. En ella se puede encontrar todo lo referente a mis amigos que también lo usan: fotos, comentarios, chismorreos y noticias, unidas a mensajes personales y  mensajes que se escriben entre ellos.

De pronto me di cuenta de que ese día ni se me ocurrió ponerme a leer un periódico, una revista o ver un noticiario para ver lo que pasaba en el Mundo. Lo que me interesaba era simplemente saber lo que les pasaba a mis amigos en su mundo.

Fue un momento de iluminación, porque me hizo comprender hasta qué punto hemos llegado a una sociedad postmoderna, en la que lo único que nos importa son esas pequeñas historias que parafraseando a Unamuno hacen la intrahistoria de nuestros días.

 A la gente ya no le interesan los grandes titulares, como tampoco les interesan las grandes batallas ideológicas o la política. Lo que interesa son las noticias de Facebook.

Esto para algunos es una mala noticia, porque significa que por mucho que queramos, hay una juventud que carece de toda interiorización y reflexión, que se dedica a cosas tan banales y aparentemente fútiles como escribirse mensajitos, mirar fotos, ver videos y hacer comentarios sobre la vida de sus congéneres.

Pero para otros puede ser esperanzador, porque es una clave explicativa de los tiempos que corren hoy en día, y si de verdad nos interesa comunicar la Buena Noticia, tendremos que aprender a hablar el lenguaje de nuestros contemporáneos- jóvenes y no tan jóvenes-en vez de encastillarnos en posturas nostálgicas y conformistas que se contentan con pensar que los tiempos han cambiado y a la gente no le importa el mensaje cristiano.

Y aún hay algo mejor. Existe una generación de gente híbrida, gente que habiendo vivido un modelo de sociedad moderna, tiene la suficiente juventud como para también participar de lo que está ocurriendo hoy en día y puede entender esta sociedad desde la postmodernidad. Para identificar a esta gente basta observar cual es la media de edad de los usuarios de Facebook. Frente a las abultadas cifras de adolescentes de otras redes sociales tipo Twitter, Facebook consigue llegar a gente de todas las edades, jóvenes, jóvenes maduros, maduros jóvenes y como se decía antaño, carrozas.

Esta generación, a la que creo que pertenezco, puede comprender ambos mundos, y tiene el deber de intentar conciliarlos.

Lo interesante de Facebook para la Iglesia es que se trata de una red de gente, en la que se cuenta historias de gente, que al fin y al cabo es lo que nos interesa a todos. Un 90% de nuestra comunicación, ya sea en telediarios, ya sea en el bar, ya sea en una casa cenando con amigos, se trata de historias de personas. La gente cuenta su vida a otra gente, y le interesa. Muy pocos discuten sobre la teología de los ángeles en una velada, o sobre la cuadratura del círculo u otras cuestiones matemáticas.

En el fondo es lo que hacía Jesucristo cuando contaba parábolas. “Había una vez un padre que tenía dos hijos”. “Salió el sembrador a sembrar su semilla” “Esta es la historia de un samaritano que un día iba camino de Jerusalén

Los discípulos, fascinados por su persona, y por estas historias, le seguían porque El, Jesucristo, les había “agregado” a su grupo, el grupo de la Iglesia naciente. Mucha gente observaba al grupo, lo seguía, y pedían ser añadidos al mismo. En el grupo se contaban historias de pescadores, de publicanos, de prostitutas que cambiaban de vida. Todos soñaban juntos con el Padre de quien les hablaba ese misterioso personaje que tenía poder sobre los vientos y los mares, y llamaba de tú a todas las personas mirándoles fijamente a los ojos, interesándose por sus historias.

Historias de gente, que hablaba a otra gente, que compartía su vida, su pan y su camino…era como un Facebook de la antigüedad donde la gente sentía que pertenecía a una comunidad.

Para mí la enseñanza es muy clara. Vivimos en tiempos postmodernos donde la batalla no está en la ideología sino en las personas. Cada vez menos gente va a leer los titulares de los grandes periódicos teniendo Facebook a mano. Y las noticias que leerán no serán tipo “Jesucristo es la Verdad, conviértete”. La noticia será que fulanito se ha hecho cristiano, o que menganito es feliz porque ha encontrado su vocación, o que mañana organizamos un evento de oración…historias de gente que conoce a otra gente, historias de gente que se enamora de la verdad y la vive, historias que se pueden contar a los vecinos.

La Iglesia actual piensa que no hay jóvenes, que han desaparecido, que no les importa el mensaje. Y en cierta medida es verdad, a nadie le interesa la Verdad en sí misma. A la gente le interesa la verdad para sus vidas, y esta verdad vista en otras personas que conocen.

La Iglesia juega en desventaja frente a Facebook, porque ha olvidado que la comunidad se trata de conectar gente desde la base, de agregar amigos, y de que la gente se conozca y se trate. Frente a unas iglesias enormes, llenas de gente que no se conoce, el modelo Facebook es el de una gente que se trata en lo pequeño, que saben los unos acerca de los otros y que tienen una conciencia de amistad y pertenencia que no les dan las grandes estructuras.

Y si no me creen, miren dónde quedan hoy en día las grandes ideas, la nación y los partidos políticos, en esta cultura postmoderna desmembrada y reagrupada en torno a lo personal.

Por eso el otro día, viéndome en casa sin periódico y leyendo las noticias sobre el último disco que había escuchado un amigo a quien trato por Internet casi  exclusivamente, me di cuenta de hasta qué punto hemos cambiado.

Y es un cambio que se ha producido en los últimos cinco años y que ha hecho ininteligible a las generaciones más adultas el mundo en el que vivimos y viviremos en las próximas décadas, pues en diez años habremos cambiado más que en los últimos cien años.

 De hecho probablemente muchos no estarán de acuerdo con este artículo porque les resultara ajeno a su vivencia personal, pero es la realidad que viene y más nos vale estar preparados para ella como iglesia.

Y si no lo vemos ahora que apenas comienza y ya llevamos varios cuerpos de desventaja, difícilmente podremos adaptarnos a lo que viene con la suficiente velocidad.

Por eso yo he decidido perder mis horas en el Facebook de vez en cuando y aprender a reciclarme, no vaya a ser que como muchos en la Iglesia, me vaya a hacer viejo siendo todavía joven…