El Miércoles de Ceniza nos ubica en el inicio de la Cuaresma. Tiempo que evoca los 40 días que pasó Jesús en el desierto y que ahora nos invita a vivir de nueva cuenta junto con él. Hoy, por los efectos económicos de la pandemia, se habla de ajustes de salario, modalidades de trabajo, cambio de prioridades, estrategias, planes de austeridad, etcétera. Cosas que llevamos viviendo desde hace casi un año. Pues bien, la Cuaresma se parece mucho a todo esto, solo que ya no se trata de una cuestión estructural o laboral, sino de nuestra persona. Es un tiempo de ajustes y mejoras.

La complejidad de la vida muchas veces dificulta que nos mantengamos con la mirada puesta en lo esencial, en lo que vale, en lo que cuenta, en lo definitivo. Por eso, la Iglesia, siguiendo la historia de Jesús, resalta ciertas fechas. Es una forma pedagógica para reorientarnos a lo que verdaderamente tiene la capacidad de sacarnos a flote. Sí, Dios nos hace parte de su camino y por eso nos mueve a la reflexión. Y no desde una perspectiva abstracta o rebuscadamente piadosa, sino partiendo de lo concreto, del día a día. Cuaresma es la oportunidad de ver en qué podemos ser mejores. Ahora bien, ¿cuál es el parámetro o el criterio de lo que significa esa mejora? Jesús y sus actitudes. Es decir, aquellos sentimientos sacerdotales que lo llevaban, por ejemplo, a revindicar la dignidad del leproso o a escuchar a una madre preocupada por la salud de su hija. También, esa convicción de vivir con buen humor y compartirlo con sus amigos. El ayuno y todo esfuerzo por salir de nuestra zona confort, apuntan hacia esa dirección. Claro, no hay que quedarse en el hecho en sí, porque lo exterior, ayuda, aunque no determina. Lo que cambia es el trabajo interior que, tarde o temprano, surge en relación con los demás.

Tiempo de ajustes y mejoras, significa, dedicarle más tiempo a la oración, tenerle paciencia a los que fácilmente nos sacan de nuestras casillas, hacer pequeños sacrificios para que nuestros gustos no se vuelven necesidades, saber alegrarnos por las cosas sencillas que nos pasan como, por ejemplo, tener noticias de un amigo, disfrutar de un amanecer o atardecer, lavar los platos, interesarnos por los demás, ejercer un apostolado con los medios disponibles. En síntesis, como Jesús Sacerdote y Víctima[1], irnos dejando moldear por el Padre Dios que busca nuestro crecimiento y, con ello, una Iglesia más coherente.

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[1]En la Espiritualidad de la Cruz, las expresiones “sacerdote” y “víctima” quieren decir el que se ofrece a sí mismo al Padre Dios en favor de otros.

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Les propongo dos libros electrónicos que he escrito y que pueden ser de su interés. 

"El proceso de Dios", es un pequeño libro que reflexiona sobre puntos importantes de la fe desde una perspectiva teológica y filosófica. Es concreto y, al mismo tiempo, profundo, capaz de responder las preguntas propias de aquellos que se cuestionan en su relación con Dios.

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¿Cómo abordar la emergencia educativa? ¿Cuál es el futuro de los colegios católicos? ¿Qué cambios tienen que darse? Éstas y otras preguntas son las que se abordan en el libro. Lo interesante es que el autor trabaja como maestro y, por lo tanto, los puntos que ha escrito parten de su experiencia en la realidad, en la "cancha de juego". Una interesante reflexión de todos los que de una u otra manera saben lo complejo que es educar en pleno siglo XXI y, al mismo tiempo, lo necesario que resulta seguirlo haciendo.

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Nota:

Al comprar alguno de los dos libros contribuyes al apostolado que llevo a cabo en favor de la fe y la cultura. ¡Gracias!