Con lo del coronavirus, la Iglesia ha tenido que acercarse por todas las vías posibles. Sin duda, Internet es una de ellas y esto es algo muy positivo que ha sido confirmado por los tres últimos Papas. Aunque ya sucedía desde antes de la pandemia, estamos ante un “boom” de sacerdotes, seminaristas, religiosas y laicos inundando las redes sociales. Hacen “Tik tok” y se suman a otros retos para pasar sanamente el encierro; sin embargo, como todo, se han dado posiciones encontradas. Algunos católicos entusiastas con la idea y otros que no se lo han tomado del todo bien. En las siguientes líneas, haremos una reflexión para encontrar el punto medio.

De entrada, Internet es del todo necesario para evangelizar. Sería una incongruencia del que esto escribe decir lo contrario, pues el blog está nada más y nada menos que en la red; sin embargo, como todo, debe tener un objetivo, un cauce y, sobre todo, servir de trampolín para algo más profundo. Por ejemplo, muchos religiosos jóvenes tuvieron su primer contacto con la congregación de la que ahora forman parte por un video de esta en YouTube o laicos que gracias a un artículo aceptaron la fe luego de años de distanciamiento.

Ahora bien, sin negar que hay más puntos positivos que negativos, también nos toca tener en cuenta algunos aspectos de la parte más crítica. Principalmente, hay tres riesgos que se deben considerar para poder evitarlos. Veámoslos a continuación:

Llamar la atención y no llegar a nada:

Obviamente ver a una persona con sotana en una patineta llama la atención. Lo mismo que rapeando o cosas por el estilo. Ninguna de estas acciones es mala, pero ¿cuál es el objetivo? ¿Mostrar cercanía? De acuerdo, pero ¿compromete? O, en su caso, ¿abre nuevos canales de comunicación para temas más profundos? Don Bosco hacia malabares en la calle, pero para entrar en el contexto de los jóvenes y hacerles la propuesta del oratorio que ellos eran libres de aceptar o rechazar. Es decir, tenía algo que proponer. Cuando solo impacta ver a un sacerdote dar de saltos en el aire, pero se queda en eso, en una sana ocurrencia, no resta, pero ¿suma? Ahora, si haciendo eso hay una clara propuesta de vivir de otra manera, ¡adelante! Pero si no se tiene claro, lo mejor es buscar otra opción.

Frivolidad:

La Iglesia tiene que mandar un mensaje amable pero contundente. Decir, de buena manera, lo que nadie más se atreve a decir. Tiene que acompañar y confrontar. La fe católica exige renunciar a la mediocridad. Si esto no está claro, podemos terminar por ofrecer lo que ya se ofrece en mil sectores más. Cuando llega una persona golpeada por la vida, no estará esperando a un católico riéndose sin control o alguien que le diga frases trilladas como “Dios da la batalla más difícil a su mejor soldado”, sino uno(a) que lo escuche, lo reciba sin juzgar y, entonces, le dé la bienvenida. ¿Buen humor? Claro, pero con mensaje. De otro modo, se vuelve un espectáculo.

Mensaje abstracto:

No hay cosa más lejana del cristianismo que la abstracción o vivir de un modo desconectado de la realidad. Si vamos a hablar del amor de Dios, no nos quedemos en un grito entusiasta o en una sonrisa artificial, sino que aterricémoslo a lo concreto: vida familiar, pareja, amistades, etc. No se trata de utilizar un lenguaje rebuscadamente piadoso o intimidante, pero sí concreto, directo y que apunte hacia la fe y al compromiso de ésta en la realidad social, empezando por los cercanos.  

Conclusión:

Adelante con Internet y las redes sociales. Solamente cuidar que el mensaje sea claro y con la profundidad necesaria. Es muy recomendable tomar como referencia el canal de YouTube (en inglés por el momento) llamado “Breaking in the habit” de un joven sacerdote franciscano estadounidense (Fr. Casey Cole). Ha logrado ser moderno, actual y, al mismo tiempo, proponer cosas profundas que invitan a despertar.