Ante el éxito y la buena acogida que ha recabado la convocatoria del Presidente Obama al Sr. Rodríguez Zapatero para acudir en Washington al Desayuno de oración de los días 3 y 4 de febrero, la Conferencia Episcopal española por su parte ha invitado al Presidente del Gobierno español a compartir con sus miembros la oración del Ángelus que se llevará a la práctica el día anterior a su salida para los Estados Unidos para así reunidos, elevar preces por el éxito del viaje.

 

            Supongamos que la noticia en cuestión hubiera sido cierta y que, efectivamente, los obispos españoles hubieran tenido los reflejos de invitar al inquilino de la Moncloa a rezar con ellos antes de que tenga que hacerlo en un país que no es el suyo, en una religión de la que nada conoce, y en una lengua en la que hasta la fecha sólo ha demostrado saber decir “the time is good”. Aunque sólo sea para que se vaya entrenando.

 

            Ahora bien, ¿se imaginan Vds. a quien realizó una felicitación navideña de cuatro minutos dieciséis segundos dirigida a las tropas españolas en Afganistán sin citar la palabra "Navidad" ni una sola vez, o al que realizaba la ofrenda al santo patrono de España sentado en la catedral de Santiago de Compostela con la cara de quien sufre de almorranas, o a aquél al que la sola visión de un crucifijo en un aula produce sarpullidos, aceptando semejante invitación?

 

            Pues bien, el mismo que todo eso ha hecho y al que Vd. no imagina aceptando la amable convocatoria de los obispos españoles para orar en comunión, ha aceptado, sin embargo, la que le realiza el presidente de un país que al Sr. Zapatero merece tanto respeto como para quedarse sentado al paso de su bandera, país por el que, lo que son las cosas, ahora tendrá que elevar preces, unas preces que, por otro lado, de buen grado prohibiría, si pudiera, en su propio país de origen.

 

            Cuantas tonterías hemos hecho ya ¿verdad que sí, Sr. Presidente?